Nada de lo que se escribe por aquí
O por allá
Tiene en absoluto que ver con la poesía
Únicamente con nosotros
Los necesitados y humillados
Los damnificados de siempre
Los dolientes y comprometidos
Pedro Granados nos presenta Inkarrí, su más reciente poemario, el más reciente de una larga lista que lo consolida como uno de los poetas más singulares de la literatura peruana contemporanea. A diferencia de lo que se escribe por aquí o por allá, inkarrí es poesía y tiene que ver con la poesía, con Vallejo sobretodo, pero también con Dante, Martín Adán, Chagall, Cernuda y Lorca. Y con lorca…
Relees a Lorca y te percatas
Que es el dueño de las olas
Y Vallejo, del horizonte
Pero ni modo
Pero ni miedo
Un haz de luz y sombra te busca
Y te alcanza
Pero Inkarrí tiene que ver sobre todo con Vallejo, a quien Pedro conoce como se conoce a un hermano con el que compartíamos un camarote en la distante habitación de la niñez. Lo conoce desde la revelación poética pero también desde el estudio profundo de su obra. Lo conoce como un médico, como un terapeuta, como un amigo. Por ello, en Inkarrí lo imagina, como en una epifanía, dejándose seducir por la belleza de una enfermera argelina, que es España, que es su madre, que es él mismo, que es Pedro Granados y que somos todos hoy aquí.
Por eso Inkarrí no solamente tiene que ver con la poesía, sino con todo lo demás. Pedro ya escribió Lo penultimo y ya hizo un poemario Desde el más allá (este último, de hecho, es un poemario que yo edité en un fallido sueño de una editorial de poesía llamada Corza frágil). Inkarrí, como el inca mítico, es entonces una nueva resurrección. Una muerte después de una muerte que le sigue a otras, pero que ni todas juntas son más fuertes ni resonantes que la poesía de Pedro, que nos vuelve a la vida y nos regresa a la poesía, sin hablarnos de la poesía, sino de nosotros, de nosotras, en toda nuestra diversidad, diferencia, complejidad y similitud.
Somos lo mismo, al fin y al cabo, por eso el yo poético de Inkarrí tiene a veces un pene de perlas y a veces tiene senos y vagina. Por eso, nos habla desde el milagro de lo que significa ser hombre, ser niño, ser niña, ser mujer o ser humano, simplemente. Ser tierno y ser chúcaro, ser romántico y ser soez, ser enfático, casi epifánico, en un verso que quiere explicar el universo, para dudar profundamente en el verso siguiente, para “poner el parche” a la metáfora más convincente. “La gema oculta que apretara el Dante / Para guiarse entre tan espesa bruma, la tibia piel del macaco, los cangrejos colorados, un murciélago que es una mariposa” son todos al fin y al cabo maneras de nombrar el mismo hecho poético y mundano. Eso es lo que siempre, desde que era un muchacho, me sedujo de la poesía de Pedro, de su forma de ver la poesía. Por ello, perseguía su amistad desde que tenía 16 años y, por eso, a pesar de la lingüística y la gramática que capturaron mis esfuerzos, Pedro sigue siendo un puente con uno mismo, con lo que se quiso ser y no se pudo, con el que prometía pero no cumplió, con eso, como todo eso, pero también con el vértigo que hasta el día de hoy me produce un verso logrado, como muchos de los que Pedro nos regala en Inkarrí. Inkarrí, al ser un libro tan polivocal y tan acerca de todo, incluso acerca de la poesía, es también un libro sobre el autor, al que el yo poético, por momentos, se parece tanto, como un guiño a los que lo conocemos fuera del libro. En uno de esos pasajes dice:
Pero qué habré hecho yo
Para amar sin puertas y sin ventanas
Al papelito sobre el cual continúo escribiendo
Tal como aquella muchacha de provincias
Que se vino a vivir
No a un Chagall
Sino a estos muros de granito
A un corazón que prefería bailar solo
A una gracia una entrega una belleza
Sigue amando sin puertas y sin ventanas a ese papelito, Pedro, escribe desde el más allá las veces que quieras y resucita siempre como el Inkarrí, que algún día vendrá a liberarnos de todo aquello que nos destruye como país, como sociedad, como humanos, aunque eso que nos destruya seamos a veces nosotros mismos.