Qué vas a decir cuándo pasen los años y que tenías a Pedro Granados pegado a tus narices… y nones. Ni una palabrita de aliento; mucho menos, unas frases atinadas sobre su poesía. Qué te vas a decir en el otro mundo, y sabes perfectamente a quién me refiero. Chupado, como estás, como la papa seca que eres… anhelarás regresar desde el polvo, para reparar tus avinagrados ninguneos y bien calculadas mezquindades, pero acaso sea ya muy tarde. A menos que desde el más allá soples al oído del jovencito y de la jovencita a los cuales influiste a que reparen, a que honren por ti, lo que tu intransigencia o terquedad –sobre esta frágil chalana de Lima– jamás te lo permitieron. Que vamos por aquí siempre a tumbos y entre un penetrante olor a mierda, acaso lo olvidamos.
Contemporáneos todos, en lo básico, a ustedes les correspondió servir como telón de fondo a mi poesía. Leerme a escondidas; y callarse, salvo cuando en su propia obra olvidaron las comillas. Esta reacción no es, para nada, culpa de ustedes; que se fabrica el odio y también el amor. Es decir, sus sentimientos en mis manos –una vez traducidos en literatura– como que jamás me interesaron. Por más buena fe que me impuse en la tarea… sus pírricas aventuras terminaban siempre por disuadir a este, como buen nativo Piscis, misericordioso caballero.
Poetas del porvenir, contrario a lo que de modo usual se espera de ustedes, no creo en los jóvenes. A menos que, una vez en ultratumba, alguno o alguna me demuestre lo contrario. Entonces vendré, con permiso o sin él, porque permanezco atento. A brindarles mi consuelo de aguas oblongas; mi discreto y proceloso aliento. Atento a una alma extraña, no a una sabihonda. Alerta a que la marea de la cultura en cualquier momento baje y, si fuera el caso, vea como despuntan las primeras flores de la andromedia… Los brillantes cabellos de aquélla que nunca olvida y, muy de vez en cuando, nos solicita tan insólito refugio.
De “Ex inéditos” o “Libro abierto” o “Tal como lo podamos denominar”… in progress.