Alexis Gómez-Rosa (1950 – 2019)

Il miglior fabbro dominicano ha muerto.  Y con él se cierra y, al mismo tiempo se abre, toda una época en la poesía  y la cultura letrada de su país: la desubicación del Canto General, frente a la ubicación de Trilce.  La insignificancia, en el tiempo, de la ideología y del verbo desmesurado; frente al “giro ontológico” que nos ha legado el peruano.  Ni utopía ni distopía, entonces, y sí post antropocentrismo.  Aquello de su “máquina hilandera”; aquello de que seres humanos y naturaleza salimos de semejante y cíclico turbillón de olas.  Tal como Ovidio en sus Metamorfosis, Alexis Gómez-Rosa captó y honró en su poesía el endiablado perspectivismo de su Caribe.  Un ligao es una jeba; y ésta, puede ser un bizcocho.  “!-Dulce!”, según el primer tip, sobre la vida en la República Dominicana, que aprendí de parte de un taxista.  Gómez-Rosa entendió, como Rancière, que la ética no pertenece o, en propiedad, es independiente de la literatura; y que es en el lenguaje y en la identificación (melting) con las cosas donde se juega la política de la poesía.  Y, en este asunto de la política, flecha transversal a toda su obra, estuvo cada vez más atinado, sobre todo en sus últimos libros:

Reencuentro de unos viejos poemas a los que “he lavado la cara”, según nuestro autor. Escritos desde el diámetro y hondura del volcán de los años. La emoción no gana al fabbro, aunque aquella sobrepuje como una ventolera; ráfaga muy próxima a una esquina o, mejor dicho, al que a la larga ha constituido su ángulo en el ring: Duarte con Paris. Que es como decir el cruce entre las antillas mayores y menores; la raya que divide lo conocido, de lo otro; el punto brillante, aunque desdibujado, porque allí se concentra todo lo vivido.

La poesía dominicana, e incluiría aquí a la del caribe insular hispano en pleno, tiene en la obra de Alexis la posibilidad de retomar sus raíces más poderosas, aunque aparentemente también más obscuras: las islas subterráneas que suben –y bajan– hasta lo más escarpado de los andes.  Mayor que Pedro Mir, cuyo discurso comprometido constituye hoy, y en privado, una monótona  eufonía.  Más palpable que “la poesía del pensar”, la cual –se hallaba entre sus aristas ideológico-estéticas– de algún modo inventó.  Más femenino, a lo Vallejo: “y hembra es el alma de la ausente/ y hembra es el alma mía”, que las propias feministas.  La poesía de nuestro recordado poeta atraerá siempre mucha agua de mar.

ENTREVISTA CON ALEXIS GÓMEZ-ROSA

Niña golosa / Alexis Gómez Rosa

Puntuación: 5 / Votos: 13

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *