Nueva novela breve de Pedro Granados, cuya primera fue Prepucio carmesí (New Jersey: ENE, 2000). Eunucos se divide en cinco “capítulos” (Fozi lady!, La asesina, Terremoto, Eunucos y Trina entre los dos el Inca) y gira en torno a la visión del poeta peruano de lo que sería el amor multinaturalista, aquel inspirado en el mito de Inkarrí. Novela experimental donde confluyen múltiples géneros literarios: poesía, ensayo y narrativa propiamente dicha; y donde, a través de esta complejidad formal, dos historias son las que constantemente se entrecruzan: una biografía apócrifa de César Vallejo y una auto ficción. Consigue aqui tu copia impresa
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15/06/25: PRESENTACIÓN DE INKARRÍ (Diálogo con Hugo Aguirre)
Inkarrí/ Hugo Aguirre Castañeda
Pedro granados es muchas voces, lo habita una pluralidad que dialoga. En ese espacio de interacción él se dice cosas que le dicen a él mismo, y su poesía tiene esos ecos que van rebotando entre versos por la vida
Se poesía es un ejercicio pertinaz de “deconstrucción” hacia dentro y fuera, una batalla en la que los vencedores son quienes tienen la voz que él les da, y con quienes orquesta una serie de piezas musicales, rítmicas, temáticas, en las que renace con sus elencos en los que está el mar, otros poetas, mitos o narraciones fundacionales, artes poéticas infiltradas en una actividad creativa que es siempre un descubrimiento del poeta (de sus intenciones creativas, de su mirada, de los diversos paisajes vitales y oníricos que configura con sus palabras).
Como lector uno espera quizás un guía y obtiene un mapa, una brújula, una especie de entidad que nos va llevando por el libro como si transitáramos una respiración agitada que desanda cuestas y llanuras.
Inkarrí, el libro de Pedro del 2024 es una revelación y una joya sobre la que vamos a conversar ahora.
08/05/25: Pedro J. Granados Facebook
22/04/25: FESTIPOELIMA 2025
Participaré en este festival, junto al poeta Vladimir Herrera, el día 25 de abril, 4: 30 pm, Librería de Lima
Jr. Cailloma 843. Centro de Lima
PROGRAMA
16/03/25: INKARRÍ: ¿TRILCE O POEMAS HUMANOS?
En el presente artículo, analizamos “Terremoto” (1937), póstumo texto de Poemas humanos, con tan elocuente vocablo, en relación con el mito de Inkarrí (“cambio radical o pachacuti”). Asimismo, lo cotejamos con el análisis del poema XLVII de Trilce (1922), “Ciliado arrecife donde nací” (Granados, 2014), ya que, además de su especificidad cultural, grosso modo, ambos poemas tratan de la asunción del ser femenino o materno y, de modo simultáneo, también del aborto. Ahora, ¿por qué aquella disyuntiva entre Trilce o Poemas humanos? Porque deseamos abundar en el debate, para nada cancelado, de si Trilce es “mejor” que los poemas póstumos, o viceversa; obviamente, tal asignación de valor se daría en términos de una específica y productiva respuesta a una coordenada local/ global. Perspectiva de estudio, la nuestra, análoga a la diglosia “Paris/ París” que percibiera Enrique Ballón en la poesía de César Vallejo (Ballón Aguirre, 2015), una vez que este ya residiera en Europa; y enfoque por el cual nos preguntamos cómo o hasta qué punto podríamos hablar, para el caso de la poesía del autor peruano, de una “desposesión y lenguaje en el exilio” (Niebylski, 2002). Concluimos que, respecto a la más lograda “encarnación” de Inkarrí en su poesía, Vallejo optaría por Trilce y que, asimismo, jamás hubiera reunido ni publicado en vida el conjunto de su poesía europea bajo el lema de Poemas humanos; y sí, muy probablemente, bajo el título de Poemas multinaturalistas (Viveiros de Castro, 2010) o Poemas poshumanos.
https://revistes.uab.cat/mitologias/article/view/v31-granados-aguero/pdf-es
21/02/25: Encuentro barranquino
El siempre elegante poeta Vladimir Herrera y este joven estudiante de universidad gringa. Piselli de Barranco.
13/02/25: Cuarto sin llave/ Lev Vidal
10/02/25: Granados en Amazon
20/01/25: POESÍA 1978 – 2018 (COLOFÓN)
Respecto de En la estratósfera con animales imagino que, un tanto al modo de Pound o de Eliot, y no menos de César Vallejo, me he orientado por lo siguiente:
Cualquier obra de arte es una mezcla de libertad y orden. Es perfectamente evidente que el arte oscila entre el caos, por un lado, y la pura mecánica, por otro. Una insistencia pedante en el detalle tiende a excluir la forma esencial. Si se mantiene con firmeza la forma esencial se hace posible una libertad en los detalles (Ezra Pound); El arte es una evasión de posiciones fijadas; una oportuna evasión de una norma… (T.S.Eliot); la técnica: pone siempre al desnudo lo que, en realidad, somos y adónde vamos (César Vallejo).
Digo un tanto porque, por otro lado, el mito en mi poesía no se halla pasteurizado, tal como sí sucede en Pound; también, aunque en apariencia luzca lo contrario, en Whitman (“maestro de atletas” y trashumante “hobo”) e incluso –alguien tan “cerebral” como Pund– en el autor de Altazor. Altazor que apostaría por la paulatina descorporeización (metafísica occidental); mientras Vallejo lo haría exactamente por lo opuesto: la inclusión de todos los cuerpos posibles (metafísica amerindia o multinaturalismo). Pound y Huidobro encandilados y casuales ante el chorro de sus propias imágenes “automáticas” (Imaginismo). Pienso en un Huidobro en tanto intersección entre Whitman y Pound. Por otro lado, concuerdo en lo que Paz piensa de Eliot: arte del palimpsesto de la tradición occidental o clásica. Por lo tanto, hallamos también aquí al mito ya fallecido, aunque se nos muestren unas buenas imágenes en transparencia o un sugestivo video de ello; y, en realidad, únicamente nos quede un repertorio con las citas o las huellas del original. De modo análogo, en Pound, Whitman, Huidobro, Eliot y el propio Octavio Paz, sólo nos queda una honesta voluntad de aura y de estilo.
¿Qué significa aquello de que compruebo que en mi poesía el mito no se halla pasteurizado? Que éste se da en bruto y está vivo; aunque no sea explícito o didáctico ni tampoco, sería algo execrable, meramente decorativo. Es decir, el mito es acólito de sí mismo y crea archipiélago; aglutina, tal un real y activo agente, comunidad. En suma, no intenta desatar sólo alguna particular emoción, sensual o política, sino que ambiciona constituirse, asimismo, en un mediador conceptual amerindio averseas y transversal a cualquier lengua. En la estratósfera con animales, finalmente, induciría una manera correcta y reparadora en su recepción. Una lectura, semejante también a Trilce, y aunque resulte paradójico tratándose aquel poemario de 1922 de un texto de “vanguardia”, más feliz que otras; evado, adrede, los términos: “adecuada” o “pertinente”. Justo en este sentido, Vallejo no será Whitman, no intentará corroborar en su poesía las ideas de Rousseau; ni será Pound porque la energía del “Cholo” no es sólo para iniciados; es decir, más bien lo acerca que lo aleja de la gente. Tampoco será Eliot porque frente a la poesía a la cual el autor norteamericano rinde culto, Vallejo de tanto ser poeta dejó de serlo. Mucho menos, Vallejo es algún “pequeño Dios”. Ni siquiera Emerson quien, a la larga como Descartes, escinde pensamiento (cultura) de cuerpo. Vallejo es un poeta sin membership. Siendo el club de Pound, como sabemos, mucho más excluisivo que incluso los 100 de Harold Bloom. P.G.
31/12/24: HUGO SOTIL, i.m./ Juvenal Agüero
Entre los jugadores peruanos, admiraba la guapeza de Roberto Challe y la inteligencia de César Cueto, el “Poeta de la zurda”; atesoraba dos escenas que, tal como el juego de este último, emergían de pronto de su memoria del modo más inesperado, eran dos auténticas epifanías: un pase de casi setenta metros, perfectamente elíptico, para que el “Ciego” Oblitas pegara la corrida y metiera el gol con el que el Perú ganó a Francia en el Parque de los Príncipes en la antesala del Mundial de Italia en 1986; la otra, el “Poeta de la zurda” pasando con pelota dominada a través de un túnel de argentinos manolargas para servir en el vacío, frente al área chica del arco contrario, una pelota que recogió como una luz “Patrulla” Barbadillo, descolocó al arquero, infló la red y dejó completamente muda a la hinchada celeste que abarrotaba –en un partido trascendental para ambos equipos, y que empató Maradona en el último minuto– el monumental estadio de River Plate.
Pero, eso sí, a pesar de sus muchos goles y hartísimas fotos en la prensa local e internacional, nunca lo terminó de convencer el “Nene” Teófilo Cubillas. Como algunos escritores que ya son profesionales desde chiquititos y van acaparando todos los premios, así le pareció siempre el juego del moreno del Alianza Lima (¡Alianza corazón!); disciplinado y prudente, fácilmente se hizo al gusto de los que alaban la profesionalidad –que al final es sólo purita prudencia– y hoy por hoy, por supuesto, aquel zambito del equipo afincado en el barrio de La Victoria es lo que es en los Estados Unidos de Norteamérica. A Juvenal mucho más le gustó el juego del “Cholo” Hugo Sotil, que siempre enfiló hacia el arco contrario como si llamaran para comer. Serrano de origen, de modo análogo a lo que sucedió en Chimbote durante el boom de la pesca con los que –desde diversos puntos de los andes– bajaban hasta este puerto buscando alguna colocación, se hizo patrón de lancha al día siguiente de haber aprendido, sujeto a un cable por la cintura, a nadar por lo menos sus tres brazadas. Es decir, a costa de punche y de sentimiento, aparte de su enorme talento para hacer lo que quería con la pelota, Sotil se metió en el bolsillo a todos los públicos. Los entendidos, al principio, no le aceptaban tantísimo chiche; acostumbrados a la marinera o, máximo, a la zandunga, no entendían para nada aquel endiablado baile que más tenía de fuga de huaylas o de embestida de borracho; mas, el “Cholo” Hugo Sotil fue también observando a los otros jugadores, refinándose, y sin perder para nada la esencia de su estilo –de por sí, pícaro y valiente — fue gloria en el Barsa y, ahorita mismo, lo único que al grueso de los catalanes anima para hablar alguna vez bien sobre el Perú.










