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Ensayo

Enriquillo Sánchez desde adentro

Enriquillo, visto por otros…

«En Por la cumbancha de Maguita se traza una cartografía donde el París del poeta –del año 1965- se confunde con el Santo Domingo de siempre. El cosmos rayueliano de Cortázar es como un cielo firme, con luceros y todo. Los desbarajustes del sujeto son los mismos que los de la ciudad, como René del Risco supo ver en El viento frío (1967). Pero Enriquillo sabe tensar ese borboteo de imágenes en una especie de geografía in between, un espejo convexo por donde todos nos deslizamos. París y Santo Domingo son leídos y trazados entre una memoria que es a la vez constancia de que alguna vez, solo alguna vez, y luego la niebla de Paz, el barco de los locos haciendo agua. Ahora que se habla de los paradigmas de la cultura popular haciéndose capaces en los salones de la rancia “vieja cultura”, volveremos a Enriquillo y sus ganas permanentes de sacarle chispas a la noche, a sus estrellas». —Miguel D. Mena.

«La poesía de Enriquillo Sánchez, a pesar de cierto —voluntario o no— activo y concertado soslayamiento local, goza de plena salud y autoridad entre la que cultivan ahora mismo sus pares dominicanos; y, obvio, entre la que ejercitaron los denominados poetas del “pensar” (canónica postura ochentista en la media isla). Sánchez, publicando poesía en la misma época, no se evadió en el pensamiento o, mejor dicho, en ciertas lecturas tipo Pedro Salinas o un adaptado Juan Ramón Jiménez.  Su potencia inventiva, su sentido de la realidad, su demostración de agudeza vía el humor —inexistente entre aquellos que “pensaban” — son superiores a los de toda su generación y brindan cabal prueba de su arte. Por lo tanto, Enriquillo Sánchez es todavía, y en varios sentidos, un autor por descubrir». —Pedro Granados.

«Enriquillo Sánchez fue un poeta denso, aunque su obra tal vez no fue numerosa. No se necesita tener una obra poética copiosa para ser un poeta de aliento fuerte, profundo, compacto, insertado en los intersticios solemnes y graves del poema y su trascendencia. De todos modos, tampoco fue Enriquillo un poeta breve. Son ocho libros los suyos, unidos por un guión único, por donde se deslizan todas las pertenencias, los batuques, las descargas y las alarmas del poeta. Enriquillo fue poeta siempre, aun cuando primero se inscribió como narrador, justo en esos años aciagos, pero preñados de esperanzas –muchas de las cuales se quedaron sobre los caminos– en los que el país dominicano estaba comenzando a escribir su nueva historia luego de 31 años de dictadura. Quizás –es solo presunción– las aprensiones que siempre sostuvo sobre la finalidad, los alcances y la sobrevivencia misma de la poesía, hizo que tardara tanto en mostrar su producción poética y en dar el paso hacia un ejercicio que terminó signándole como poeta, y un poeta hondo, enardecido, sentencioso y perspicaz. Fue un inteligente manejador del verso y su proclama, y trató siempre de ofertar una poesía que tuviera su sello propio, intentando alejarse de las consabidas influencias epocales, las que señalizaron y, en algunos casos frustraron, el haber de muchos poetas de su generación». —José Rafael Lantigua

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“Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo” (SÍNTESIS)

Síntesis de nuestra tesis, “Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo”, para Boston University (2003). Publicada al año siguiente tanto en Lima (PUCP) como en Puebla (BUAP).

Cap. 1: “La poética de la inclusión”, analizando las cadenas o planos nominales relevantes–sustantivos y adjetivos– y echando mano de las teorías de Gaston Bachelard y Claude Levi-Strauss, se demostró que Los heraldos negros (1918) son dos libros en uno: Al recorrer cada uno de sus textos comprobamos que la unidad en Vallejo no es un dígito o un sujeto aislado sino una situación o relación: la inclusión de uno en el otro. De este modo, este libro de poemas también son dos poemarios. El primero es el explícito y que figura como título del volumen de 1918, al que vamos a denominar texto A; el segundo, inferido del anterior, ‘Los heraldos blancos’, al que denominaremos texto B.  Esta perspectiva de análisis hacía franqueable y explicable el paso –para la crítica, literalmente en el vacío– que había del poemario de 1918 a Trilce (1922). Ya que era precisamente en este último donde se constituía dominante y plena la cadena nominal denominada “Los heraldos blancos”, de rol más bien subalterno en el poemario de 1918. Al respecto, acierta la estudiosa peruana Angélica Serna[1], cuando apunta sobre nuestro trabajo: “Se trata de un camino planteado por Granados para encontrar el principio de construcción y de lectura de la propuesta poética del autor de Trilce”.

Cap.2: “La poética de la circularidad: El mar y los números en Trilce”. Intentamos demostrar aquí que este poemario describe un viaje que tiene en el escenario marino su lugar de partida: “Quién hace tanta bulla y ni deja testar las islas que van quedando” (Trilce I) y de llegada: “Canta lluvia en la costa aún sin mar” (Trilce LXXVII).  Circularidad temática que, según nuestra hipótesis, no hacía otra cosa que reflejar la relevancia del ícono “0” (vocal, círculo, cero o vulva) tanto para visualizar la estructura del poemario como para entender, a manera del émbolo que genera la proliferación de las imágenes en el Barroco, la mayoría de sus símbolos más reiterativos (los números).  Es decir, a diferencia de Los Heraldos negros, en Trilce ya no se constata más estatismo (inherentes al “charco” o a la “tumba”); sino, por el contrario, dinamismo y constante mudanza.  Asimismo, el “0” –por ejemplo, tal cuando hacemos girar una moneda– desde otra perspectiva puede ser 1, y viceversa; es decir, en Trilce convivirán y oscilarán productivamente ambos íconos y dinámicas.  En suma, en este capítulo nos avocamos a la adecuación de una lógica radial y, de modo simultáneo, metamorfoseante para entender el cambio y proliferación numérica, y lo que esta última significa en Trilce. De esta manera, en tanto 0, encontramos una relación motivada entre los números y el mar –asunto destacado, recientemente, por la profesora húngara Gabriella Menczel[2]— y, asimismo, en tanto 1, entre lo no divisible o no fragmentable y la lluvia. El poemario de 1922, en cuanto marino, es un relato que se fragmenta en personajes, de los cuales los números son sus símbolos; aunque, en cuanto lluvioso, es lo no fragmentado, aunque efímero, y que basta con su sola presencia. Por lo tanto, frente al relato de raigambre marina –documentado desde la antigüedad–, el relato de la lluvia es aún virtual –viaje desconocido–, y es en este sentido que en Trilce subyacería también, finalmente, una utopía de la verticalidad. Trilce, entonces, parecería obedecer a una lógica multiradial y ternaria, pero donde el ‘Tres’ no alude tanto a los números como a las múltiples dimensiones puestas en juego. Esto instaura la manera por la cual este poemario se torna tridimensional, recrea con el lenguaje un paisaje en movimiento, todo el itinerario cinético de un viaje, del primero al último poema del libro.

Cap. 3: “La poética del nuevo origen”: A) La piedra fecundable de los poemas de París (Poemas Póstumos I); B) La piedra fecundada de España, aparta de mí este cáliz (Poemas Póstumos II). En los Poemas de París I fue patente que los números reducían su paradigma al UNO y al DOS. El aliento de los versos era mayor tratando, a su vez, de encontrar desde ya un héroe para un gran fresco (ejemplo, los “niños” o la “Sierra de mi Perú”). Asimismo, constatamos que un culto solar se tocaba con el culto marino (mariano) de antes; que ahora al 0 de Trilce lo definía mejor esta confluencia (marino-solar) y que, además, aquel dígito de alguna manera se corporeizaba en forma de piedra. En general, sin embargo, los “Poemas Póstumos I” eran una indagación sobre el universo que obedecía todavía a un proyecto ilustrado o iluminista (semejante al Canto general de Pablo Neruda) ya que intentaba clasificar y articular todo bajo la estructura de un gran árbol, símbolo logo-falocéntrico de primer orden, aunque con la atingencia de que el árbol también representa, de modo simbólico, la unión de los opuestos; sinónimo de convergencia ideal que mutó –siguiendo la irresistible atracción del cero o del círculo (0) en esta poesía– y se perfeccionó en la piedra de los Poemas de París II. Colección, esta última, donde literalmente todo queda incluido: tiempo (pasado, presente, futuro), espacio (macrocosmos y microcosmos), géneros (masculino y femenino), lenguaje (simbólico-icónico y oral), voces, realidad y mito.

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«Cuadrúpedo intensivo»: poesía y humanidades en César Vallejo (PDF)

RESUMEN

El poema póstumo «¡Cuatro conciencias…», de César Vallejo, sugiere cuatro concepciones distintas y autónomas de las humanidades, en cuanto libros o canon occidental, pueblos o culturas, narrativas o prosopopeya y poshumanismo o posantropocentrismo. En este artículo revisaremos cada una de aquellas nociones y demostraremos que juntas permiten al sujeto poético vallejiano alcanzar en su poesía su/nuestro elocuente «cuadrúpedo intensivo»; vale decir, al «cuadrúpedo» posado a plenitud sobre el total de sus extremidades. A través de esta compleja, oscilante y productiva conjunción, sabremos inmunizarnos, junto con Vallejo, contra toda melancolía identitaria esencialista (nacionalista, territorial, étnica o incluso lingüística) y toda propuesta identitaria globalizada u homogeneizadora.

Palabras clave: poesía póstuma de César Vallejo; humanidades;
multinaturalismo.

5218-Texto del artículo-19423-1-10-20221110 (1)

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El diálogo Borges-Vallejo: un silencio elocuente (PDF)

A modo de celebrar los centenarios de Trilce (1922) y de Fervor de Buenos Aires (1923). 

Granados, Pedro (2007). “El diálogo Borges-Vallejo: un silencio elocuente“.  Variaciones Borges: revista del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, Nº. 23. 183-206

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“VALLEJO EN ARGUEDAS: AHORA Y SIEMPRE” (PDF)

I CONGRESO INTERNACIONAL JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

Miércoles 29 de noviembre

Presentación de libro
17:30 a 18:30
José María Arguedas: saberes, hervores y despedidas
Gabriela Núñez, Julio Noriega y Dante Gonzalez

En “Vallejo en Arguedas: Ahora y siempre”, Pedro Granados  estudia los motivos por los cuales, para José María Arguedas, César Vallejo constituye el «más grande poeta del Perú» (1938) y, asimismo, «el principio y el fin» (1969); y cómo estos testimonios y homenajes se reflejan en el derrotero de la obra arguediana. Para tal fin, se teorizó sobre las diferentes nociones de las Humanidades (en tanto libros, pueblos, narrativas y posantropocentrismo) que aclimata César Vallejo en su obra; las mismas que, aunque de modo oscilante, se ventilan también en la obra de Arguedas. Asimismo, y por primera vez respecto a la obra de ambos autores, se cotejaron los aportes de los filósofos del Nuevo Realismo (Meillassoux, Bennet, Gabriel, Ferraris, entre otros). Se concluyó que, sobre todo la crítica, aunque con cierta complicidad del propio Arguedas, ha confinado la recepción de esta obra a un solo modo de leerla. Sin embargo, en El zorro de arriba y el zorro de abajo (1969), pero no únicamente aquí, Arguedas prevé y alienta —conectada siempre a las propuestas de la obra de Vallejo— otras maneras no menos válidas de leer también su propia obra, ahora y hacia el futuro.

En: JOSÉ MARÍA ARGUEDAS SABERES, HERVORES Y DESPEDIDAS. Julio Noriega Bernuy, Gabriela Núñez Murillo y Martín Valdiviezo Arista (Editores). Lima: Pakarina/ UNJMA/ Knox College, 2023.  pp. 109 – 134.  ISBN: 978-612-4297-82-3

Presentación de Carmen María Pinilla:

https://web.facebook.com/FILPeru/videos/1725801391210786

Vallejo en Arguedas. Pedro Granados. pdf

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Vallejo, Adán y Eielson-Sologuren: Estancias amerindias (PPT)

“Vallejo, Adán y Eielson-Sologuren: Estancias amerindias (PPT)” constituye el programa de un libro en preparación con título homónimo. Comunicación que fue presentada en el marco del Congreso internacional Pensar la forma: tecnologías del pensamiento en las Humanidades hoy, PUC del Perú, 21-22 de nov. de 2023.

Vallejo, Adán y Eielson-Sologuren

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SOLEDAD IMPURA

Portada de Marita Ibáñez

Paradójica y sabia poesía la de Pedro Granados. Desbordante de energía afirmativa en su dicción sobria, coloquial y filosa como el cuchillo de un carnicero taoísta. Ella sirve de refugio a un furioso, temible y tierno animal -ávido de eternidad en tránsito-, que olfatea y palpa el cuerpo erógeno donde confluyen la temible desnudez de la mujer, el neón seductor de la noche y la retracción desafiante de la página en blanco. Voz del desierto en la ciudad y el hueso. Palabra de una soledad y de un exilio que al decirse, crean el espacio de un posible encuentro. Poesía del acoso y de la pérdida, del apetito de altura y del fluir del mar…. La escritura de Granados intenta crear un “nosotros” en el peregrinar iniciático y en el desasimiento. Con desengañada dureza en ciertos versos cortantes, el sujeto nómada nos permite asomarnos a una geografía poética personalizada, que extrañamente logra transmitirnos un hechizo: las aproximaciones inverosímiles, los amorosos abrazos disyuntivos y el doloroso arte de vivir cayendo… Con Granados la poesía toca, ataca, explora la textura hiriente de las cosas, y descubre -como un Ulises que no llega nunca a Itaca porque el único asentamiento es el viaje-, que una posible y frágil salvación tan sólo nos aguarda en el goce fluyente del poema encarnado.  Armando Almánzar-Botello (República Dominicana)

No hay nada político en lo que dice, pero todo es político. Como los herméticos italianos se vale de la poesía para denunciar, pero se asienta más allá de lo panfletario, en la esencia de la poesía, en ese lugar que trasciende épocas como un río perpetuo, y que va recorriendo las diversas realidades históricas a través de u  n hilo conductor: custodiar la belleza-verdad, cuya peculiaridad es cambiar siempre de rostro: somos uno siempre, y esta es la razón por la que podemos realmente ser todos.  Juan de la Fuente Umetsu (Perú)

Hay cierto minimalismo formal en la poesía de Pedro Granados, cuyo trabajo he venido a conocer sólo recientemente. Ello, sin embargo, no equivale a una reducción de la capacidad expresiva ni de la complejidad de su visión. Al contrario: el verso corto, la pausa constante ponen un énfasis particular en cada una de sus ideas. Estas parecen desenredarse progresivamente, como si buscaran ir más allá de lo dicho anteriormente.
He encontrado, también, algo ausente en mucha de la poesía reciente: un arriesgarse por el sentido, un sentido que no se esconde detrás de metáforas vagas. Me ha agradado en particular el tratamiento de las historias familiares, el peso simbólico o real del Perú y su pasado, y las reflexiones sobre la escritura poética, un tema presente en la mayoría de los poemas.  Alfredo Alonso Estenoz (Cuba)

Soledad impura es la ola de la tormenta perfecta que está por tumbarnos en su aparente quietud, pero que contrariamente nos mantiene maniatados en la zozobra: la de nuestra memoria, la de nuestra experiencia amorosa y la de nuestra vagancia trascendental por el mundo. Juan Carlos Ramiro Quiroga (Bolivia)

Puntualidad de lo cotidiano y abrigo de lo siempre presente, la poética de Pedro Granados es como una doble conjunción de espacio y tiempo. En ella, el mundo se despliega como un mapa de las emociones, pero, a la vez, como el esfuerzo por la conquista del lenguaje “otro”. Geografía de la pasión e inserción de ésta en la geografía material de los objetos que de alguna manera nos pueblan. Gustavo Ruiz Pascacio (México)

La voz poética es consciente de que la vida es una narración, es consciente de esa tensión entre muerte y lenguaje, entre vida y lenguaje. La vida es escritura y lectura, es un libro.
Jessica Freudenthal (Bolivia)

Pedro Granados, nacido en Lima en 1955, es uno de los poetas más prolíficos y cosmopolitas de su generación. Desde que publicara en 1978 su primer poemario, Sin motivo aparente, no ha dejado de producir guiado por una ética de la justicia y una vocación innata por explorar las entrañas de la palabra. Soledad impura es su más reciente aventura literaria y el décimo libro de poesía que publica. Se trata, una vez más, de constatar la realidad mediante la inasible palabra. Nombrar las cosas y el acontecer es aquí otorgarles unas alas que llevan más allá de lo tangible.  Julio Heredia (Perú)

“Se escribe el poema para encontrar el alma y no a la inversa”
He leido Soledad impura para encontrarme sin buscarme, hermano. Entré en él como se entra a la vida, al agua y al amor (desnudo). Seguiré nadando en él, adentro para, a través de él y no con él, mirar el día en toda su cromática. Es la soledad impura más pura que conozco, quizás porque no pretende serlo química, matemáticamente ni todo lo contrario. Es el poema nadando a pecho suelto en lo profundo del charco, a todo pulmón. Gracias por tan valioso obsequio, que desde ya es uno de mis compañeros de viaje.   René Rodriguez Soriano (República Dominicana)

Entre el tropel de propuestas poéticas existentes en la actualidad es difícil encontrar una poesía que sepa guardar distancia de la gimnasia verbal, el colorido experimental, los buceos narcisistas, el exhibicionismo culturoso y , por contrapartida, se empeñe en ser fiel a sus impulsos más originales y ciertos. Porque la poesía es, como dice Granados, arte de adolescencia y los que pretenden atender su llamado deben estar dispuestos a prolongar la alegría del caminante que no sabe bien adónde va y que transpira, con lucidez y júbilo, el inexplicable hálito de lo desconocido. Julio Ortega, en el prólogo a un poemario de 1989, El muro de las memorias, escribió lo siguiente: “Entre el drama de lo inmediato y la ironía de su recuento, Pedro Granados, deja en este libro (como Tàpies en la grisura errática del mundo) los signos de su habla grabada a pulso, esto es, con zozobra y verdad.” Pienso que este juicio sigue siendo válido para el libro que hoy presentamos.  Carlos Quenaya (Perú)

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Poesía dominicana del s.XXI: “leer poesía era (es) leer a Vallejo”

Fue a partir de una antología sobre poesía dominicana[1], estando de vacaciones en la media isla[2], la que motivó y activó escribiera un ensayo, “República Dominicana: La poesía que vendrá” (Granados 2001); el cual, pocos años después, se transformó en un libro, Breve teatro para leer: Poesía dominicana reciente (2014a), editado por el recientemente desaparecido  René Rodríguez Soriano.  Y hoy, luego de dos décadas, es otra antología sobre la materia la que desencadena me avoque al presente artículo.  En lo fundamental, se trata de reseñar Indómita & brava. Poesía dominicana 1960-2010, cuyo autor es el poeta e investigador, también dominicano, Manuel García Cartagena.

[1] “Juego de imágenes. La nueva poesía dominicana” (Santo Domingo: Isla Negra/ Hojarasca, 2001) en su 2ª edición, antología preparada por Frank Martínez (Santo Domingo, 1965) y Néstor E. Rodríguez (La Romana, 1971).

[2] “De tanto quejarnos del aislamiento de la literatura dominicana en el Universo no se sabe quién envió a Juvenal Agüero, el poeta peruano, a Santo Domingo, por allá por los años 90 del siglo pasado. Agüero se encandiló con la poesía y con la gente dominicana y se jodió para siempre, que está preso por la guardiemón” (Clodomiro Moquete).

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POESÍA PERUANA POST-VALLEJO:DE LOS INDIGENISMOS A LAS OPACIDADES

César Vallejo (1892-1938) sepultó con su obra poética -aunque también con sus persuasivas crónicas y ensayos- todos los indigenismos. Con esto sacó adelante un concepto y una práctica que podríamos motejar como Indigenismo-3, pero que preferimos -junto con Édouard Glissant- denominar “opacidad”. Bajo este lente, en nuestro estudio, identificamos poetas -y poéticas- “extranjeros”, transfronterizos, o de nacionalidad asimismo “opaca” (“peruana”); por ejemplo, la relación entre el “portunhol selvagem” (Brasil-Paraguay) y el Grupo Kloaka (Perú, años 80). Además, se debaten aportes recientes de importantes vallejólogos: Stephen Hart, Michael Clayton, Amálio Pinheiro, Julio Ortega, entre otros. Debate que resumiríamos en uno: enfoques tradicionales -humanistas o positivistas- versus posthumanistas o multinaturalistas, una vez englobado en esta última perspectiva crítica el concepto de “opacidad” aquí manejado. Nos dirigimos al investigador de las humanidades o de las ciencias sociales, tanto como al lector interesado en ponerse al día en torno a estas complejidades -literarias, sociales, culturales- hoy por hoy tan vigentes en nuestro metamorfoseado presente.  P.G.

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