Archivo por meses: diciembre 2022

HUAQUEO (Hacia el 2023)

Foto 4. Foto aérea del estado actual de Huaca Granados, nótese que ha quedado cercada por las urbanizaciones modernas

Huaca Granados

Huacos eróticos

I

Hagan una cerámica

de nuestros cuerpos

los nuevos habitantes

de este país.

Somos nazcas o mochicas

en nuestros movimientos.

Aún no estamos enterrados

continuemos.

II

Sus dientes blanquísimos y apretados

destilan saliva y atrapan

el más tenue rayo de luz.

Y no es como alta montaña,

sino como duna del desierto.

Así han de conservarla en la arcilla.

III

Yo jamás toqué su cabellera

a la hora del amor.

Había de conservar su cuerpo libre

en aquellas primeras algas

que salían brillantes del mar.

IV

Es cierto, sus piernas

son tan densas como el lodo

y su cintura tranquila.

Pero ella sabe excitar

desde sus ojos,

desde la pródiga manera

en que se desnuda.

V

Quizá deberían

ignorar su ternura,

la forma lenta y sabia

como dispone sus miembros

al amor,

la incandescencia en su piel.

Todo aquello será muy difícil

de plasmar.

JUEGO DE MANOS (1984)

 

Camino a Puruchuco

Dos tetas y un pene

a todo lo largo.

Una luz.

Un cometa

en la órbita precisa

de tu vagina.

Así percibo estas ruinas.

Restos del camino incaico

que iba de Pachacamac

a mi alma. A Puruchuco.

Sin más lenguaje

que un improvisado

trabalenguas.

Sin más trámite

que el amor de su mirada.

Mi hermano Germán.

Que no se bañaba

aunque el sol ardiera.

Y no dudaba del amor

pero ni un solo instante.

El eco de un gruñido

y una bala pensativa

que se incrusta

como Alicia

a través del ano.

Lugar privado y maloliente

pero de astros relampagueantes

y de boca en vilo:

por lo absorta y agradecida.

Las palabras son personas concretas.

Jamás metonimias de un sistema

inferido. Ni un sesudo pensamiento.

Diverso, fluyente, encrespado,

jadeante, testarudo

chasqui de pies y brazos

y rostro de bala.

Lívido.

Como mi corazón palpitante

y a la intemperie.

De Amarus (2015)

»Leer más

A Enrique Bustamante, i. m.

Vivió en el París de la época de Picasso toda su vida. El arte era su externo e íntimo culto. Transitaba, como aislado o protegido dentro de un fanal, por las calles malolientes de Chacra Colorada. Vivía en su atellier de París, de la época de Picasso, situado sobre el jirón Morona adentro; o un Perú, a su modo, profundo o de avispero.  Un Perú simétrico donde un perro sin dueño disputa con una libélula y con seres humanos, asimismo, sin dueño.  Desprotejidos todos ante el estallido de la Bomba o del cornetín de D’Onofrio o del señor aquel que, como a las seis de la tarde, ofrecía mudo su pescado  y siempre vendía. Así era la Breña en los años 60 y así es como sus estudiantes, hoy por hoy con sesenta años largos, lo recuerdan.  No necesitó ni necesitaba absolutamente nada, le bastaba su riqueza interior. Sin embargo, tampoco dejó de ser un enorme pícaro, acaso todos los angeles lo sean.

»Leer más

30 años de Mar paraguayo: Algunas lecturas

Marafona marafonética, marafaustica, marafaustética, kuña reko vai ou pyapy ao soro, venho por meio desta carta a simular ser poéta; nessas todas tus linhas me sentí atrapada, esa tu ideia de ser libre terminó sendo mi dueña, que me atrapa, me hunde, me atraviesa y me altera.

Tú buscabas en mi um cómplice, y aquí estoy yo a tu puerta. Me encuentro al pasar tu reja, muy atrás de tu janela; en el fondo del abismo que hace de tu casa un hemisfério “pútrido, sórdido y luxuriante”; á vera de tu cuerpo, de tus piernas, de tus labios, de tu sexo, nemba’emeña, chemba’emeña; guardando en mi mente la idea de jugar con tu color, tu Brinks y mi mitad.

Soy ese lector que aguarda, que se sienta y obedece, que se poupa, que te espera, que se muere por tenerte; el infierno está en tus manos, añaretã, añaretãmeguá, y yo espero, para fundirme en él. Me muero por ti, veneno que me dés, veneno que agonizo por beber.

Nayda Patino

Minha cara, venho por meio desta lhe proporcionar resistência aos tapas da vida. A carga pesada da qual pressiona o fêmeo. Um alerta ao uso e desuso indesejavel, as marcas opressoras que impedem desenvolver a prática do alternativo, do outro quadro, do chamado diferente e que em meus pensamentos deixa—nos resultar ao livre, ao liberto, suave e respirável.

Marafaquero que o doce do cantar dê continuidade ao seu bem viver, seu bem estar só.

As ondas do mar mesclaram com seus fluxos sentimentais, fará você provar o desejo intenso e fiel, mas não inocente, da vida natural, não deixe de tomar os famosos “caldos” das ondas mais fortes, sinta esta pesada força contra seu físico, pero sua aliada, seu exercício diário que te derruba ao mesmo que te permite retornar, jogar e quando quiser, até brincar, dançar, flotar e cantar sobre elas.

Ah! Querida Marafona, tan guerrera em sus luchas, la fueza que lhe deseo não é nada mais que a força que tenho de ti. Comparto de las dolores de venidas y partidas de millones de qualquiera, es bueno crees? Nombres olvidados, hitórias no conocidas, vidas misteriosas, sospechos, dudas…dudas…dudas!

Hoje creo que la vida es solo vivir, no más. Dejas que las cosas buenas y malas nos ataquem y que vos las ataque como sempre hace.

Suerte a vos y su chiquito perro que te acompanha!

Juliana Zacarias

Qué eres si no el próprio infierno? El fuego que le arde en el pecho, la adaga que le corta la alma, la fuerza de las aguas que le arrebentamte. Vivir con miedo, el miedo cresciente, el gran temor de la dúvida enmascarada por las gratitudes personales y viejas de un viejo, ahora morto e inexistente (¿o no?).

Quien mi diera poder modificar la órbita, las zonas de influenyas; ser como un poder cósmico que transpira lluvias infinitas agraciando a todos e beatificando hombres e mujeres, niños e ninas, estrellas e quásares, escuridón e luz.

Tu eres, mi querida marafona, la onírica presencia, concretude divinal en mi ser. Cuando cierro los ojos miro sonidos mil de tu voz que ecoa en el espacio do que soy. La virgen de mis sueños, la Maria de mi vida, la estrella que ciega, que quiero e si distancia conforme me acerco. Prefiero morir a sentir las dolores de viver sin tiempo, pues mido el tiempo atraves do que sinto e veo.

Ahora la muerte llego. Te perdonaré pues sin mal no hay bien.

“— ¿Qué quieres? ¿Qué le acerque y le bese? ¿Qué quieres? No leo pensamientos, solo manos, destinos y corazones”, diceme una vez…

Felipe Espinola

Estudiantes de Letras y Mediación Cultural (UNILA); disciplina de “Práctica Contrastiva Creativa”, 2014-I (a cargo del Prof. Pedro Granados).

»Leer más

TRILCE TESTIMONIO

PUCP: Mediados del 70

Porque allí pillé a Góngora

Leyendo a Góngora

En la voz de Luis Jaime Cisneros

Lo mismo que a Salomón Lerner

Incrédulo y de a pie

Sujetando alguno de mis poemarios

Porque no por las huevas estuvo allí

Luis Hernández Camarero

Que estar allí, acompañar,

Es mucho más poderoso

Que el mero hecho de estudiar

Porque en la PUCP, y junto con algunos de mis profesores,

Ensayábamos explicar la verdad hasta confinarla

En un esquema

Algo mucho más humano que el solo hecho de creer

Y porque entre  algunas de mis compañeras

De aquel entonces

Descubrí  la bondad, la inteligencia

Incluso  el amor

Porque desde el segundo piso de Letras

En el Fundo de Pando

Mirando hacia la playa y por las tardes

Se ve a Trilce o a Inkarrí

Da exactamente lo mismo

Una sonrisa de tan amplia

Aparentemente horizontal

Dorada y abozaleada

Remando contra lo corriente

 

Fragmento de La mirada (2020)

A la sombra del poeta

Al que no suelo encontrar

Estando sentado

Aunque así ha sucedido hoy día

Hurgando sus poemas

Leyendo sus crónicas

Un dado de ocho lados

Multiplicado por otros ocho

Pero reducido también

Si fuese necesario

A cuatro ojos sobre tres rostros

Y de modo penúltimo

A una mirada

Sumergida

Hasta el párpado inferior

Bemol (es) contra Bulla

Así es Trilce

Puñal o península

A quema ropa

»Leer más

Primicia de “Res”, nuevo poemario

Descentrado del todo diluido deslízome

El cuerpo abierto el sexo abierto

Hecho una flor mi pistilo una breve boca

Unos minúsculos labios por donde brota la poesía

Digo la mía ser que llevo ser que soy

Indeterminado como una lechuga

Cuando se observa en detalle

Cientos de capas doscientas de viento

Un par de caracoles nuestras detenidas manos

Si esto es vivir si esto es morir

Qué más nos diera

La misma muerte tendrá su complemento

La mismísima agonía

Su privada fiesta

Llevado en besos arrastrado por el amor

Hecho mil añicos por la dicha

Si no entro ya si no salgo

Si en tallo abierto o en cerrada flor

Si en perfume o en alabanza

Que nos hemos hallado

En esto que no somos

Como el aire mismo

En este y en otro y en ninguno

16/11/2022

»Leer más

Raúl Gómez Jattin, veinte años después

El siguiente texto fue publicado, por primera vez, hace exactamente veinte años; el cual, asimismo, de algún modo hace ya parte de la tradición oral sobre el poeta.  Es decir, vive por ahí al margen de aquél que lo firmara.  

“Si yo lo escribí”, la poesía de Raúl Gómez Jattin (Testimonio)

Durante el III Festival de Poesía en Medellín (Junio de 1993), escuchamos por primera vez a Raúl Gómez Jattin. Este fue de chanclas coloradas y sin libro alguno a su propio recital, lo acompañaban Javier Sologuren, Juan Manuel Roca, y otro poeta del que ahora no nos acordamos. El público –que adoraba a Raúl– abarrotaba el céntrico auditorio. Llegado su turno, y después de dar muchas puyas a Roca, advirtió que no podía leer sin espejuelos; de aquella sala tipo anfiteatro fueron descendiendo, entonces, anteojos de diferentes formas y colores. Con el abracadabra de sus pesadas manos Raúl fue probándose cada uno; desdeñó inmediatamente el primero, unos cristales de marco grueso y de aspecto muy intelectual; lo mismo hizo con el segundo y con el tercero, discretos lentes de empleado, de disciplinado y tímido ganapán; finalmente, eligió unos de formato más bien estrecho, pero que quedaban flameándole de modo muy vivo en cada cien. Con estos leyó, mejor dicho, este poeta de casi dos metros de alto y de supersticiosos lentes de gatúbela, quiso empezar a cantar, preguntó sobre las preferencias del público que en ese preciso momento ya lo observaba atónito.

-“¿Qué canción de Joan Manuel Serrat querrían escuchar primero?”, y ahí mismo empezó a tararear la primera cuando poco a poco todo el mundo advirtió –antes nosotros– que no tenía entre sus manos texto alguno para leer. Seguidamente preguntó, ya habían pasado algunos desconcertantes minutos, si había alguien entre la concurrencia que tuviera un libro suyo. Silencio, risas, mayor perplejidad todavía. Por último, desde el fondo del auditorio, fue descendiendo a tumbos un único ejemplar que llegó con éxito hasta su mesa.

“Me dejaste en el momento en que más te necesitaba”, leyó, o creemos que leyó, y con esto se instaló en la sala una incontenible gravitación que lo tenía a él como eje, exclusivamente a él. “Despreciable y peligroso/ Eso han hecho de mí la poesía y el amor”, fueron otros versos ahora inolvidables. Sin embargo, todavía muy poco se conoce la poesía de Raúl Gómez Jattin (desaparecido trágicamente en 1997), apenas se ha difundido fuera de Colombia, y mucho menos se la ha estudiado. Extraordinario poeta celebrativo, con su Machado, Vallejo, Borges, Whitman, Paz y Lorca bajo el brazo, pero de catadura muy propia, su obra posee la frescura y vitalidad sólo comparable a la de otro de sus contemporáneos, el peruano Luis Hernández Camarero (Lima, 1941-1977). En ambos poetas, tan inteligentes y no menos cultivados, lo primero de lo primero es el gozo, esa ave rara hoy en día y a la que supo convocar siempre, por ejemplo, nuestro maestro Rubén Darío. Marginales y centrales a su modo –y tan latinoamericanos– a sus obras no las coactó la racionalidad política, ni tampoco la cobijaron bajo oportunista teoría literaria alguna; fieles siempre a su corazón, entendieron la poesía ante todo como dignidad –propia y ajena– que es, a la larga, la que nos pone a la altura de aquel chimpancé que aspira arrobado una pequeña flor del iluminado jardín (foto en la National Geographic en Washington).

“El putas”, algunos en Colombia denominan así a nuestro poeta; nombre cariñoso que no lo define por entero, pero que quizá ayuda a entendernos, sobre todo si nos circunscribimos a aquellos poemas que más fácilmente (de facilismo, de comodidad) lo identifican; por ejemplo, el famosísimo:

Te quiero burrita

Porque no hablas

ni te quejas

ni pides plata

ni lloras

ni me quitas un lugar en la hamaca

ni te enterneces

ni suspiras cuando me vengo

ni te frunces

ni me agarrras

Te quiero

ahí sola

como yo

sin pretender estar conmigo

compartiendo tu crica

con mis amigos

sin hacerme quedar mal con ellos

y sin pedirme un beso”.

Sin embargo, Raúl Gómez Jattin, cuenta con un repertorio más vasto que el aludido, aunque igualmente concentrado (los suyos no son más de un centenar de poemas). A la vertiente, digamos, narcisista –al antes y después de la juventud y la belleza– que ilustran también otros textos admirables:

En este cuerpo

en el cual la vida ya anochece

vivo yo

Vientre blando y cabeza calva

Pocos dientes

Y yo adentro

como un condenado

Estoy adentro y estoy enamorado

y estoy viejo (“De lo que soy”)

Sucede una poesía histórica, recreación o diálogo que entabla el poeta con algunos personajes universales de la historia o de la fábula, Hijos del tiempo es el libro al que nos referimos:

No volverá a ver la Alhambra en su esplendor

Tantos siglos construyendo pueblos y ciudades

irrigando llanuras

cultivando frutales

enseñando la Alquimia y el Algebra

la Poética, la Astronomía y la Música

Y todo se ha perdido en unos cuantos años

En unas pocas batallas todo se esfumó

como un espejismo en medio del Sahara (“El rey moro”)

En el mismo año de 1993, cuando lo conocimos en Medellín, tuvimos la oportunidad de revisar –acompañando a la pintora Bibiana Vélez Cobo, persona excepcional y entrañable amiga del poeta de Cereté– lo que sería, no estamos seguros, su último libro de poemas, Esplendor de la mariposa; edición reducidísima de la que escribimos una reseña para un periódico de Barranquilla y detectamos, nos entristeció comprobarlo, cierta pérdida de rigor en la estructura de sus textos, ciertos versos de menos o de más, cierto exceso de lugar común en sus imágenes, pero jamás la ausencia, y esto harto nos alegraba, de auténtica poesía. Era el ramalazo lúcido –luz o sabiduría– en medio de su tenaz adicción. De modo análogo a lo que señala Ángel Rama respecto al maestro, en el Prólogo a su edición de la poesía de Rubén Darío para la Biblioteca Ayacucho, el estilo, el vocabulario, los temas, la estética de Raúl Gómez Jattin podrá pasar de moda, pero su poesía y la pregunta por su poesía –y por la persona de Raúl– tendrán vigencia permanente.

Volviendo a la anécdota. Luego de leernos tres o cuatro poemas, y todavía mientras su voz de ángel crecido en las calles –entre gritos y puñetazos– resonaba en la platea, el poeta se despojó solemnemente de sus gafas celestes y las colocó abiertas sobre la mesa. De un momento a otro, sus espaldas alcanzaban ya la puerta más cercana mientras los otros poetas aún estaban en sus lugares respectivos y el público continuaba como hipnotizado, embebido. Mas, repentinamente hubo alguien que reaccionó, y después otro y otro, hasta que el reclamo, aunque cortés, se hizo general y unánime. ¡El libro, el libro!, comenzaron a vociferar en toda la sala. El poeta giró una sola vez la cabeza, efectivamente, entre sus manos enormes sostenía un pequeño y trajinado volumen, y antes de abandonar definitivamente el lugar respondió al coro: “Si yo lo escribí”.

»Leer más

Al modo de Daniel Alcides Carrión

A Lastenia, i.m.

Al modo de Daniel Alcides Carrión, aunque en el área de las Humanidades o de la poesía peruana, Juvenal Agüero se auto-inoculó el virus del anonimato.  Entiéndase, el manejarse sin grupete de amigos o de colegas en esta área y, lógico, lo esfumaron de ciudad y campo.  Corre ya el año 2022 y, al menos en el Perú (su patria), Juvenal es un total desconocido y, en respuesta a esto, debe ganarse tenaz y meticulosamente la existencia.  Objetivo cumplido, entonces.  ¿Qué pasó, qué demostró?  Que la literatura no la hacen los individuos, sino las instituciones por más equivocadas o periclitadas que éstas sean.  Que cuando un determinado autor (si es que esta categoría aún debe permanecer) se adapta o se maneja en consonancia con alguno de aquellos clanes o grupos todo puede ir sobre ruedas; es decir, uno entra en el canon y se coloca en algún punto del partidor.   Pero si no.

Un  desencuentro clave de Juvenal, iba a decir una de las principales fugas en el sinuoso galvanizado de sus desgracias, se produjo de modo muy puntual.  Corría el año 1994 y a  Juvenal no le agradó en absoluto la poesía de una colega.  No recuerda qué gesto improvisó en la cara; pero éste no le gustó, asimismo  en absoluto, al yerno de aquella poeta, uno de los dueños de El comercio; el cual  le devolvió la mueca elevada al cubo y deletreando, entre pelos del bigote y labios, algo aquí impronunciable.  Obvio, Juvenal se jodió ante el 80 o  90% de las comunicaciones en el Perú.  Aquella suegra de yerno tan suspicaz y Juvenal, junto a otros dos poetas locales, leían en el “Encuentro con la Poesía Hispanoamericana” organizado por Jorge Cornejo Polar,  aquel mismo año en la Universidad de Lima. Dicho yerno se  sentaba en primera fila y, para ser precisos,  justo frente al lírico escenario.  Festival de la Universidad de Lima del dramático arrivederchi —sobre una  silla de ruedas– de Emilio Adolfo Westphalen ante un numeroso y compungido público; aunque el autor de Las ínsulas extrañas sobreviviría, gordito y contento, por unos diez años más gracias a las oportunas y múltiples atenciones que le prodigaron en la clínica Maison de Santé (sede de Chorrillos).  Luego, ya no con El comercio, sino frente a la ancha base de la pirámide del Perú que constituye la  Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), y sin explicamos del todo el por qué,  Juvenal cayó de pronto tan mal allí.  Hasta el punto que ni compartiendo semejante vaso de chicha morada, con respectivo sánguche de  palta, en análogos kioskos del campus, sus colegas de Letras  –por un par de años (2018-2019) el protagonista de Prepucio carmesí enseñó redacción en EE GG Ingeniería– no lo hubieran invitado siquiera para hablar  de  “Huaco” (Los heraldos negros), poema sobre el que Juvenal era muy elocuente y no menos persuasivo.  Pregunta acaso demasiado extensa para respuesta tan sumaria.  Juvenal jamás acreditó en orientaciones  neo-hispanas ni neo-indigenistas; ni en, programáticamente, pitucas o damnificadas.  Ambas actitudes, creía Juvenal,  atentaban contra el libre pensamiento y la inmotivada alegría; auténtica medida de lo humano, añadía para sus adentros aquel ex vecino del barrio de Breña.  El problema estriba siempre  en cuánto, a costa de tanta anuencia, nos vamos cargando de poder y poco a poco transformamos  nuestro complejo, único  y expresivo rostro en una vulgar cara de poto, perdón, de palo.

Por otro lado,  ¿cómo iba la química de Agüero con las actuales hornadas peruanas de escritores o periodistas o curadores o acróbatas de la cultura?  Amnésicas, orgánicas a la hora  del vitute y nerviosas por todo; obvio, soslayaban al arrecho irredento que siempre fuera el del trágico accidente con la cremallera (Prepucio carmesí).  El mismo que –¿acaso  lo ignoraban?– precipitara el deceso del escurridizo beato, Martín Adán (Juan Mejía Baca dixit).   Nada, pues, con los para siempre sub veinticincos ni sub treintas; ni con aquellos que pretenden ser filósofos a la hora de pergueñar sus versos, sin jamás haber aprendido, de modo paralelo y cotidiano, del insondable arte zen de hacer su cama.  Y en esto Juvenal no discrimina entre X e Y.  Mucha barba, la parafernalia de alguno de estos nuevos tabloides, para tan poca quijada.

Chateaba Juvenal hace poco, con alguno de los poquísimos amigos que le quedaban, refiriéndose a V & C  y su ceguera ante César Vallejo … mosquitos aturdidos por su propio zumbido y atentos a la venia de los que mueven el asunto en Argentina o en México…  al otro lado del WasApp alguien se cagaba de la risa.  Porque Mingo cada día y cada vez más, y tormentosamente, sabe que es un impostor; tal como cada uno de los kloakas y, un poco más atrás, cada uno de los canillitas de HZ.  La cuarentena tuvo el mérito de obligarnos a sumir el estómago y despojarnos de lo prescindible que es casi todo en la, más o menos reciente,  poesía letrada del Perú (y pareciera, asimismo, del mundo por más buena voluntad que pongamos en nuestra lectura).  Vaya libelo.  Coincidencias, más bien, que compartían de vez en cuando –y de puro aburridos– aquellos amigos.

»Leer más

“Yo crío una mosca”/ Paranaländer

A Lastenia, i.m.

Yo crío una mosca

(recogido en Ayacucho, Cuzco y Apurímac por José María Arguedas)

Yo crío una mosca

Che amongakuaa petei mberu

de alas de oro,

ipepo overapava

yo crío una mosca de ojos encendidos.

che amongakuaa petei mberu hesa verava

Trae la muerte

Ogueru mano

en sus ojos de fuego,

pe hesa ratape

trae la muerte

ogueru mano

en sus cabellos de oro,

iñakärangue verapare

en sus alas hermosas.

ipepo poräitereire.

En una botella verde

Petei limeta hovype

yo la crío;

che amongakuaa

nadie sabe

mavave ndoikuaai

si bebe,

hoy’upa

nadie sabe

mavave ndoikuaai

si come.

okarupa.

Vaga en las noches

Oikorei pyharekue

como una estrella,

mbyjaicha

hiere mortalmente

porojapi ojukapeve

con su resplandor rojo,

mimbi pytãpe,

con sus ojos de fuego.

hesa ratape.

En sus ojos de fuego

Pe hesa ratape

lleva el amor,

ogueru mborayhu,

fulgura en la noche

overa pyharepe

su sangre,

huguy,

el amor que trae en el corazón.

mborayhu ogueruva ipy’ape.

Nocturno insecto,

Pyharegua aña,

mosca portadora de la muerte,

mberu manojara,

en una botella verde

pe limeta hovype

yo la crío,

che amongakuaa chupe,

amándola tanto.

ahayhuva mavaveichagua.

Pero ¡eso sí!

Pea ha’e

¡Eso sí!

Ehendu

Nadie sabe

Mavave ndoikuaai

si le doy de beber,

amboy’upa,

si le doy de comer.

amongarupa.

(Fuente: “Poesía y prosa quechua”, Francisco Carrillo, Lima, 1967)

»Leer más

SOL DÓNDE NO HAY SOL: Vallejo em camadas/ Amálio Pinheiro*

Foto por Rosario Bartolini

Soletrem este título em voz alta, por favor. Não à toa surge em seguida ao livro de poemas ROXOSOL, do mesmo autor.

Com Pedro Granados temos de ler (tresler?) Vallejo passando de fragmentos a “fermentos” (de sol), o mito Inkarri sempre nos espreitando agachado em permanente e fervente levedura, desde o seu reconhecimento em Heraldos Negros, à plasmação em Trilce e à disseminação trifurcada nos PoemasPóstumos. A presença concreta de um arquipélago borbulhante solar andino-universal atravessa, por uma espécie de polidialética nativa, situada aquém e além, a linear separação em fragmentos típica da subjetividade moderna, condenada à temporalidade melancólica da sucessão epocal. Vemos assim que a incorporação vanguardista trilceana sempre se dá pelo crivo de uma matéria vital saída do barro primordial, que foi traduzido (huaco) em escultura, artesanato, arquitetura; e também em vozes e, conforme Granados, “algaravias” da paisagem da cultura.

Enorme benefício teórico e prático-analítico, que insere, em vaivém, rigorosamente, os elementos temáticos e conceituais dos conteúdos dentro da insurreição das formas significantes (tão,ao mesmo tempo, plurais, díspares e compactas), que o poeta de Santiago de Chuco desdobra com variações e implicações múltiplas em todos os gêneros, sua biografia inclusa. Granados pode então ir se afastando de  todas as leituras saídas de uma interpretação, em estado de clausura logocêntrica,  de significados conteudistas finais “profundos”, que tendem ao coroamento de um humanismo  socialista essencializante e a um fechamento semântico, centrado nas figuras do índio, do operário, do órfão, do idioma etc. O que busca Granados em Vallejoé o devir de  uma cidadania quase ou pré-humanoide (conforme o mostra vallejianamente, por exemplo, nas figurasdo “megaterio” e do “quadrúpedo intensivo”) em arquipélago universal, vinculada, numa vertente fêmeo-andino-mestiça, a partir da paisagem animal, vegetal e mineral, a um multinaturalismo com base numa erótica/ética musical e cromática.Uma interpretação conteudista nos distanciaria do primitivismo ou nativismo inocente e inclusivo que Granados observa justamente em Trilce: “Originalidad o complejidad, puntualizamos nosotros, fruto de mantener un “nativismo” no episódico, sino inclusivo y palpitante, el cual desarrollará a plenitud justo en aquel poemario”.

Daí a importância de Pedro Granados enfatizar a distinção fundante que faz Vallejo entre “vontade” e “sensibilidade” indígenas, pois somente esta última, liberada da moldura lexical e sequencial das línguas flexionais, coloca — melhor dizendo, entranha, incrusta em filigrana — o sol, o andino, o animal na nervura do texto. Isto é, o sol esparrama-se mesmo, e especialmente, quando e onde não está presente nem é mencionado: “Sol Dónde No Hay Sol”. Ou, como diria o poeta de Trilce I: “Seis de la tarde / DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES”.A poesia do peruano entretece e revira tanta coisa que não necessita, despreza até, qualquer resolução acabada.Granados vai mostrando como o “modo de ser político” em Vallejo – “los grandes movimientos animales” sob a fermentação solar – , num incessante aperfeiçoamento, desvia-se das políticas vigentes, caudatárias estas de ontologias ocidentais binárias. Há aí também uma política da linguagem: qualquer separação entre homem e paisagem torna inútil qualquer separação entre o quíchua e o castelhano.

Mais ainda: como esse SOL se dissemina vocal, fônica, gráfica, musical e cromaticamente, ao modo de uma espécie de treliça de caramanchão que compactaas avassaladoras variações do miúdo prolífico (daí as invenções sintáticas e ortográficas dentro das enumerações de perder o fôlego), pode iluminar o mundo inteiro na página exígua. Os fermentos solares, a partir das reverberações míticas na paisagem, acionam, em Vallejo, as propriedades sonoras/visuais/gráficas intensificadas ao máximo pelas capacidades rítmicas e prosódicas do idioma. Nessa direção, o clamor metonímico de tantas passagens trilceanas já antecipa, por volta de 50 anos antes, textos radicais e barroquistas do continente, tais quais, para ficar no Brasil, Catatau, de Paulo Leminski, ou Galáxias, de Haroldo de Campos.

Alinhemos algumas companhias,severamente selecionadas por Granados, do Cholo mundial. Antes e sempre, insistamos, toda a paisagem natural e o entorno cultural: montanhas, pessoas, povos, objetos. José María Arguedas: “… no puedo creer que un río no sea un hombre tan vivo como nosotros”. Destaque para “Zorro de arriba y zorro de abajo”. O grande achado do “Landó por bulerías” (o lundu, tão caro a Villa-Lobos) de Micky González, numTrilceagora já em glossolalias hispano-quíchuas, peruano-afro-flamencas, uma sorte de “cante de ida y vuelta” levado às últimas consequências. Ou como anota Vallejo em “Contra el secreto professional”: “Quizás el tono indoamericano en el estilo o en el alma?”.

Amálio Pinheiro

Outubro de 2020

»Leer más