En cualquier objeto no existes Poesía
—es simple, no existes—
Por aquí nadie te ha visto
(Se despegan de los afiches algunas libélulas)
Es mejor que lo sepas
El pájaro vuela desde las matas de la ribera
Sonrío
Las aguas se estancan en sus alas
Algo de Tizne
Trapo en el fuego y viceversa
El pez —desde luego— ha girado
con desconfianza
divisa el anzuelo
la duda —esta vez— atraviesa
todas sus ansias
observa algo que se mueve fuera
no lo cree y se va – raudo
a los cielos
En el silencio
Trazo una ruta con el dedo índice
—Nunca llega a tu cuerpo—
¿Abrir los ojos?
¿Mover la corteza del agua empozada?
Es preferible dejar las cosas como están
(encima de sus sombras)
Mejor echarse en la orilla – divisar
la línea de cerros y eucaliptos
Es mejor que tantas palabras —escribo
Juan Yufra ha empezado su tarea en grande; es decir, en invisible. Luego de algunos tanteos iniciales, de mostrar y dejar rodar sus cuentas sobre una tierra apisonada, aunque asimétrica. Luego de jugar sus canicas con la ventaja de que –en casi toda su generación de poetas peruanos– ya nadie juega y se han dedicado dizque a escribir poesía, a complotar ferias de libros y a declarar lo que sea con tal de llenar el espacio que el país reserva a la alta cultura. Decíamos, Yufra a empezado a no decir nada y a empezar a convencernos de que –a costa de muy celoso estudio– tampoco a aprendido nada. Y es exacto aquí donde, precisamente, debería ahora enamorarse de aquel pistón de morena (que bien pudira ser blanca, trigueña, aceitunada, etc.); pensar un tantico más con los testículos e impulsarse bien con las nalgas. En otras palabras, atreverse a revolcar lo hasta hoy aprendido y practicado porque, de otro modo, el público lector (o al menos el que les habla) podría tomarlo por un sabio, un mistagogo o un experto. Y de ninguna de estas cosas, más o menos del siglo XIX, se trata felizmente ahora en la poesía. Salud y saludos para el poeta.
Dando vueltas por la red, me encuentro con tus palabras.
Un abrazo, Pedro
J