Archivo de la categoría: Poesía

Poesía

Granados en traducción: Amarus y otros poemas

Amarus (2015) es una breve antología personal de mis poemas de corte más sostenidamente amerindio. Por lo tanto, incluye poemas de varias épocas –empecé a publicar en 1978 (Sin motivo aparente)–; los cuales, a modo de un corte transversal entre todos ellos a esa fecha (2015), coinciden en motivos, fervor y lenguaje semejante. En esta oportunidad van traducidos al portugués brasileño por Bruno Eliezer Melo Martins. Asimismo, tengo la suerte de contar con otros textos vertidos al portugués por parte de otros destacados traductores brasileños: Diana Araujo Pereira, Leila Yatim, Leonardo Vieira de Almeida, Gislaine Perez y Amálio Piheiro. Este último, el mismo poeta paulista que tradujera íntegramente mi poemario Roxosol (Arequipa, Perú: Cascahuesos, 2018); y del cual figuran aquí, más bien, algunas otras breves traducciones.

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EN LA ESTRATÓSFERA CON ANIMALES. POESÍA 1978 – 2018

Faltan todavía algunos años para celebrar mis cincuenta calendarios en esto de la poesía, Sin motivo aparente (1978); pero hoy deseo revelarles el lema que figura como portada de todo mis versos: “En la estratósfera con animales”. Llegó, de manera impensada, poco después de una reunión en El Queirolo de Pueblo Libre con mis ex condiscípulos de promoción del colegio. A ellos ya les agradecí por tan grato momento, pero ahora debo dar gracias también, de modo explícito, a la poesía porque aquel lema es el que siempre me moló, pero no lo encontraba o todavía no sopesaba lo suficiente en ello.

Si le ponemos atención, aquel lema implica varios niveles de lectura. El más allá no alude al cielo, sino tan sólo a la estratósfera; y que los animales, nosotros incluidos, son asimismo los planetas y los astros. Es decir, sin alienar al conjunto su radical animalidad, instinto, imprevisibilidad, mutabilidad tan particularmente tornasolada en aquel espacio abierto.

Agradezco a la poesía, más potente que tocar una quena dentro del cráneo de una calavera (mi padre y su grupo lo hacían, en Huaraz, cuando muchachos). Agradezco a los seres inocentes, todos, que me han acompañado entre lo cotidiano y algún “tempo solto” (auténtico hallazgo de Amálio Pinheiro) que de vez en cuando ha venido a aderezar la vida de todos los días. Somos inocentes porque nos morimos y somos valientes ya que, de modo rutinario, nos enfrentamos a la soledad de la muerte (antes, a la de nacer). Somos inocentes porque todo esto no es más que una humorada; y no una estafa, tal como dijo antes de morirse mi amigo mago Rafael Soto Vergés, además gaditano y poeta, por si no bastara con ser mago. Cómo no va a ser una humorada, querido Rafael, si velamos a diario y meticulosamente nuestras armas de ranas asesinas siendo apenas unos frágiles seres de sangre caliente.

Me gusta pensar, más bien poner en práctica, y a capricho, que el universo cabe en una mano. O que uno por la emoción puede también expandirse y viajar y tocar el corazón de todos y cada uno con el índice de la otra mano. Dedico y dejo mi poesía para Rosario, avispas semejantes, a punto de picar sin compasión a aquella recién acaserada estrella. P.G.

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LA MIRADA

Granados demuestra una vez más que es un artista con calle poética, cuya voz se resiste a categorizaciones simplistas y cuyo oficio gana vigencia con el paso del tiempo. El reconocido poeta y académico limeño revela entonces el lugar que la poesía, como epistemología y concepción del mundo, ocupa en la vida diaria. Así, al reconciliar los caóticos mundos interno y externo a través de un intelecto cruelmente tierno y sensual, La mirada de Pedro Granados se erige como un referente en la poesía contemporánea: ‘una nave / hacia la noche / hacia el día / hacia el horizonte’.
Carlos Llaza

Mirar no es una operación abstracta del cuerpo sobre un objeto. De modo semejante a los zorros arguedianos, en la mirada granadina acontece una epifanía no exclusiva de los seres humanos. Es una mirada en red en la que el todo tiene ojos para ver y devolvernos a su vez la mirada. Una epifanía del cuerpo que no es una promesa más lanzada hacia el futuro, sino una experiencia que es posible todos los días. Pensar desde la epifanía, ya sea rememorándola o rindiéndole tributo, es uno de los rasgos distintivos de la reflexión poética de Granados.
Carlos Quenaya

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ROXOSOL

La poesía de Pedro Granados es el hilo de habla que emerge de una herida en el cuerpo del lenguaje español. Habla que es hilo de vida, huella de sangre, texto de la voz que borbotea con asombro y convicción. Estos poemas, por lo mismo, palpitan en cada sílaba, con sobriedad y desnudez, o con la dignidad que hay en la desnudez que recibe la palabra viva del poema como una rama de fuego arrancada de la voz. Esa palabra en carne propia reverbera en la intimidad de una conversación en la que la confesión y la súplica, la oración y la convocatoria, se suman, con ardor y sed, para que el poema sea una historia de vida, una breve memoria de la muerte viva. De allí la demanda que nos impone el poeta. Es una demanda de pasión vital y ardor verbal. Aun cuando el lenguaje sólo puede dar cuenta de la fragilidad y fugacidad del tiempo presente, el poema demora ese ardimiento, ese brío del habla en el coloquio. Como si la poesía fuese capaz de concedernos todavía verdad y piedad.
Julio Ortega

La poesía de Granados evoca el dislocado sentimiento de identificación con un terreno síquico y físico repleto de signos de un pasado desconocido y al mismo tiempo visible; físicamente, en las líneas que las ruinas subterráneas trazan en la tierra, y síquicamente, en la leyenda del cuerpo enterrado y el espíritu emergente del antiguo sol o Inkarrí.
Leslie Bary

O livro comemora os quarenta anos de vida poética do peruano Pedro Granados. A pujança da voz coloquial escancara o jogo solar entre a tristeza e a alegria, ilumina o vaivém morte e vida na paisagem, nos objetos e nos afetos cotidianos. Ninguém pode escapar desses versos curtos entremeados de dança e sol.
Amálio Pinheiro

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En la estratósfera con animales

Foto por Marina Herrera

Faltan todavía algunos años para celebrar mis cincuenta calendarios en esto de la poesía, Sin motivo aparente (1978); pero hoy deseo revelarles el lema que figura como portada de todo mis versos: “En la estratósfera con animales”. Llegó, de manera impensada, poco después de una reunión en El Queirolo de Pueblo Libre con mis ex condiscípulos de promoción del colegio. A ellos ya les agradecí por tan grato momento, pero ahora debo dar gracias también, de modo explícito, a la poesía porque aquel lema es el que siempre me moló, pero no lo encontraba o todavía no sopesaba lo suficiente en ello.

Si le ponemos atención, aquel lema implica varios niveles de lectura. El más allá no alude al cielo, sino tan sólo a la estratósfera; y que los animales, nosotros incluidos, son asimismo los planetas y los astros. Es decir, sin alienar al conjunto su radical animalidad, instinto, imprevisibilidad, mutabilidad tan particularmente tornasolada en aquel espacio abierto.

Agradezco a la poesía, más potente que tocar una quena dentro del cráneo de una calavera (mi padre y su grupo lo hacían, en Huaraz, cuando muchachos). Agradezco a los seres inocentes, todos, que me han acompañado entre lo cotidiano y algún “tempo solto” (auténtico hallazgo de Amálio Pinheiro) que de vez en cuando ha venido a aderezar la vida de todos los días. Somos inocentes porque nos morimos y somos valientes ya que, de modo rutinario, nos enfrentamos a la soledad de la muerte (antes, a la de nacer). Somos inocentes porque todo esto no es más que una humorada; y no una estafa, tal como dijo antes de morirse mi amigo mago Rafael Soto Vergés, además gaditano y poeta, por si no bastara con ser mago. Cómo no va a ser una humorada, querido Rafael, si velamos a diario y meticulosamente nuestras armas de ranas asesinas siendo apenas unos frágiles seres de sangre caliente.

Me gusta pensar, más bien poner en práctica, y a capricho, que el universo cabe en una mano. O que uno por la emoción puede también expandirse y viajar y tocar el corazón de todos y cada uno con el índice de la otra mano. Dedico y dejo mi poesía para Rosario, avispas semejantes, a punto de picar sin compasión a aquella recién acaserada estrella. P.G.

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SOLOGUREN en Amazon

Leíamos a Javier Sologuren desde el colegio; la sensación que siempre se nos quedó a través de sus versos fue la de discreta intimidad, levedad y sutileza. Ya en los años universitarios nos llamó la atención la rigurosa arquitectura de sus poemas, su encauzado caudal, que, según hemos averiguado con el poeta, no obedecen a un trazado previo sino a la irrupción instantánea de un sueño resoñado, de un texto gestado largamente en lo oculto. Del mismo modo nos cautivaban su poderosa visualidad. De alguna manera, arquitectura y visualidad iban juntas refinándose, apuntando hacia una totalidad, desechando excesivas apoyaturas (sonoridad, signos de puntuación, figuras retóricas). Nos propusimos entonces algo que ahora daremos a luz, intentar dar cuenta de la coherencia y armonía de esa fanopea , de los pilares que sostenían dicha arquitectura. Incandescentes ideogramas, esta última, o discreto vocabulario el cual, hoy por hoy, podemos conectarlo a una mediación conceptual de corte multinaturalista; a un modo de pensar “amerindio” que surge desde la urbe moderna. P.G.

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INKARRÍ en Amazon

Inkarrí, el libro que presentamos, viene a completar una saga formada por Roxosol (2018), La mirada (2020) y Amerindios (2020). Cuatro libros que tal vez constituyan un punto de llegada del trabajo poético e intelectual de Pedro Granados. La poesía manifiestamente aquí es una aventura intelectual en la misma medida en que la labor intelectual es una aventura poética. Vale la pena hacer el énfasis en esta dimensión de la inteligencia llevada a la poesía porque esta puesta en práctica del pensamiento es señal de algo mucho más tangible y provocador: la animalidad de quien escribe. Las ideas y los conceptos a los que nos podrían remitir los libros de Pedro Granados no son prerrogativa de los seres humanos y, por eso mismo, no pertenecen estrictamente al campo humanístico. Lo intelectual en estas páginas adquiere un significado nuevo.
La escritura poética actúa como un disolvente de las tradicionales jerarquías y oposiciones que nos orientan en el mundo. Un crimen ejecutado de manera gozosa sobre el que escribe, según afirma el poema. ¿Quién es, entonces, ese yo poético que piensa parsimonioso y concentrado tras las líneas que leemos? No, desde luego, el de la duda cartesiana, seguro de su propia identidad pensante. Tampoco el cuerpo codificado de nuestros días, inevitablemente en busca de emancipación política. Quien piensa aquí es ya el aroma del mar o el verde amarillo de la retama en primavera. Desde ahí nos habla y, a través de estos poemas, nos hace partícipes de su feliz humanidad.

Carlos Quenaya

Portada por Carlos Yañez

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El último encuentro de César Vallejo y Federico García Lorca/ Alan Smith Soto

César y Federico, pieza de poesía dramática, en que el espacio/tiempo del Café de Chinitas, Málaga, 1931 –donde se reúnen Vallejo, Lorca, la Argentinita, un joven– alterna con el de una habitación en la clínica del boulevard Arago, Paris, viernes santo, 1938, donde se va muriendo el poeta peruano, velado por su esposa y un amigo. No es frecuente que los dos máximos poetas de su siglo de una lengua se conozcan y compartan la amistad; menos que ambos pronto conocieran la muerte de manera extraordinaria: Lorca, asesinado, Vallejo, muerto sin causa, como si fuera querido en otra parte. Qué encuentro más reverberante y cimbreado que el de estos dos seres humanos con el amor y la muerte, dos alas de la misma paloma.

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