El Comercio (Perú), 18/10/96
Rafael Courtoisie (Montevideo 1958) es un narrador, poeta y ensayista al que ya conocíamos desde algunas antologías sobre lírica contemporánea de su país; ahora lo encontramos plenamente consagrado al haber recibido con Estado sólido (Madrid: Visor, 1996) el importante Premio Internacional Fundación Loewe del pasado año. El jurado estuvo integrado por Octavio Paz, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Antonio Colinas y Jaime Siles, entre otros poetas.
Conforman este esbelto libro veintiún textos en prosa, de los cuales tres son particularmente breves: “Estado sólido”, “Inestable” y “Resistencia de materiales”. De modo muy significativo, el primero y el tercero de estos micro-relatos van aparejados a otros de extención mayor con los que comparten el mismo título; es decir, existen dos poemas titulados “Estado sólido” y “Resistencia de materiales” de los cuales, digamos, uno –el brevísimo– es el teorema y el otro –el breve– es el corolario; uno funciona como la síntesis y, el otro, como el análisis de cada propuesta.
Sin embargo, “Inestable” es un texto económico, único y autosuficiente respecto a la temática general del libro:
Un hombre se disuelve en su agua corporal como un terrón de sueño.
No es sólido ni líquido y su vapor se esparce y pierde, a la larga, en
actos y palabras. Momentáneamente sólido, momentáneamente ergui-
do, un hombre es un grumo.
La imaginería, por momentos harto sugestiva y muy bien hilvanada, descansa sobre un lenguaje casi siempre certero, por rítmico y preciso.
Poco a poco imaginería y lenguaje se pegan –se agarran del lector– como un caracol, le van impregnando su tinta transparente e indeleble; esto es particularmente patente en “Palabras de la noche”, quizá el texto mejor atado de todo el conjunto:
La noche es una desobediencia. Los murciélagos conocen una razón
distinta. Se posan en un eco, en la consecuencia de una palabra que pronuncian, en la respuesta persistente a una pregunta. Los silogismos
del murciélago le sirven para andar […] Los hombres en la noche igno-
ran todo. Membranoso, el murciélago sólo va en el pensamiento, como una cosa pura.
Poesía de lo virtual, logra más cuanto más arriesga: se ensimisma en lo ignoto, atraviesa –con los ojos bien abiertos– los desconcertantes corredores que puede ser lo habitual. Como en la prosa de su compatriota Filisberto Hernández, el lenguaje mismo es una fiesta cuando esto ocurre; por fin juega otro juego, su auténtico juego.
Mas, tratándose de una poesía de lo previo o de lo inminente, quizá el mayor reto es mantener un repertorio de imágenes a la altura de este frágil tanteo de la sensibilidad y de la inteligencia. Dificultad análoga a la que tenemos –según advierte Gastón Bachelard– cuando intentamos graficar el vuelo (onírico) humano, no tenemos quizá más remedio que valernos de alas y de plumas.
Asimismo, podría existir el peligro de que algún escéptico lector –probablemente junto con J. Habermas– crea constatar en este libro que la reducción de los géneros de la escritura a la unidad estetizante de la creación poética sea un indicio de anquilosamiento; es más, que la devaluación de la “experiencia” del sujeto –en el discurso– esté colmada por la idea vaga y problemática de la autonomía poética del lenguaje. Sin embargo, estos reparos que para otros –y no pocos– textos “posmodernos” son ciertos, no son en modo alguno pertinentes para Estado sólido. El buen lector, más bien, se desplaza como un anfibio entre el autotelismo del lenguaje y una realidad sobre la que es posible fundar el conocimiento, algún tipo de conocimiento.
En otras palabras, el sujeto poético se deja palpar y, no menos, su tema o su discurso:
Imaginar un sacrificio, un cuello, una víctima. Habrá un altar de piedra
en lo alto de una pirámide, habrá una ciudad sitiada y arrasada más tarde
por los Hunos, habrá una reina minúscula y un corpulento jefe enemigo
derrotado […] Hasta las armas imaginarias solicitan la temperatura de un cuerpo (“Arma blanca”)
“Hasta las armas imaginarias solicitan la temperatura de un cuerpo”, creemos que este acierto poético fecunda el presente logro de Rafael Courtoisie y, probablemente también, será relevante en su producción futura.