La cuentística después de Bosch/ Diógenes Céspedes

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El impacto literario de “Camino real”, de Juan Bosch, publicado en 1933, cinco años antes de que emprendiera su viaje a Puerto Rico como exiliado, tuvo un efecto inmediato y luego retardado a causa del viraje político del escritor cuando llega a La Habana, procedente de Puerto Rico, convencido por Enrique Cotubanama Henríquez para que encabece la oposición a la dictadura de Trujilllo y unifique el exilio en semejante lucha.

En el primer año de exilio en San Juan (1938-1939), si hemos de creer lo que le dice en carta a Trujillo para justificar su salida del país, Bosch se dedicaría en cuerpo y alma a tallarse una carrera literaria, algo que en Santo Domingo, en las circunstancias de esa época, era completamente imposible, ya que para ser escritor en su país había que entrar en la política y él no estaba dispuesto a transigir con su vocación de escritor.

Tal vez a esta disposición de Bosch se deba el hecho de que en ese primer año no fue atacado brutalmente por los plumíferos del gobierno, pero al conocerse que ya estaba comprometido con el exilio dominicano y que estaba dispuesto a formar parte, no a encabezar la oposición a Trujillo puesto que una minusvalía social le hizo confesar a Cotubanama Henríquez que por su ascendencia social Juan Isidro Jimenes Grullón era el indicado para desempeñar ese papel. (J. Bosch: “Exilio y lucha antitrujillista”. Obras completas. T. XI, pp. 37-39).

Cotubanama es quien convence a Bosch de que por su prestigio literario y su inteligencia es el hombre llamado a dirigir el partido que se bosquejaba en el horizonte cubano como un símil del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) del presidente Carlos Prío Socorrás, con cuya hermana estaba casado el hijo de Francisco Henríquez y Carvajal y Natividad Laurazón, medio hermano, por lo tanto, de Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Aunque había nacido en la República Dominicana, llegó a Cuba a los dos años y adoptó la nacionalidad cubana, pero por sangre y cultura le dolía nuestro país tanto o igual que Cuba, en una época en que todavía no estaban tan deslindadas esas nociones nacionalistas de frontera, pues en aquel siglo XIX todos y todas eran integrantes de la “magna patria latinoamericana”.

De modo que el efecto surtido por “Camino real” se vio de inmediato en una serie de cuentistas como Hilma Contreras, vindicada por Bosch antes de salir al exilio, Ramón Marrero Aristy, Ramón Lacay Polanco, Virgilio Díaz Ordóñez, J. M. Sanz Lajara, José Rijo, Miguel Ángel Jiménez y Néstor Caro, para no citar sino los de mayor viso hasta hoy. La preocupación por el tema nacionalista y su ideologización es lo que caracteriza esta influencia boschiana en los cuentos que tratan sobre el problema campesino.

Sin embargo, en textos como “El hijo”, de Lacay, “La espera”, de Contreras, “Aquel hospital”, de Díaz Ordóñez, “Mi traje nuevo” de Jiménez, “Un hombre de la calle”, de Caro y “Curiosidad”, de Sanz Lajara se observa un cambio temático de lo urbano en lugar de lo campesino, lo cual aportará una percepción subjetiva distinta a la aportada masivamente por los textos de Bosch, no solamente desde “Camino real”, sino también de la casi totalidad de los cuentos que escribió en el exilio, con excepción de los textos paradigmáticos ciudadanos como “La mancha indeleble”, “El hombre que lloró”, “La muchacha de la Guaira” y otros semiurbanos con tinte social y nacionalista como “Los amos”, “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “Luis Pie” y “El indio Manuel Sicuri”.

Hay que acotar que la onda nacionalista y social no era solamente preocupación de los cuentistas que siguieron a Bosch, sino que también la onda urbana le llegó a los escritores hispanoamericanos a través de Guy de Maupasant y Alphonse Daudet y muy tardíamente a través de los cuentistas rusos, principalmente Antón Chéjov. Y tal vez buena parte de ese nacionalismo literario viene de la fuente de escritores italianos, incluidos algunos de tendencia fascista y de la literatura comprometida que irradió la Unión Soviética desde 1917.

Por eso no sorprende encontrarnos en nuestro país con escritores trujillistas que escriben una literatura rabiosamente nacionalista como Héctor Incháustegui Cabral en el libro “Poemas de una sola angustia” y el cuento “La estrella roja, delante, abriéndole el camino…”, que trata de la miseria extrema de una familia campesina de Baní que pierde a un hijo recién nacido. También el mismo autor teorizará el nacionalismo político y literario en los números 1 y 4 (1943) de los “Cuadernos Dominicanos de Cultura”. Fue una moda que cultivaron los escritores de la época, fueran trujillistas o no, socialistas, fascistas o comunistas. Lo importante es analizar qué hicieron con esas teorías y cuál fue el resultado final de sus textos: ¿ideología o valor literario?

La influencia de Bosch se quedó en la oralidad y la memoria de los escritores que he citado más arriba. Solamente viajeros o diplomáticos como Emilio Rodríguez Demorizi y Ramón Marrero Aristy o Héctor Incháustegui Cabral, autorizados por Trujillo para sondear los planes del ya jefe del Partido Revolucionario Dominicano en Cuba tuvieron contacto personal con Bosch en La Habana y se sabe que trajeron a Ciudad Trujillo obras y cuentos de Bosch y que posiblemente fueron leídos en círculos muy estrechos. En otro caso, exiliados que llegaron en 1946 para fundar el Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática trajeron literatura producida por los exiliados, pero su difusión fue muy restringida. Literatura comunista o de los escritores exiliados significaba peligro de muerte para quien fuera detectado o apresado por los servicios secretos en posesión de tales obras.

De modo que la influencia de Bosch en los cuentistas dominicanos quedó detenida en ese lapso 1940-1961 para escritores de la Poesía Sorprendida, los Independientes (con excepción de Rodríguez Demorizi, Marrero e Incháustegui Cabral), la generación del 48 y la generación del 60.

Con la decapitación de la dictadura el 30 de mayo de 1961 y el exilio de la familia Trujillo y los personeros más comprometidos de aquel régimen y la vuelta de todos los exiliados a partir de octubre de 1961 y con la llegada de Bosch se inicia el período de conocimiento del político primero y del escritor poco a poco. Con la publicación de “Cuentos escritos en el exilio” y “Más cuentos escritos en el exilio”, de Bosch, publicados por Julio D. Postigo en la Colección Pensamiento Dominicano en 1962 y 1964 será cuando se inicie de nuevo la conexión entre Bosch y los intelectuales, poetas, dramaturgos, novelistas y cuentistas contemporáneos suyos y los que nunca habían oído su nombre.

En síntesis

La influencia de Bosch en los cuentistas dominicanos se quedó en la oralidad y la memoria de algunos escritores. Solamente viajeros y diplomáticos autorizados por Trujillo para sondear los planes de Bosch en el exilio tuvieron contacto personal con él y se sabe que trajeron sus obras.

© Areito-HoyA

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