Un presidente verboso que ha seducido a su propia ambición a creerse portadora de un “destino”, cuando habla al país, únicamente puede construir un país subjuntivo.
Un país subjuntivo sólo existe en el futuro, se proyecta como posibilidad, casi es antítesis del amargo de retama del presente. El Leonel Fernández que habló este lunes pasado lo sabía, por eso sus palabras les roban el presente a los dominicanos.
Más de ciento treinta años de autoritarismo es flagrantemente una violencia empotrada en la personalidad nacional. La gente dice aquí que de alguna manera todos llevamos un “trujillito” por dentro, y si las palabras deben ser usadas para comprender y explicar, no para controlar y oprimir, ese “trujillito” por dentro es una advertencia respecto de una historia de azarosas complacencias opresivas.
El presidente Fernández ha abusado del recurso de la palabra, la ha usado en demasía para mentir, encubrir y seducir; y revolcándose en los zarzales del poder terrenal, su “trujillito por dentro”, prefigura tan sólo un país subjuntivo.