Archivo por meses: mayo 2024

Teoría y cuerpo en el teatro de Vallejo

Hablando en estricto del teatro de César Vallejo; y, en particular, de su extraordinario énfasis en: “Hacer al individuo que entre en el cuerpo del prójimo, para que vea lo que es ser el otro” (Bruno Podestá, César Vallejo: Su estética teatral.  Lima: UNMSM, 1985). Laurie Lomask, y nosotros con ella, se anima a sintetizar lo siguiente: “Este uso del cuerpo, por lo tanto, es uno de los rasgos más particulares del teatro vallejiano, y uno de los rasgos que lo distingue de otros experimentos formales y filosóficos en el género teatral de la época”.  Sin embargo, luego de esta medida y meditada sentencia, la joven estudiosa norteamericana va incluso más lejos respecto a la reflexión sobre la eficacia apelativa o receptiva del performance de este teatro y plantea lo siguiente:

“No está claro todavía cómo el cuerpo es capaz de reconciliar a personas que de otra manera a lo mejor no se entenderían. Desde luego el parecido entre dos cuerpos no significa que se disminuya la distancia entre diferentes países, culturas y clases sociales. Queda por teorizar, entonces qué es precisamente lo que Vallejo hace al manifestarse entre dos personajes, dos actores, o entre actor y público a través del espectáculo del cuerpo”.

Ahora, entre esto que “queda por teorizar”, acaso resulte útil lo que en un trabajo anterior exponíamos respecto a la lógica de la “inclusión” (uno en el otro) ya presente en la poesía de Vallejo desde “Los heraldos negros”:

“Al recorrer cada uno de sus textos comprobamos que la unidad en Vallejo no es un dígito sino una situación: la inclusión de uno en el otro; es decir, la unidad nunca está sola, la unidad por lo menos son dos, algo así como un núcleo y su protoplasma en el esquema de la célula. De este modo, este libro de poemas también son dos poemarios. El primero es el explícito y que figura como título del volumen de 1918, al que vamos a denominar texto A; el segundo, inferido del anterior, “Los heraldos blancos”, al que denominaremos texto B” (Pedro Granados, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo. Lima: PUCP Fondo editorial, 2004).

Es decir, al teatro vallejiano le correspondería también llamar la atención sobre nuestros pliegues o dobleces sin fin; propias, autónomas, o en comunión o catálisis con la de los demás: madre-hijo, amada-amante, realidad rusa-realidad española, etc. No sólo el cuerpo del actor conlleva capas de identidades: “La del actor, la del personaje, la de sus antecedentes artísticos y mitológicos, y ahora el reflejo de otros cuerpos a su alrededor” (Lomask); sino que estas yuxtaposiciones o transparencias son las de cualquier individuo o colectivo.  Sí o sí estamos ya en comunidad o comunidades; aunque no seamos conscientes que participamos de ello. Estado latente de intersección ecológica generalizada (humana y posthumana) que, a nuestro juicio, supera los alcances de los conceptos de “lenguaje corporal” o “cinestesia”: “Igual que el efecto comunicativo del cine mudo, la cinestesia atraviesa las divisiones lingüísticas entre diversas culturas” (Lomask); y de la misma “empatía” en tanto elaboración freudiana o lacaniana: “Talento intrínseco, don que se puede aprovechar, pero que no se puede enseñar” (Lamask).

En constituir la anagnórisis de un ritual simple y cotidiano  –y no la “lejanía” de un mito ni propiamente la “promesa” de una  utopía– allí mismo se comprueba la eficacia de Trilce/ Teatro (“Trilce/Teatro: guión, personajes y público”, libro aún inédito).  Por ejemplo, cómo el sol –a cierta hora del día–se vuelve anfibio; o cómo una ola del mar puede ser una “edición en pie,/ en su única hoja el anverso/ de cara al reverso”.  Trilce/ Teatro nos convida a participar activa e imaginativamente en este juego inagotable de intersecciones –y a la larga gratificaciones– que constituye nuestra cotidianidad. Con el añadido de que esta invitación trilceana, en tanto su cronotopo es solar-andino, tiene un sesgo cultural específico y, no por ello, menos universal. Trilce/Teatro, en suma, nos convida a constituir juntos un múltiple y complejo “archipiélago”.

 

“Al recorrer cada uno de sus textos comprobamos que la unidad en Vallejo no es un dígito sino una situación: la inclusión de uno en el otro; es decir, la unidad nunca está sola, la unidad por lo menos son dos, algo así como un núcleo y su protoplasma en el esquema de la célula”.

 

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POESÍA Y CORRUPCIÓN (Reloaded)

Nosotros los latinoamericanos no tenemos la historia ni el nivel de corrupción del canónico occidente. Nacimos después y somos aprendices. La poesía siempre ha convivido con la corrupción. Es imposible se liguen el ansia del poder y la manipulación social con la poesía. Aunque tengamos excepciones, por cierto, Neruda y Octavio Paz (por ejemplo); aunque el psicosocial que constituyeron (¿qué aún constituyen?) no fuera monitoriado por ellos mismos. La poesía está que se muere, la pobrecita; pero no muere, ni jamás morirá. No depende de nosotros matarla, depende de la poesía. Pero prepárese el que quiere seguirla, a ser destruido; no sólo por ella, por su torpeza al amarnos: sus afiladas rodillas y codos de adolescente. Sino también por la sociedad, por cualquiera de ellas, y sus instituciones. Nadie quiere pasar por tonto ocupado. Nadie desea admitir que debió dedicarse a aquello que rechazó un día. Un día en que la poesía le puso un cabe de puro traviesa; un cabe para detenernos a pensar; un cabe con su respectiva almohadilla. Pero nos vamos muriendo. Ya se murió Vallejo, el del tercer ojo. Ya se murió César Moro, el que sabía amar. Ya se murió Martín Adán, el niño autista de tirantes y saco malolientes. Ya se murió Luchito, el de la vox horrísona. Son la únicas muertes que cuentan en la poesía peruana (por ejemplo). No existe ninguna otra, hasta ahora. Hasta que se muera Pedro Granados. Y los miles de hijos de puta, que son tres gatos en la poesía, se percaten; ha, recuerden; ok, acaso añadan a la lista. Pero nunca admitan que estuvieron más lúcida, coordinada y sistemáticamente ciegos que la puta madre. P.G.

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Pospoema

PINTURAS RUPESTRES.  FAICAL, SAN IGNACIO-CAJAMARCA

Hemos llegado a la conclusión
que no escribimos poesía.
Que no somos poetas.
Es más, que la poesía
para nada nos interesa.
Que las palabras no han sido,
precisamente,
lo que buscábamos.
Ni tampoco
lo que hemos ido hallando
a lo largo del camino.
Ahora podemos hacer un alto.
Y con toda sencillez,
mas sin pizca de falsa humildad,
decirlo.
No nacimos para perseguir las palabras.
Menos, para hacer un fetiche de éstas.
Qué va.
No nos hemos rifado por eso.
Los brazos los hemos abierto
para ti.
Para nada nos interesan la poesía
ni sus expertos.
Dejamos libre el territorio, entonces.
Impunidad total para aquellos que dicen
lo que quieren decir las palabras.
Nos arrepentimos de haber
tomádote tu pan.
Con mis pulmones pienso.
Con nuestros inquietos pies
comprobamos la arbitraria hechura del mundo.
Ni una lejana campanada
reproducimos.
Ni hemos inventado modo distinto
de jugar con estas cartas.
Sólo a nuestro íntimo rechazo
nos atenemos.
A nuestra quizá tardía blasfemia.
Con mis manos oculto las palabras.
Abochornado.
Entre los pliegues de mi camisa
con premura las escondo.
Un eco no hace el poema.
Un fantasma jamás podría erigirlo.
Ahora mismo vamos arrebatados
y en vela
y sabemos a lo que nos referimos.
Pero nada de ganar honra
o dinero con las palabras.
Antes que ellas se burlen de nosotros
preferimos dejarlas en el vertedero.
Y no por escrúpulo docto:
aquello de canjear una ilusión por otra.
Ilusión es lo que necesitamos
para seguir viviendo.
Una niña pasa arreglándose
discretamente el pelo.
La poesía no es la niña
ni sus finos y hermosos cabellos.
Sino el gesto oculto y efímero
de tan concertados dedos.
En unos segundos más habrán cesado
la visión y el sentido.
Otro rostro interroga ahora mismo
al nuestro
y entendemos que todo está ya por concluir.
Un solo gesto que goce
de absoluto concierto.

© Pedro Granados, 2005

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ÁNGEL IZQUIERDO/ CACHUCA

Conozco al poeta y compositor Izquierdo o “Angelito” desde hace un par de años, de cuando mis frecuentes visitas a Takora, lugar al que, estando en Lima,  suelo ir en busca de cultura.  Asimismo, en el cual me apego a la oralidad, por no decir poesía viva, de este intenso pueblo que en realidad es La Parada y, muy en particular, Takora especialmente cualquier día que no sea domingo.  Espacio donde la economía informal interrumpe la absurda lógica del capitalismo para celebrar –de modo explícito: se inventa constantemente con la palabra sonora y a cierta hora también se bebe– porque los precios andan nivelados con a las personas y jamás a la inversa.

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Alforja. Revista de Poesía

Alforja, revista de poesía que apareció durante el primer trimestre de 1997. Si bien no hay declaración de principios, en el primer número (primavera de 1997) se aprecia una breve leyenda que refleja el espíritu de la revista: “Alforja, es una revista de la Fraternidad Universal de los Poetas”. Esta revista fue fundada por José Vicente Anaya. En los primeros tres números, Anaya y Jorge González de León compartieron la dirección. A partir del número doble iv/v (1998), la dirección pasó a ser colectiva y rotativa. En el número vi (1998) aparecen dos coordinadores: José Ángel Leyva y Víctor Monjarás-Ruiz. En los siguientes no hay nombres de responsables, hay sólo una Dirección Colectiva. A partir del número ix (verano de 1999), la Dirección pasa a ser Consejo Directivo, formado por José Vicente AnayaJosé Ángel Leyva y María Vázquez Valdés. En el número xiii (verano del 2000) es otra vez Director, y está constituida por los mismos escritores. En el número xix (primavera del 2002) desaparece María Vázquez y permanecen Anaya y Leyva. A decir de José Vicente AnayaAlforja toma su nombre de la ciudad ideal descrita por la utopista, a la vez integrante del grupo de los cínicos griegos, Crates, quien propuso una ciudad de individuos que no necesitan gobernantes y la bautizó con el nombre de Alforja de Crates. En esta ciudad, los humanos creen y ejecutan los principales preceptos de los filósofos cínicos: no hacer todo lo que los gobernantes proponen, ya que sólo responden al poder: oponerse a morir en las guerras y matar a otros; despreciar los honores; formar individuos autónomos y autosuficientes, capaces de gobernarse a sí mismos, y predicar las virtudes propias de los seres humanos. Alforja ha seguido la inspiración descrita por Crates y se ha mantenido como revista plural, en la que tienen cabida distintas manifestaciones poéticas. En ella han publicado poetas actuales de distintas latitudes. También aparecen poemas de escritores ya fallecidos. Como parte de su trabajo de editor, José Vicente Anaya ha procurado rescatar escritores poco conocidos, con lo que ha contribuido a la investigación literaria mexicana y de otras latitudes. En Alforja se publican también ensayos sobre temas poéticos, escritos por autores recientes. Se incluyen asimismo traducciones de ensayos ya publicados, de autores de todo el mundo. En el primer número de la revista aparecen poemas de Germán List ArzubideJavier SiciliaAlberto BlancoSergio MondragónVerónica VolkowPura López Colomé. Hay también traducciones de Jack KerouacJohn Oliver SimonDelmore Schwartz, Philippe Delaveau. En cuanto al ensayo, se incluyen traducciones de Hegel, Henry Miller, Marcuse, Kenneth Patchen. En este primer número no se identifican secciones; los ensayos y los poemas aparecen intercalados, sin orden, según parece. A partir del tercer número, se introduce la sección “Reseñas”, con reseñas de libros de poesía de nueva aparición. Algunos números están dedicados a la poesía y crítica de algún país en particular, es el caso de la poesía española, brasileña, chilena, ecuatoriana, colombiana, entre otras. También hay números dedicados a la poesía neohelénica, escrita por mujeres, humorística, budista, entre otros temas. [El número 45 de Alforja, correspondiente al trimestre julio-septiembre de 2008 fue el último del ciclo de la revista]

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“La vida en que sueñas”/ Laura García del Castaño

Tiene alrededor de veinte años en el oficio de escribir y ya varios poemarios publicados.  Es capaz de romper, de un solo martillazo, la más firme y bien contorneada maceta y hacer que retornen,  flores y plantas, al campo abierto.  Leer y escucharla leer su poesía es un verdadero consuelo entre tantísima estéril sabiduría.   La suerte me halló preparado para su rabiosa arremetida, aquella que dura lo que canta un solo gallo.  Me bailaría un tango malevo con ella; o mejor, si no sabe le enseñaría, una bachata de talones clavados sobre la arena, la tierra, el polvo de aquella tan marginada ciudad, resulta exactamente lo mismo.  P.G.

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BOSTON ANGELS

Algunos años, entre siglos, viví en el 1206 de este céntrico y místico edificio mientras era estudiante en BU.  Commonwealth de a pie y opíparas cenas para los innumeables homless de Boston, en las iglesias de la vecindad, constituían mi cotidiano vivir.  Nuestro cotidiano, mejor dicho, porque en el 1206 también habitaba Anna H. Brown: hada madrina, portentoso rompehielos de lo establecido, oficina ambulante de control ontológico de la ciudad.  Lo primero que preguntaba al desconocido, luego de su nombre, era por su surname; lo cual le causara una incomprensión generalizada e incluso, alguna vez, una soberbia trompada en el ojo de parte de alguno que vestía overall o que, tal como nosotros, asistía al refectorio vespertino en las numerosas iglesias de la zona.  De un poco de todo esto trata esta sumaria novela.  Y, sobre todo, de mi recuerdo y cariño por Anna.

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