La mayoría de textos que han estado leyendo son fruto de la curiosidad de muchos años. También, un intento de escribir con la teoría, el contexto socio-cultural y, por qué no, los humores propios versus los ajenos. En sus mejores páginas, creemos, elaboran una propuesta tan arbitraria como persuasiva: polémica. Precisamente aquí radica el meollo de lo que para nosotros sería lo más gratificante; por poner sólo algunos ejemplos, propiciar acaso los siguientes debates: que la poesía culta de la República Dominicana se salve de su acartonamiento por imitación de las letras de la bachata; que a los poetas peruanos y mexicanos les preocupe muchísimo menos una precoz fama de barrio; que los poetas españoles se dejen de joder y de verdad se pongan a no escribir “poesía” porque –la que practican– dejó de serlo hace ya mucho tiempo.
Sin embargo, queremos llamar la atención no sólo de lo fallido, sino también de las mezclas interesantes que, en este principio de siglo, se están llevando a cabo en el ámbito de la poesía hispana: Borges-Vallejo, Dalton-Hernández Camarero, Guillén- Cernuda. Así como la constatación de que –a riesgo de no coincidir, esta vez, con un común denominador posmoderno: nos referimos al concepto de la muerte del sujeto creador (Jameson)– las personalidades poéticamente poderosas son las que se están abriendo camino, verbigracia, Luis Hernández Camarero y Raúl Gómez Jattin. Esto último, sobre todo, para graficar los gestos de estilo de un auténtico poeta frente a la moda predominante: poesía “débil”, Neobarroca, de la “experiencia”, Neohistoricista, Neosurrealista, Intertextual, entre otras. Como en seguida veremos, bajo estas rúbricas se adocenan la mayoría de los poetas de ahora mismo. Sin embargo, este fenómeno habría que observarlo, en primer lugar, bajo la lógica inherente al proceso mismo de la globalización; al respecto, Juan Duchesne Winter en su artículo de la web, “Identidad, lengua y globalización”, acertadamente nos ilustra:
“es un fenómeno avasallador; abre posibilidades nunca vistas y ofrece peligros muy temibles. Son positivas las multiplicidades (las lógicas de lo diferente) a las que se abre la globalización y son negativas las uniformidades (las lógicas de lo único) que ésta impone”
Por otro lado, nos percatamos que tenemos una inclinación por leer de cerca y una necesidad de ir contra el lugar común, aunque no creamos en la autonomía del texto, ni en la especificidad de la literatura. En términos generales, y glosando a Ricardo Piglia, diríamos que el marco mayor de la literatura no es observar el lugar que ocupa la realidad en la ficción, sino la que ocupa ésta en la realidad (Crítica y ficción. Buenos Aires: Seix Barral, 2000: 129). O, citando otra vez a Juan Duchesne Winter, aunque ahora de otra fuente: “la literatura no habla sobre la sociedad, más bien la sociedad habla literatura, es literatura. Se acabó aquello de ‘literatura y sociedad’” [Ciudadano insano. Ensayos bestiales sobre literatura y cultura (Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2001) 233]. Aunque, habría que precisar, que no por esto acabamos también con la injusticia, la intolerancia o el hambre mundial que siguen allí tan campantes y, acaso, aún más generalizadas.
En pocas palabras, no nos interesa pasar volando por sobre los textos. Primero por un elemental sentimiento de creer aún en el placer de la lectura y, segundo, porque proceder de otra manera nos lleva a imperdonables simplificaciones y acomodos burdos de los textos a determinadas teorías de agenda. No somos filólogos, estructuralistas ni culturalistas (post colonialistas) a priori, todo depende de lo que queramos hacer con los textos. En este sentido creemos en la libertad y defendemos el derecho a la invención en cuanto a la crítica literaria o la crítica de la cultura y, asimismo, en cuanto aquello inspira también nuestra tarea docente.
Por último, aunque debimos quizá puntualizarlo desde el principio, es evidente que cuando repasamos esta Poesía en globo encontramos la obra de César Vallejo casi por doquier. No es que enarbolemos la frase del recientemente desaparecido poeta dominicano, Carlos Rodríguez, para el cual “leer poesía es leer a Vallejo”; ni que nos obnubile, por ejemplo, la conocida opción de Roque Dalton por el poeta peruano frente a todos sus demás colegas americanos. Lo que sucede, simplemente, es que pensamos que el legado del vecino de Santiago de Chuco está acompañando los gestos de estilo más interesantes y audaces de los poetas de hace muy poco y también de ahora mismo, verbigracia, Jaime Saenz y Andrés Ajens, respectivamente.
Este es, pues, el marco teórico y vital de lo que hemos intentado hacer con los artefactos de Poesía en globo: versos hispanos y globalización (libro en busca de editor) y de lo que intentamos hacer también con nuestro blog. A su modo y a su alcance, y tal como lo sugiere Gilles Deleuze, nos proponemos: “experimentar con la imaginación y componer máquinas de delirios, afectos, sensaciones y signos que constituyen en sí mismas protocolos experimentales para el devenir de lo real” (Duchesne Winter 2001: 107). A su vez, ensayos que siempre aguardarán una nueva oportunidad para volverse mejores. Para afinarse, para echar por la borda todo aquello que se lo merece y aplaudir con gozo lo que delicada y esforzadamente nace en nuestros tiempos en que, para ser creativos, los escritores requieren de un extraordinario esfuerzo de autenticidad. Sacrificio y muy buen humor, qué fórmula más majadera. “El hombre no es lo que tiene. El hombre es lo que no tiene”, leíamos hace poco –en una hoja suelta del grupo de jóvenes poetas ERRANTICISTAS en El Conde (Santo Domingo)– y creemos que tambiénmen esta frase estriba el futuro de la globalización y, por cierto, el de la poesía misma.