Il miglior fabbro dominicano ha muerto. Y con él se cierra y, al mismo tiempo se abre, toda una época en la poesía y la cultura letrada de su país: la desubicación del Canto General, frente a la ubicación de Trilce. La insignificancia, en el tiempo, de la ideología y del verbo desmesurado; frente al “giro ontológico” que nos ha legado el peruano. Ni utopía ni distopía, entonces, y sí post antropocentrismo. Aquello de su “máquina hilandera”; aquello de que seres humanos y naturaleza salimos de semejante y cíclico turbillón de olas. Tal como Ovidio en sus Metamorfosis, Alexis Gómez-Rosa captó y honró en su poesía el endiablado perspectivismo de su Caribe. Un ligao es una jeba; y ésta, puede ser un bizcocho. “!-Dulce!”, según el primer tip, sobre la vida en la República Dominicana, que aprendí de parte de un taxista. Gómez-Rosa entendió, como Rancière, que la ética no pertenece o, en propiedad, es independiente de la literatura; y que es en el lenguaje y en la identificación (melting) con las cosas donde se juega la política de la poesía. Y, en este asunto de la política, flecha transversal a toda su obra, estuvo cada vez más atinado, sobre todo en sus últimos libros:
La poesía dominicana, e incluiría aquí a la del caribe insular hispano en pleno, tiene en la obra de Alexis la posibilidad de retomar sus raíces más poderosas, aunque aparentemente también más obscuras: las islas subterráneas que suben –y bajan– hasta lo más escarpado de los andes. Mayor que Pedro Mir, cuyo discurso comprometido constituye hoy, y en privado, una monótona eufonía. Más palpable que “la poesía del pensar”, la cual –se hallaba entre sus aristas ideológico-estéticas– de algún modo inventó. Más femenino, a lo Vallejo: “y hembra es el alma de la ausente/ y hembra es el alma mía”, que las propias feministas. La poesía de nuestro recordado poeta atraerá siempre mucha agua de mar.
ENTREVISTA CON ALEXIS GÓMEZ-ROSA