Comprobamos en la UFAC (Rio Branco, Acre, Brasil), junio 5-9, y de modo fehaciente, que César Vallejo no es sólo un gran poeta; sino también –por cierto, no únicamente entre los Andes y la Amazonía– un extraordinario mediador conceptual. Sobre todo cuando propusimos poner en paralelo, en el aula, nuestras lecturas autobiográficas o auto-ficcionales de “Borges y yo” (El hacedor, 1960) y “Huaco” (Los heraldos negros, 1918). A través de este ensayo fue patente ver cómo tenemos en la poesía del peruano una alternativa al “giro lingüístico” que representa la obra de Jorge Luis Borges. Por lo tanto, percibir el modo cómo del humanismo (autobiografía en tanto “autenticidad”, susceptible de evaluarse por la historia, psicología, sociología, etc.), pasamos al concepto de autobiografía como “escritura” (personificación o prosopopeya). Y de aquí al posthumanismo o mejor cabría denominar multinaturalismo o “giro ontológico” –que no tiene ya más al hombre como centro, sino que junta cultura y naturaleza– el cual ilustra, repetimos, sobremanera la obra de César Vallejo. Tercera vía –respecto al humanismo y al “antihumanismo” del “giro lingüístico” – la advertida ya por los estudiosos brasileños Tânia Stolze Lima y, de modo acaso más sostenido, Eduardo Viveiros de Castro desde 1996. En este sentido, no dudamos que desde ahora mismo e incluso más en los próximos años –aunque para bien, porque se va en busca del sentido— se configure todo un fenómeno epistémico global; algo semejante a un “Ayahuasca sin ayahusca Vallejo”. Que esto último no constituya depredación y poesía. Que queden algunos réditos por aquí y que aquello no se patente –en exclusiva– en el primer mundo, depende únicamente de nosotros. Poesía, la del peruano, toda ella poderosa y limpia; libre de toxinas, adulteraciones o agotadores viajes.
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