Rosas Martínez, Alfredo (coordinador)
2016 En la costa aún sin mar. César Vallejo ante la crítica en el siglo XXI. México: UAEM.
En general, destacamos de entre esta colección de artículos: “La mitad constituida por trabajos de autores mexicanos; la otra, por autores de Perú” (p. 11), aquello que se vincula directamente con nuestro propio trabajo. Por lo tanto, más es una forma de refrescarnos la cabeza o de volver a apretar algunos cabos entre un volumen destinado al especialista; aunque no menos a un público más amplio –es de suponer, fundamentalmente mexicano– que acaso recién se entera de Vallejo. Muy en particular, el cabo cultural o multinaturalista –mejor, si no es evidente– que atraviesa, reclama o va levantando su propia curaduría con la obra del peruano. De este modo, el ensayo de Francisco Xavier Solé Zapatero es uno con el que probablemente guardamos mayor afinidad; obvio, texto en debate con uno de coordenadas estéticas, epistémicas e ideológicas distintas, y firmado aquí por Ricardo Silva Santisteban. Luego, compartimos con Miguel Ángel Humán lo de la catadura performática y/o teatral de los poemas del “cholo”; está por salir este mismo año (2017), editado por la Associação Brasileira de Hispanistas (ABH), “Trilce/Teatro: guión, personajes y público” y aquí se refrendan también [antes en nuestro artículo “Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007) y en nuestro libro Trilce: húmeros para bailar (2014)], en un sentido amplio, aquellas ideas. Asimismo, coincidimos también con Huamán en aquello de la relevancia extraordinaria de la metonimia en toda esta poesía; metonimia, asimismo, en tanto estado de identificación del sujeto poético con una ecología o “mito inscrito en el paisaje”.
Del ensayo de Luis Quintana Tejera hemos seleccionado varios breves pasajes. Pertinentes y sugestivos aquellos donde dialoga con Pablo Guevara; pero que no trascienden a André Coyné u otros plañideros críticos, los restantes. Es decir, lo hemos seleccionado, en lo fundamental, como un caso de lugar común de la crítica que debemos urgentemente renovar y trascender.
Por último, respecto al valioso ensayo de Alfredo Rosas Martínez: “Algunos críticos han destacado dicha importancia en relación con el número 3: Neale-Silva (1975), Guillermo Sucre (1985); con los números 0 y 8: Pedro Granados (2004), por mencionar algunos” (p. 21). Sólo puntualizar que el “8” (ocho) no sólo es un número tabú o, al menos, encriptado por auténtica modestia –ya que icónicamente representa la continuidad del “0” o lo solar, incluso durante el crepúsculo– en Trilce; sino que asimismo representa contacto, cualquiera que este sea, y que deberíamos interpolar o reproducir también en la vida o convivencia cotidianas. No nos encontramos con la epifanía del “8” leyendo a Pitágoras ni, menos, a través de Neale-Silva; pero sí enamorándonos y contemplando activamente el paisaje de nuestro entorno.
La importancia de los números en Trilce de César Vallejo:
una nueva visión a un viejo problema
Alfredo Rosas Martínez
“Alfredo Rosas Martínez retoma el tema de la influencia de Pitágoras en Trilce. Con base en la importancia que César Vallejo da a los números, el autor del artículo arriesga una interpretación: Trilce es un rito de paso que va de la Armonía pitagórica a la armonía de la ‘todaviizada imperfección del mundo’. La Armonía pitagórica aparece representada en el libro de Vallejo por medio de la Tetraktys pitagórica: la suma de los cuatro primeros números da por resultado el número que representa la Armonía por excelencia: el número 10 (1 + 2 + 3 + 4 = 10). Esta Armonía es ironizada y destruida finalmente. Asimismo, Rosas Martínez señala la perspectiva de la resurrección en la poética de César Vallejo” (Presentación, p.12)
Consumación de la utopía vanguardista: César Vallejo
y la maquinaria de producción poética
Luis Alberto Castillo
“La crítica suele estar de acuerdo con que todas las vanguardias artísticas fracasaron en su intento de ligar vida y arte. Futuristas, dadaístas, surrealistas, todos fracasaron en sus intentos de revolucionar la vida de los hombres, quedando muchas veces en mero gesto bufonesco e insolente contra el sistema y el statu quo. Sin embargo, la edición príncipe de España, aparta de mí este cáliz [Monasterio de Montserrat, por el bando republicano, en plena Guerra Civil española] pareciera dar una perspectiva distinta del asunto” (p.114)
El humanismo comunicativo de César Vallejo
Miguel Ángel Huamán
“En un trabajo anterior (Huamán, 1994), he intentado demostrar que los poemas vallejianos son enunciados performativos que, interpretados como actos de habla, describen la acción presente del locutor y su enunciación tiene como función específica el cumplimiento de esa acción. En tal sentido, a despecho de la tendencia de la crítica mayoritaria que interpreta la poesía de Vallejo en términos referenciales o de la información que transmite, la lectura pragmática propuesta enfatiza que los poemas vallejianos son enunciados realizativos, cuya función comunicativa más importante consiste en obtener una respuesta solidaria del lector, un efecto que remarca el carácter de acción liberadora de la experiencia estético-literaria” (p. 127)
“En la poesía vallejiana el sujeto de enunciación se desdobla en dos instancias: una personal y subjetiva, la del “yo”, que asume la palabra o la dimensión pragmática de la enunciación; y la otra también personal pero no-subjetiva, la del “tú”, que asume las emociones, las esperas, los recuerdos, las representaciones, las figuras, es decir, la dimensión pasional de la enunciación. Denominemos, siguiendo a Benveniste, al “yo” persona subjetiva y al “tú” persona no-subjetiva. A la persona subjetiva le está reservada la producción práctica del discurso o la pragmática de la enunciación y a la persona no-subjetiva la dimensión cognitiva y pasional de la enunciación” (p. 132)
“Para finalizar el análisis, consideremos la importancia de la metonimia en los ‘Poemas humanos’ de Vallejo. Este tropo, característico de la dimensión pasional, consiste en designar una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas. Su gravitación en la lírica vallejiana es tal que sirve de eje de muchos poemas” (p. 134)
Vida y conflicto de una existencia creadora.
Acercamiento analítico a varios poemas de Trilce de César Vallejo
Luis Quintana Tejera
“Luis Quintana Tejera se deslinda del aspecto biográfico al leer e interpretar la poesía de César Vallejo. Al mismo tiempo, deja de lado las anécdotas relativas al origen del término “Trilce” que da lugar al título de uno de los libros más importantes del poeta
peruano. A partir de algunos contenidos conceptuales extraídos de Los heraldos negros, Quintana comenta e interpreta las expresiones y los símbolos más significativos en los poemas I, II, XXIV y LXXVII de Trilce” (Presentación, pp.13-14)
“emergen [Trilce I] las palabras poco conocidas para nosotros como ‘calabrina tesórea’ e ‘hialóidea’. Analizando estos versos, dice Pablo Guevara, el autor citado supra [‘Trato, maltrato e identidad en Lima, el no lugar’, en Escritura y pensamiento, vol. 5, núm. 11, Perú, 2002, pp. 2-3]:
Lo del aquilatamiento del guano tiene que ver con la riqueza guanera
que fue tesoro nacional que de nada o casi nada le sirvió al Perú como
país y como nación. Se sincretiza esa terrible desilusión en la figura
de “calabrina tesórea”; compuesta de la voz náutica “calabrina” o
“calabrote” que es un cable grueso que se tira al mar para acoderar
o anclar al que se suma y funde en la alusión todas esas islas guaneras
que fueron el tesoro del Perú a fines del siglo
[…] Además, las sensaciones siguen desfilando por estos versos; si antes había sido lo térmico y lo gustativo, ahora irrumpe lo sonoro mediante esos “soberbios bemoles”, dicho con letra mayúscula para resaltar su presencia incuestionable” (pp. 147-149)
“Conviene insistir en la noción espacial que involucra al sujeto de estos versos. Lo que le sucede al territorio del poeta se transfiere a su propio ser como algo inherente e inconfundiblemente doloroso. Por ello, lo que decimos de la península lo extendemos hasta envolver al hombre que sufre y llora por esta misma tierra. Y es precisamente esta península que se muestra impertérrita, inmutable, inalterable, impávida y que registra en su propio seno lo que le está pasando al sujeto lírico, para concluir con aquello de: ‘en la línea mortal del equilibrio’” (p. 149)
“En resumen [Trilce II], la poética de Vallejo se mueve en un plano preponderantemente escéptico en donde esperar sometidos a la arbitrariedad del tiempo que pasa es un verdadero absurdo. Pero el hombre se aferra a la ilusión que aparece oculta en el futuro y continúa buscando aunque de nada le sirva” (p. 154)
“Los poemas de Trilce aquí comentados desconciertan al principio, pero nos conducen después al encuentro de la gran verdad poética disfrazada ahora por la aparente máscara vanguardista” (p. 159)
José María Eguren y César Vallejo: simpatías y diferencias
Ricardo Silva-Santisteban
“Eguren es un simbolista, el único que existe en la literatura de lengua castellana;
mientras que Vallejo, luego de su paso por el modernismo, un vanguardista que todavía nos asombra por no haber perdido nunca en este tipo de expresión su dimensión humana. Hubo varios críticos que reconocieron la poesía de ambos. Enrique A. Carrillo escribió un espléndido ensayo sobre la poesía de Eguren, en 1916, y Antenor Orrego, otro, igualmente espléndido, para presentar la primera edición de Trilce. Pero quien se encargaría de considerarlos como escritores claves del proceso de la literatura peruana sería José Carlos Mariátegui en su libro clásico 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, en 1928” (p. 197)
“Si bien Vallejo, gracias a Juan Larrea y Gerardo Diego, publicó en Madrid la segunda edición de Trilce, sus otros dos libros, Rusia en 1931 y la novela El tungsteno, podemos considerarlos obras de circunstancias motivadas por intereses alimenticios. Eguren, por la misma fecha y causa, comenzó a entregar a publicaciones periódicas unos textos singulares imposibles de clasificar, que más tarde pensó publicar con el título de Motivos estéticos […] es un libro extraordinario, escrito en la prosa más bella con que se ha expresado la literatura peruana. Constituye la última floración de Eguren, que ya había dejado de escribir poesía” (p. 198)
“Como se puede advertir [crónica de Ciro alegría], el desencuentro se da por tratarse del ejercicio de dos poéticas distintas. Si Vallejo tenía conocimiento de toda la poesía de Eguren, gracias a la edición de José Carlos Mariátegui, en el caso de Eguren hay que mencionar que sólo tenía conocimiento de Los heraldos negros y Trilce, pues su poesía escrita en Europa fue de publicación póstuma. Debe recordarse, además, que Trilce, libro realmente difícil, sólo fue domado, por decirlo así, por la crítica y los estudios literarios con el pasar de los años” (p. 201)
Problemas de la “solución artística” y poética de El tungsteno, de César Vallejo, a partir de sus posibles relaciones con textos posteriores
Francisco Xavier Solé Zapatero
“Estamos, pues, frente a una compleja red de relaciones –a la que podemos llamar poética histórica– que tiene como base, justamente, El tungsteno. Vallejo era y es, pues, como dice Arguedas, el principio y el fin. Basta con percibir el carácter difuso, disperso, fragmentario de todas estas novelas para comenzar a constatarlo. De manera que esto pareciera estar relacionado, y he aquí lo importante, tanto con cierta forma de ver el mundo como con cierta manera de relatarlo. Me refiero, evidentemente, a la de los indios y sus descendientes. De hecho, si tomamos, por ejemplo, una serie de cuentos orales o leyendas de una cierta región y las conjuntamos, podremos darnos cuenta de que, a pesar de su aparente fragmentación, todas están relacionadas entre sí en una unidad indisoluble. Que esto es así, se confirma en un artículo publicado en el momento más candente de la polémica indigenista que protagonizaron Mariátegui y Luis Alberto Sánchez, en la que Vallejo insistía en que lo fundamental para hacer “arte indígena” radica en poseer “sensibilidad indígena” (p. 206)
“Pero hay más. Esta relación (repito, no tanto temática, sino configurativa, de poética) también se puede observar entre otros textos. Tal es el caso de la relación entre “El unigénito” (1923), de Vallejo, y “Luvina” (1953), de Rulfo, donde un hombre habla con
otro, sin que nunca escuchemos su respuesta, asunto que acontece de cierto modo en Pedro Páramo (1955), pues a mitad de la no vela nos percatamos de que Juan Preciado habla en la tumba con Dorotea, cuestión que se manifiesta poco antes de que ambos, al
confrontarse, guarden silencio. Esta forma de relatar, como se sabe, vuelve a aparecer (fuertemente complejizada, por supuesto), en El gran Sertón: veredas (1956), de Guimarães Rosa.
De aquí que se pueda decir que El tungsteno y otros de sus relatos son mucho más valiosos en sí mismos y profundamente más trascendentes para el desarrollo del cuento y de la novela llamada “transculturada”, de lo que se haya admitido en general hasta ahora. Es, pues, hora de recuperar El tungsteno y ubicarlo en el lugar de honor que le corresponde […] Esto no sólo nos alejará del supuesto realismo socialista, donde tiende a ubicársela y etiquetársela, sino que también nos mostrará las profundas innovaciones que en ella aparecen, insisto, quizá tan impactantes como las de su poesía.” (p. 207)
“Se comprenderá ahora qué vieron Arguedas, Rosario Castellanos y Rulfo al leer El tungsteno: una forma de “leer” el mundo “occidental” desde una perspectiva india “mágico-mítica”, puesto que estas creencias [Ej. mito de Inkarrí], aunque nos sean idénticas y estén más o menos entreveradas u olvidadas como resultado del mestizaje, no son privativas del Perú” (p. 212)
“De forma que en El tungsteno, de César Vallejo, encontramos una nueva manera de organizar artísticamente la información sobre ese complejo mundo bicultural; dicha manera parte de la “sensibilidad indígena”, posición y perspectiva que, posteriormente, servirá de base a otros autores como Arguedas, Rosario Castellanos, Rulfo, Guimarães Rosa, entre otros, para crear sus propias obras maestras. Vallejo es, pues, definitivamente, el principio y el fin, tal como decía Arguedas” (p. 218)