Era ya de noche cuando, la puerta 1, se estaba desolando. Los ambulantes se retiraban, pasaban pocos autos y solo quedaban los wachimanes. Un niño llorando con una caja que emitía sonoros chillidos caminaba sin rumbo, se detuvo en la puerta 1. El wachimán, al percatarse del llanto del niño, le preguntó el motivo; éste le respondió:
-Mis padres no quieren que tenga este cachorro. El wachimán abrió la caja, allí estaba el futuro símbolo de San Marcos.
El niño rogó al wachimán para que se lo quedara y lo adoptara, pero éste se negaba rotundamente. Sin embargo, al verlo con los ojos llorosos, preocupación, desesperación; el wachimán decidió quedárselo. Aunque con una condición, que al día siguiente el muchacho debía regresar.
El niño se fue tranquilo, sabiendo que su cachorro estaba ahora en buenas manos y con un techo donde vivir. El wachimán observó aquella caja deteriorada y cuidó al cachorro toda la noche. Pero llegó el día siguiente y el niño no regresaba. El wachimán se preocupaba más y más; ya le tocaba el cambio de turno. Llegó su reemplazo y, como el niño no venía, decidió dejar la caja, entre unos arbustos, con el animalito dentro.
La noche ya caía y el wachimán, preocupado por el cachorro, fue al lugar donde lo dejó y, para su sorpresa, ya no estaba; no había rastro del cachorro ni de la caja. ¿Qué había sucedido?, se preguntó y no volvió a saber nada del asunto.
Al día siguiente la caja apareció, como por arte de magia, en la parte trasera del comedor universitario de la UNMSM. Percy, el cocinero, lo había recogido de entre aquellos arbustos de la puerta 1, cuando ingresaba como todos los días, para preparar al almuerzo para los estudiantes. El le daba de comer las sobras que los “cachimbos” desperdiciaban. ¿Cómo te llamaré?, se preguntó. Sobre la caja que, como un caparazón protegía al cachorro, estaba impresa la marca de un reconocido aceite, “Olga”. Desde ahora te llamarás Olga, exclamó Percy, abrazando a la perrita.
Percy crió generosamente a Olga hasta que falleció, esto sucedió apenas unas semanas después. Pero luego todos la cuidamos o, más bien, ella nos fue cuidando incansablemente a cada uno.
Autor: Diego Alonso Callata Arizanca. Uno de mis estudiantes de los Estudios Generales (Ingeniería) de la UNMSM (2019-II), Sección 23; los cuales, en el contexto de nuestro curso de “Redacción y Técnicas de Comunicación Efectiva II”, van sacando adelante esta breve novela.
Que hermoso ☺️