Archivo de la categoría: Narrativa

Narrativa

¡Fozi Lady! o la agonía de César Vallejo (pdf)

Novela breve sobre el poeta César Vallejo, esta vez  en Foz do Iguaçu (Paraná, Brasil); y también, paralelamente, sobre Juvenal Agüero.  ¡Fozi Lady! continúa la saga de Prepucio carmesí y otras novelas cortas (Lima: Tribal, 2013).  ¿Las últimas palabras del poeta fueron, realmente, las dedicadas a España (“-Me voy a España”)?  Hace algunos años se publicaron unos muy pocos ejemplares de ¡Fozi Lady!, de modo artesanal (Guardanapo Editores) y en versión bilingüe, traducidos magníficamente al portunhol selvagem por Bruno Melo Martins.  Aquí les va el pdf –por gentileza de “Vallejo Sin Fronteras Instituto” (VASINFIN)– con la versión íntegra en español.

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BARRANCA (Ficción urbana total)/ Armando Almánzar-Botello

A Georges Bataille, Pierre Klossowski, Jean Genet, Henry Miller, Charles Bukowski, Francisco Nolasco Cordero, Pedro Lemebel, Jimmy Sierra, Luis Alfredo Torres, in memoriam
A Rafael Áñez Bergés
«Aquí retorna lo que solo es una fábula. Aquella del perro narcisista que mirándose reflejado en el agua mansa de un río, se antoja en espejo del trozo de carne que en la boca suspende su compañero cristalino. Conociendo ese final peligroso de la fábula: la corriente del río arrastra la carne del otro… ¡que es la nuestra!, digamos bajo la máscara de un Esopo lacaniano y postmoderno: afirmo el compromiso con el texto en el juego del humor, la pérdida y la herida. Descubro en el reverso del espejo la trama o la escritura del Otro sin clemencia…» A. Almánzar-Botello
«No, la perversión no caracteriza a la filosofía por medio de una simple metáfora. Ha de comprenderse en tanto que torsión de superficie o de plano, a la manera geométrica o geográfica, como una curvatura del plano de inmanencia del pensamiento, que vuelve lindantes, hasta el punto de que intercambian propiedades y llegado el caso se confunden, la filosofía y esa homosexualidad a la que Proust da el nombre de “judía”, cuyas propiedades y función son “alógicas”, “jeroglíficas”, y donde, como dice Gilles Deleuze en su “Proust y los signos”: “No hay logos, no hay más que jeroglíficos”. El jeroglífico es el emblema de la homosexualidad moderna. A la marcha unificante, voluntarista, catártico/ascensional, platónica y anagógica, ella le opone la dispersión esquizofrénica de los signos». René Schérer: Miradas sobre Deleuze
«Os voy a dar por el culo y me la vais a mamar, / Aurelio comevergas y Furio julandrón, / que, por mis versitos, como son sensuales, / me habéis considerado poco decente.» Catulo, poeta latino, siglo I a. C.

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Prepucio carmesí (y Un chin de amor) pdf

-¿Tienes resaca de diáspora de más de un millón de peruanos que se han ido del país, de disolución, de artistas que podrían haber estado con nosotros ahora y que no pudieron ser, perdieron la vida en el intento, no quisieron o no se atrevieron?  ¿Resaca de soledad marcada por tu propia vida pero también por una literatura de catacumbas?

-En diáspora no me he sentido nunca.  Porque hay un eje interior que es tu patria verdadera, tu lugar, tu forma.  Es un eje emotivo.  Una especie de lugar privado donde existe un montón de amor: el de mis padres, el de mis hermanos, el de mis mujeres presentes y pretéritas.

-Te aclaro lo de las catacumbas: me refiero a la política de apoyo que tanto la empresa privada y el Estado deben ofrecer a las artes y a las ciencias.  Hasta este momento somos exportadores de cerebros.  Al paso que va la educación ya ni siquiera cerebros exportaremos.

-Efectivamente.  Escribir en nuestro medio es catecumenal.  Pero como sucede en la secta cristiana, parece que ésta es la única manera de hablar en lenguas.  Sin embargo, a uno le provoca salir de la catacumba y eso es lo que no funciona, pues, en nuestro medio.  Cuando bajaba la cuesta de Cornell, meditaba en mi circunstancia mágica: de ser un profesor de secundaria muy mal pagado en un colegio de Lima, había pasado a ser casi un gurú, cosa que nunca me propuse en serio, entre la alta clase media norteamericana, harto estudiosa y no menos diletante, que se congrega en esa universidad.

-Tú eres un vitalista.  Un poeta de la vida y no de la muerte.  Pero lo eres en un tiempo definitivamente tanático.  De haber sido otro el destino de nuestro país, creo yo que tú podrías haber celebrado nuestro esplendor, ahora negado, no en tono grandilocuente, no a lo Chocano, sino desde el detalle, la intimidad, lo aparentemente nimio, lo que constituye un rasgo de tu poética.

-Respecto a lo vital, a lo celebratorio de mi poesía, tengo un rechazo a toda postura maltusiana, apocalíptica, en cualquier aspecto de la existencia: sea de salubridad pública, de las finanzas, de la educación, de la escasez de los alimentos, etcétera.  Confío en la creatividad humana y en la evasión a secas, siempre presentes al final de cuentas en nuestra historia.  Rubrico esta observación tuya también desde una postura estrictamente cognoscitiva o intelectual.  Considero que el saber en última instancia es gozoso.  Cualquier tipo de saber.  Por eso rechazo a la gente que mete miedo, a los que se quedan a la larga en un saber a medias.

-¿Qué percibes del deterioro ambiental y humano?  Un ejecutivo inglés dijo que si se calienta la Tierra, lo único que va a hacer es agregar un trozo de hielo más a su scotch.

-Santa Teresa decía: si se produce un pequeño fuego en una casa, voy presta y lo apago.  Pero si se incendia toda la casa, me paro y me voy.

-¿Qué piensas ahora de la crítica que hace veinte años lanzó a la nueva hornada de escritores peruanos, para lo cual contribuyó a crear premios de mentirijillas, y abjuró del rigor científico al afirmar que en el Perú se producían, como conejos, generaciones de escritores cada diez años, cada cinco años, y ahora cada dos y medio?

-En lo personal no he sido un premiado por la crítica de gacetilla.  Como uno es hombre, claro que a veces uno gustaría verse en las manos dominicales de alguna chica bonita.  Mas afortunadamente, una crítica discreta ha reconocido mis versos.

-¿Te refieres a Martín Adán, que te leyó cuando tú tenías diecinueve años, y cuya última lectura fue un libro tuyo que le gustó mucho, según le contó a Mejía Baca, el médico del Hospicio Canevaro que asistió la muerte del maestro?

-Efectivamente.  Y como me lo dicen de vez en cuando mi hermano Germán, algún complacido alumno, y algunos colegas extranjeros.  Me pregunto si suena pedante todo lo que he dicho.

Boston, verano de 1998

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Poetas del Perú (y alrededores)

Emilio Adolfo Westphalen, buena poesía para adolescentes, índice de edad o de permanente condición.  No se atreve a encandilarse consigo mismo, con su propio metro y con su propia voz, y delega a que recite el lector.  Actitud muy vieja en empaque surrealista.  Escuela para olvidar pronto.

César Moro, su contertulio André Breton es mucho mejor.  Poesía para “aguantados” como lo es la inmensa clase media limeña; la cual, de facto, es la minoría que siempre ha leído.  Muy de vez en cuando, arroja la tinta de sus pinceles directamente al aire y hacia la noche, entonces acierta.  Aunque, por lo general, el formato manda, el soporte le ordena.  Aun así, es mucho mejor que Westphalen.

Javier Heraud, murió justo cuando todavía se encontraba en el intersticio entre su ser real y el de la ficción.  Su gesto ético, aquello de morir a los 21 por los ideales socialistas cubanos, nos deja mudos.  Su gesto poético, en cambio, sí nos permite articular que no superó a Antonio Machado ni salió de las homilías de la iglesia del barrio o de su colegio.

Jorge Eduardo Eielson, testigo de la Poesía, cómo no.  Heredero directo de Martín Adán; de aquellos versos de este último: “[Poesía] De Dios que cayó en orgasmo/ Haciéndolo para cisma”.  Sus esculturas enterradas, de modo paralelo a su “secreto” oculto entre sus voluptuosos “nudos”, brindan cuenta de aquello.  Es el último de los grandes poetas peruanos de raza.  Casi a su mismo nivel va Javier Sologuren; admirador de Eielson porque lo que éste intuía, Sologuren lo articulaba y plasmaba a plenitud. Poeta menor de esta misma generación, de los años 50′, es la muy expresiva y expresionista Blanca Varela.

Antonio Cisneros, constituye el más elocuente fruto de la solvencia e influencia de sus amigotes, también, a nivel de la cultura.

Rodolfo Hinostroza, y su tan personal Comala.  La búsqueda del padre, a lo largo de toda su obra (poesía, ensayo, teatro), trasciende  la utilería y el “tono” de época.  Muy inspirador y recomendable para lectura de los jóvenes.  Juego de acertijos para la gran mayoría, mientras el autor permanece atento al tránsito y  conjunción entre Venus y Neptuno.

Raquel Jodorowsky, a esta autora chileno-peruana alguna vez la leímos y, juramos, que en cuanto podamos la vamos a volver a leer.

José Watanabe, la oralidad de su pueblo natal, Laredo (La Libertad, norte del Perú), le salvó la vida literaria.  Uno de los poetas peruanos más inteligentes del siglo pasado; y excelente administrador también de su propia poesía.  Lo poco que tuvo, que es mucho, lo supo mostrar eficazmente en sus versos.  Cauto.  Obvio, dada esta actitud vital y retórica, le faltó arriesgar.  Se la creyó y le creyeron, pero terminó refugiado en los evangelios; como si estos constituyeran algún tipo de refugio.  Su mesura, su decoro, términos asimismo de la retórica, le pasaron factura.

Eduardo Chirinos, como sus amigos Jorge Eslava o Carlos López Degregori, entre otros de su clan: todos los premios, cero goles.  Producto típico (paradigmático) de las funciones de una institución literaria vigente; en este caso conservadora y con galvanizadas raíces en la PUCP.  Jamás fue un poeta, sí, un esmerado estudiante de Letras.  Junto con Montalbetti y otros, menos conocidos aunque con virus equivalente,  apostaron por –el a su vez inexistente– Antonio Cisneros.  Neblinas de verano de Lima.  Ascos comunes y, a su vez, los mismos modales compartidos.  Espejismos, todavía, de algunos profesores que  tozudamente militan en ciertas nociones restringidas de la vida y de las Humanidades.

Jorge Pimentel y Enrique Verástegui.  Más palabrero uno que el otro; engreídos, ambos, por una crítica siempre en cierre de edición; uno mestizo y el otro zambo. Nada más nos sale decir de ellos.

Pedro Granados,  toda aquella aproximación a la poesía y su crítica en la región –que no tome su obra como referente imprescindible y secuencial a Vallejo, Adán y Eielson– es y será una  verdadera pérdida de tiempo y esfuerzo.  Trabajos de un mala leches o de tonto ocupado.

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LA ENTREVISTA ENCONTRADA DE VALLEJO/ Andrés Ajens

Jack Spicer, el menudo poeta de After Lorca y otros sazonados poemas, viajó muy joven, casi un infante, a España con Hemingway, y tuvo ocasión de entrevistar a César Vallejo en julio de 1937, en Valencia, mientras participaba en el Congreso Antifascista de Escritores, junto a Buñuel, Malraux, Machado, Zambrano, Huidobro, Cernuda, Neruda, Paz, Garro, el mismo Hemingway y un largo etcétera. Hasta hace poco se la creía irremediablemente perdida, al punto que más de un lector atento de Vallejo habrá puesto en duda su misma existencia (Mazzotti 1998; Ortega 2004). Contra todo pronóstico, pero, una copia acaba de ser hallada entre los papeles del Archivo Hemingway del Museo Finca Vigía, en las inmediaciones de La Habana, por el poeta e investigador peruano Pedro Granados, quien la publicó en la revista del Vallejo sin Fronteras Instituto, que él dirige, en Lima; agradecemos desde ya su generosa autorización para republicarla en Caesura. [1]

He aquí, pues, sin quitar ni agregar cosa alguna (salvo los paréntesis cuadrados a modo de frugales anotaciones de lectura), la copia de la transcripción de Spicer.

—Andrés Ajens

https://caesuramag.org/disjecta-membra/el-entrevero-entre-vallejo-y-spicer

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UN CHIN DE AMOR (BACHATEADO)

 

De mí no quedaba más que un

instinto de expectativa.  Roberto Arlt

Lo único que quiero

es que me dé un chin,

un chin chin de amor.  Chicho Severino

Así podría recomenzar la novela de mi vida. Efervescente, transparente y ligera. Pero resulta que mi hermano Germán ya falleció y Elimane cuida un niño de otro ahora; uno que probablemente fue saliendo de su entraña como un coco. Y emprendérmelas cual un barco rompehielos contra mi propio desamor resulta guerra avisada que puede matar gente. Para empezar, a mí mismo. Desaparecer bajo el triturador de mi cocina primero con un ruido áspero, pero después como un sonido uniforme, tan uniforme como el agua que lava y tan humilde desaparece.

De pura casualidad estoy en Santo Domingo. Una vez que no fui requerido para continuar como instructor de español en la University of North Florida, hice planes de irme cuatro meses a México a pasar el rato y escribir un ensayo sobre la poesía mexicana penúltima. Pero la visa que me daban iba a ser sólo por un mes y, entonces, decidí —el viernes 1 de agosto de 2003 y en el mismo aeropuerto internacional de Miami— marcharme a cualquier país que no requiriera a un peruano hacerse notar demasiado. Comencé por casa, por supuesto, pero no hallé vuelos para ese día y, los pocos que había para el día siguiente, estaban literalmente por los cielos. Así que me vine a República Dominicana, lugar donde no tengo amigos, pero sí conozco gente amable y, cómo podríamos denominarlo, algunas lindas muchachas que aún no conozco pero que muy pronto voy a conocer.

Ahora mismo, entonces, empiezo la novela. Son como las seis de la tarde de un jueves. Día harto lluvioso que me ha tenido —hasta hace pocos minutos— tendido en la cama escuchando a Barry White. Curiosa música que (lo pude leer en el folleto adjunto al CD) de antemano volvía elegante al customer; estaba expresamente editada para que el comprador se sintiera guapo y elegante. Quizá es por este motivo que de un salto nos hemos puesto directamente a escribir: perdonados y bellos frente a nuestra iluminada pista de baile.

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PREPUCIO CARMESÍ y UN CHIN DE AMOR (pdf)

Liberamos y publicamos juntas ambas novelas cortas, originalmente del año 2000 (Prepucio carmesí, New Jersey: ENE) y de 2005 (Un chin de amor, Lima: San Marcos).  En síntesis, primeras novelas del siglo XXI –escritas por un migrante peruano– trasandinas, archipiélicas o multinaturales.  Sin melancolías ni con el espíritu –típico o, peor todavía, profesional– de  un sujeto andino damnificado.  Post-exóticas y post-indigenistas  (Indigenismos 1 y 2); la cuales, apuestan más bien por la complejidad desde el origen, por la opacidad.
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Extraordinario hallazgo: Carta natal de César Vallejo

Desconocida hasta ahora (dos hojas con fechas, respectivamente,  15 y 19 de noviembre de 1918), aunque filtrada por manos confiables a este blog, la autora de esta carta astral es Zoila Pajares, viuda de Villanueva, madre de la famosa Otilia Villanueva Pajares.  Iniciada aquélla en las ciencias ocultas, a imitación de Madam Blavatsky, desde adolescente y en su terruño,  Cajamarca. Por lo tanto, completaría y justificaría el real motivo por el cual el poeta se ligó de tal manera a ambas o a aquella casa.  La hija le deparaba un amor “apasionado, vehemente, incontrolable” (Juan Espejo Asturrizaga); mientras la madre, aunque honrada y púdica, hondamente  le comprendía.  Y, no menos, también el motivo  –no únicamente el anecdótico del embarazo, decepción y posterior fuga de Otilia– por el cual se desligó de  aquella familia de modo tan abrupto o intempestivo.  La madre sabía muy bien quién era César Vallejo y el inevitable dolor que venía para la novia.  Intentó, desde un inicio aunque  muy a pesar suyo,  alejar al poeta de la vida de su menor hija.  El viaje o los viajes, con Vallejo solo, aparecía por todo el ámbito del radix.  Que sepamos, el cholo desconoció esta –su propia– íntima misiva.

CARTA

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AGÜEROS PARA ARMAR (Nobloga IX)

Para empezar, Juvenal Agüero, me recuerda a una paloma que conocí casi por casualidad.  Ella recogía -solamente haciendo uso de su pico- la comida escarchada de hierba que los alumnos dejábamos cerca de la cafetería del Campus de la Universidad Católica. Juvenal limeño, es un ave de libertad vasta a la cual se le han cortado las alas y él no lo sabe. Él sigue desplazándose de ciudad en ciudad sin lograr despegar. Avanza penetrando el mundo lentamente, sin embargo, la tierra lo espera calmada con una  mujer entre los brazos. (1) mujer = (1) oportunidad. El peruano, ha recorrido -con sus patas de gaviota- el deseo pantanoso de Manaus y no ha conseguido alzar vuelo tampoco desde Madrid; tan sólo ha logrado estremecerse con la vorágine consumista estadounidense. Juvenal ha llegado lejos, pero a paso torpe debido a la invalidez de sus alas. Y es esta lentitud la que no lo convence. Agota su energía galopando de aquí para allá, deseando separarse de su yo terrenal y elevar su espíritu animal sobre el cielo, empero, el suelo -todos aquí lo sabemos- es solamente preciso para nadar. Todos los animales pueden volar, pero –simplemente- algunos no logran despegar – creo haber leído por ahí.  (D. B.)

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