Perfumado de magnolias.
Caoba. Heces de vino.
Lenguaje al fin. Lenguaje
en fin. Abejorros. Moscas
que ocultan el objeto. Estaciones
que encubren el mundo. Un árbol
que se recuesta sobre mi ventana
y me tapa.
Cuerdas de metal muy finas para esta marinera.
Mi corazón que también oculta el objeto.
A pesar que husmeo los libros y voy a pie
sobre la ciudad.
Cuerdas de metal bien templadas
para esta fuga de tondero.
Emoliente. Pelota rota. Blasfemias
y deseos roncos. Manos solícitas
las de mi infancia. Un baldazo de aguas negras
a un palmo de mi nariz. Vergüenza ajena.
En medio de la basura escarbo para mis gatos.
Tripas de diversos colores. Tripas
azules del bazo, tripas verdes
de la hiel, tripas rojas
del corazón. Ávido de masa
para mis gatos.
Ramas desahogadas. Nítidas tapias. Bien alineados libros.
La mano hundo en el breve espacio de mi cuarto.
Cabellos. Perfiles. Frías hebillas.
Volúmenes indescifrables. Viscosos contornos.
El Espíritu Santo atento a esta gusanera
como gaviota exiliada en los mercados.
Inclinado sobre mi barril, pues. Y ya que mi amor
no me ve.
Mar abierto. Cielo infinito. Desierto sin contorno
y nunca jamás hollado.
De EL CORAZON Y LA ESCRITURA (1996)
COMENTARIOSBello poema, maravilloso.
Gracias Armandito por darme a conocer un poema en su médula.
Cortante, preciso, de vertiginosa lírica. Celebro sus imagenes
que se entregan pero no se entregan, sugieren, insinúan, un mundo
perfumado, vomitado, más allá de las palabras.
Lo releí tres veces y por tres, nueve veces lo pongo a circular
sobre la mojada ciudad.
Alexis Gómez Rosa
Al zahorí que explora la enigmática transparencia, el rizoma poético y su gran magia le permiten, percibir sinuosos y extraños vasos comunicantes, carnavales de cámara en los que las máscaras gimen, metafísicas duchas vaginales de alumbre, fugas metonímicas de rostros iracundos, e imprevistos palimpsestos de un petit cul-de-sac…!
Armando Almánzar Botello