CHIFA DE LAMBAYEQUE/ Mirko Lauer

En un breve ensayo comparativo, “Lauer y Montalbetti: Post 2000” (2005), codirectores de Hueso húmero, concluíamos:
si pareciera que hemos cargado las tintas sobre M. Montalbetti, declarándolo acaso perdedor frente a M. Lauer, esto es fundamentalmente erróneo; es decir, detrás de este colorido guión, no puede haber ganador o perdedor porque ambos son pares en cuanto a unas identidades que se quieren indestructibles. Los dos por igual -aunque Lauer incluso con un poquito más de impudicia- excesivos en la forma, monotemáticos y empalagosamente retóricos: “A través del/ vidrio pongo la mano al fuego” (“Quince incas: doce estrofas de comentario a la inexistencia, a partir del Kamel-Trot Inkaiko. Circa 1930”), dice Lauer, y estos versos parecerían presidir también las fobias y manías de su ocasional contraparte. Si en Montalbetti constatamos nostalgia-rechazo por el nombre, en Lauer es lo mismo, aunque aplicado sobre todo a la cultura; irónicamente, respecto al “rico caldo de la documentalidad” del país en que vive. Este es el insípido adobo que ahora mismo ambos contertulios intentan seguir vendiendo a los -entre despistados, taimados o bien intencionados- nuevos poetas peruanos.
Y la “Coda” del más reciente poemario de Mirko Lauer, Chifa de Lambayeque (2024), no hace sino que abundemos en nuestras palabras de hace 20 años. P.G.

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