Archivo por meses: junio 2010

Soledad impura/ Enrique Sánchez Hernani

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Este libro reúne 43 poemas escritos por Granados entre los años 2003 y 2009. El pequeño volumen tiene cuatro estancias. La primera está dominada por la presencia de la muerte como una comprobación de finitud y que el poeta hace explícita frente a la desaparición de algunos miembros de su familia. La segunda, aligerando el anterior sentimiento, tiene como motivo el amor sensual, y por tanto la vida como una apuesta que llega en la madurez biológica. La tercera es la exploración del linaje peruano con el pretexto de revisar algunos lugares entrañables: Samaypata, Caral, pero también Lima. Cerrando el libro figura una revisión del ser interior y del acto de escribir.

Fuente: “LIBROS: Poesía”. REVISTA SOMOS (El Comercio, 5/ 22/2010), Año XXIII, No 1224, p. 88

Sigue selección de Soledad impura (Lima: Edición de autor, 2009) 92 p.

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Trilce y la marinera limeña: Plan de investigación

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La “sumilla” de mi reciente artículo “Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (http://www.ucm.es/info/especulo/numero36/trilce.html), lo ilustraría del modo siguiente:

“Entendemos que esta es, en rigor, una pequeña muestra y esbozo de un trabajo mayor donde se lea todo Trilce en clave de jarana limeña; es decir, en tanto y en cuanto evento oral-musical y corporal contextualizado en la historia del Perú –en particular el de los años veinte del siglo pasado– y donde, por lo tanto, sus actores (en este caso concreto Lima y César Vallejo) guardan específicas relaciones de afinidad y de mutuo rechazo. Creemos que Trilce, como muletilla del canto y adorno del baile de jarana, va más allá de incidir en la naturaleza multidimensional de este maravilloso libro de 1922: letra, ritmo y coreografía, a un tiempo. Nos invita a pensar que la suerte de los indígenas –la Sierra de su Perú– no fue la única que desveló a César Vallejo, sino que el mestizaje y modernización de Lima también coparon su interés; muy en particular, lo seguiremos investigando, la presencia y rol de lo afro-peruano. Ingrediente, es obvio, sin lo cual no es posible la marinera y, creemos, no lo sería tampoco este poemario”

Esta aparentemente insólita perspectiva afro se liga, además, con mi interés general por las conexiones y relaciones culturales entre el caribe (por extención también el Brasil) y el mundo andino; en específico entre el Perú y la República Dominicana. Soy un militante de esos vasos comunicantes en tanto estudioso y también autor de novelas y poemarios. Y aquél sería también, en síntesis, el objeto de mi investigación para los próximos tres años: una lectura completa de Trilce en clave de marinera limeña. Estudio que implicaría no sólo el reto de hacernos de una teoría y metodología literaria renovadas para este fin: tratar este poemario cual un acontecimiento musical-corporal; por lo tanto, performance cultural no menos multidimensional. Trilce sería un conjunto de escenarios y escenificaciones encarnados en su época; aunque un tanto más utópicos que inverosímiles. Además, este estudio nos permitiría ampliar también, para el contexto de nuestra vanguardia latinoamericana, cánones, relaciones sociales y tecnologías literarias que entre nosotros quizá todavía no han sido abordadas de modo suficiente.

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Cristóbal Kanashiro, la Internet y yo/ Miguel Baca Olcese*

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Empezar con los huesos de Kanashiro, como estructura soldada por distintas
mentes, queriendo hacer poesía, armando literatura. Es una idea que necesita
de la sustancia de la gente. La piel de Kanashiro se colorea con los muchos
poemas de sus reales seguidores, guerreros de su mentes que batallan por la
vida de su historia, por el tecleado de la gente.
El medio, el arma, Internet, virtual espacio de llegada a las pupilas
dilatadas de madrugada, por trasnochar entre letras, sumidos en grafías.
¿Acaso no sería el trasfondo de su materia?
La necesidad de Kanashiro como espacio de expresión no es salvarlo a él del
olvido, sino caer en nosotros mismos y buscar la estrucutra interna de nuestra
voz. Sus guerreros son individualidades libres, prisioneros de su tiempo. El
adversario es una tropa extensa y creciente de autómatas destinados a cumplir
con el cemento, con el diario despertar de sus acciones.
En la poesía de Tobi se intenta despegar de lo ordinario, colmar la
cabeza de sentimientos e ideas espontáneas, condensarlas en el ser de
Kanashiro; en su vientre, entre la raleza de la barba, en la palma de sus
manos, para darle forma, historia y poemarios. Y todo esto a travez de la
pantalla lumínica de nuestro tiempo.
Paulatinamente sus cadenas se rompen dentro de este espacio y empieza a
ponerse de pie y a andar. Camina en un vaivén ebrio por el jaloneo de sus
voces, siendo el camino el surco de sus acciones. Nosotros damos a
Tobi mucho de lo nuestro. Nuestras acciones son las que determinan el camino
del poeta.
Mediante Internet se logra algo sin precedentes para la figura de Kanashiro:
sobrevivir en la red, tener historia y batallas. Pues ya con vida, Internet es
la esencia de Kanashiro, su naturaleza electrónica y de circuitos, de enlaces
y textos. Nosotros volvemos al medio, ahora somos incisivos y cargados de
poemas. Sin Internet no habría Kanashiro, la posibilidad de lo simultáneo, de
lo virtual, del diálogo entre las ideas, hay un valor intrínseco en la figura
del poeta con su medio. Uno necesita de la otra para crear la multiplicidad de
poemas, de expresiones, que terminan en los ojos de Kanashiro, porque al poeta
poco lo escuchamos, él mantiene su posición de escucharnos, es un ser
expansivo.
Aún no hay nada de mí en Kanashiro pero me es inevitable pelearme con él por
el simple hecho de que no existe. Y mantener el pacto del guerrero con la mente.

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[La dulzura de sentirte]

artactif.com
José Unda, “Geométrica”

La dulzura de sentirte
viento aurora mar
contra los párpados

premeditado el bache
al ir contra la corriente
en el Perú qué tonto
qué absurdo en el mundo
ir contra la corriente

no soy cristiano, pero sí un católico
no soy un peruano, pero sí
del par de avenidas que entrecruzo todos los días

interrumpido en la visión
entre estos edificios
interrumpido

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Una visita inesperada/ Carlos Enrique Freyre*

http://img231.imageshack.us/i/vladimiromontesinosyr3.gif/

A pesar que el mar embravecido roncaba en las orillas, pegaba duro contra el acantilado avezado y hacía espuma rabiosa atemorizando a los cangrejos, el general no lo oía. Simplemente había decidido no hacerlo y descansar y olvidarse de los ajetreos de diciembre. Pronto estaría nuevamente al frente del monstruoso aparato del estado, del cual sujetaba parte de las riendas, cual si se tratara de un animal enorme y siempre a punto de desbocarse. Vería a sus edecanes y al presidente y la ruma de papeles y decretos diarios por firmar y el mundo ancho y ajeno que era todo de él, pero que no le pertenecía. Ni siquiera él mismo sabía si era dueño de su propio cuerpo. Sentía que sus actos eran en realidad de otros; su agenda siempre estaba recargada, sus ceremonias se llenaban cada vez de más tedio y necesitaba un poco de soledad para dirimir esos aspectos que en los que no cabía un consenso, ni con su conciencia, ni con su alma.

Por eso decidió no oír el mar, ni su fiesta de mareas altas y bajas. La playa de Hondable era perfecta para cumplirse ese deseo de olvidarse del mundo. Alejada de una capital que todavía no absorbía –como hoy- a sus provincias más cercanas, la carretera estaba lejos y sólo se animaban a llegar hasta allí los que pudieran tener automóvil, que en el Perú de 1972 no eran demasiados. Entre las cuatro paredes del bungalow y el desierto que lo rodeaba el vacío estaba bien definido. Tenía que apretar un botón para que las cosas vinieran a su mano si tenía sed o hambre. Después de todo, no por gusto se apellidaba Mercado Jarrín. Pero por el contrario, fue la puerta de su habitación la que sonó. Se aprestó a abrir y encontró al mayordomo parado delante de él.

– ¿Qué desea Jesús? – le preguntó -¿Ha olvidado algo?-

El mayordomo meneó la cabeza, con el respeto con el que solía dirigirse no sólo al general, sino también a cuanta persona que tuviera distintivos castrenses.

– No general. Venía a decirle que un teniente ha venido a buscarlo-
– ¿Un teniente? –

El general Mercado Jarrín bramó. Dijo que como era posible que un teniente haya venido a buscarlo –seguramente para un encargo gubernamental- justo cuando había dejado órdenes precisas que se daría un descanso. Ya no quería oír del Tercer Mundo, ni de las bondades de los tanques rusos.

– Dígale a ese teniente que se retire, Jesús. Creo que las órdenes que impartí sobre visitas han sido claras-
– General, sólo quería dejarle en claro que el teniente da pena-
– ¿Da pena? ¿Qué me está diciendo Jesús?
– Ha cruzado el desierto a pie. Está lleno de arena-
– ¿A pie? ¿No ha venido en auto, como los cristianos?

Al general le picó la curiosidad. Los años serían los encargados de relatarle que ese no iba a ser un día cualquiera.

– A ver Jesús, dile al teniente que vaya a la sala de espera. Lo atenderé-

*******
Mercado Jarrín ingresó al pequeño recinto donde el teniente lo esperaba, fatigado. Lo miró y examinó de pies a cabeza con un golpe de vista, mientras él se presentaba con sus grados y apellidos. Ahora sí, el mar se dejaba escuchar y un hálito de brisa entró con la luz hasta la habitación.

– Dígame teniente, en que puedo servirlo-
– En nada mi general. He venido hasta acá porque quería conocerlo-
– ¿Para conocerme? ¿De dónde viene usted?-
– De Arequipa. Soy jefe de batería de un Grupo en Arequipa
– ¿Y ha venido a conocerme?-
– Mi general, la verdad que yo lo admiro: usted ha sido primer alumno de la Escuela de Guerra en Estados Unidos, de la Escuela de Guerra en el Perú, Instructor en la Escuela Militar, edecán del Presidente José Luis Bustamante y Rivero y Jefe del Agrupamiento de Artillería. Qué honor es verlo en persona y no a lo lejos, casi como siempre, por los diarios o en las ceremonias.-

Ahora el general tenía sentimientos extraños: el teniente merecía una sanción por su osadía, pero no era el caso castigar a alguien por esa deferencia. Rápidamente la conversación derivó a otros límites: el teniente le habló de historia, de la fortaleza de las tropas en las campañas napoleónicas y de la impresionante aventura de los África Korps, de las cualidades de Rommel y las potencialidades de los ingleses en el Canal de La Mancha. El general, impresionado, pensó: “este teniente no habla como teniente”. Poco a poco, la conversación se volvió más agradable y compartieron puntos de vista sobre el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, sobre las carreteras de penetración que el Ejército había construido para conquistar el verde oriente peruano y de las ventajas del material ruso adquirido por el país para renovar la defensa.

– Bueno, mi general, me voy. He cumplido con este deseo de conocerlo en persona. Retornaré a mi unidad-
– Espere un momento –le dijo el general – ¿Me dice usted que está en su último año de teniente?
– Sí mi general. Con fecha 1 de Enero de 1973, ya soy capitán
– Muy bien, entonces lo nombro mi ayudante personal. El 1 de Enero lo espero en la Comandancia General del Ejército.

El teniente se lo agradeció infinitamente. Le estrechó la mano y le hizo saber que era un honor. Se despidieron. El general ordenó que un chofer lo llevara de vuelta a Lima. Después de todo –pensó- no todo había sido malo. El auto se perdió en la primera curva de la carretera que llegaba al exclusivo balneario de Hondable. Ahora sí, Mercado Jarrín podía descansar. Lo que sí no se imaginaba, era que precisamente ese día estaba dándole una vuelta a la tuerca de la historia del Perú:

El teniente se llamaba Vladimiro Montesinos Torres

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