“Si alzando las manos,
formando una garra,
pudiera desgarrar
mi cielo más próximo…
Quizá esa sea la destreza
del hombre del futuro.
Comerse su propio cielo” (Granados 1986)
La capacidad mediadora de la poesía peruana –en perspectiva conceptual o multinaturalista[1]— alcanza su plenitud con Trilce. Logro que tiene sus antecedentes en el mito de Inkarrí, Dioses y hombres de Huarochiri y la Nueva corónica y buen gobierno de Huamán Poma de Ayala. Además, en su reacción a la poesía “mundonovista” del Modernismo (José Santos Chocano). Así como, por otro lado, en cuanto aquel poemario de 1922 constituye una elaboración propia del costumbrismo limeño (Granados 2007) –tipo Ricardo Palma, Clemente Palma o José Diez Canseco–; lo mismo que del criollismo o ruralismo del grupo Colónida y Abraham Valdelomar (Granados 2017a).
Trilce que tiene en los 30′, a través de la poesía de Martín Adán, a su mejor glosador multinaturalista en clave barroco-coloquial. Y ya en la generación del 50, dado el interés por la cultura precolombina entre la mayoría de sus miembros –sobre todo entre los motejados “puros” (Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, etc.) y no tanto así entre los “sociales” (Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Pablo Guevara, etc.)– al poemario Estancias (1960) de Sologuren como un auténtico heredero de su poderosa mediación conceptual. Obviamente, una vez catalizada la lectura de este último poemario con la antropología de Claude Lévi-Strauss, el budismo Zen (Daisetsu Teitaro Susuki) y, no menos, con lo que ha elaborado Eduardo Viveiros de Castro sobre el pensamiento amerindio. Estancias, entonces, cual un concatenado repertorio de ideogramas o discretos diseños con los cuales entablar, desde el Perú, un diálogo intergaláctico.
Seleccionamos a Javier Sologuren, a quien dedicamos nuestra tesis de Bachiller en Humanidades por la PUCP (Granados 1987) y no, por el contrario, a Jorge Eduardo Eielson o a Blanca Varela –habiendo estos últimos incluso rescatado de modo explícito la herencia precolombina en sus poemas– porque en el primero de ellos prima el existencialismo tanto como, en la poesía de Varela, predomina el expresionismo. Ahora, no es que no sea posible, implicando a Lévi-Strauss o a Viveiros de Castro en nuestra tarea, levantar una topografía multinaturalista a partir de la lectura de aquellos poetas peruanos; sino que la fanopea de Javier Sologuren –acaso de modo paradójico en tanto poeta “puro” o en menor grado “ideologizado”– mapea y sintetiza aquella mediación de manera simple y sorprendentemente elocuente (Rebaza 2000).
Por otro lado, y de manera secuencial, generación poética peruana de los años 60-70 que, a semejanza del subgrupo de los poetas “sociales” del 50′, estuvo intensamente interesada, acaso con la solitaria excepción de Luis Hernández Camarero, en la real politik y no en lo post-humano (otra manera de aludir al multinaturalismo). Así como los poetas peruanos –del 90 y del 2000– escasamente se concibieron amerindios. Y, más bien, estos últimos asumieron y ventilaron en sus obras diversos tipos de problemáticas globalizadas y urbanas como la de la identidad (género, etnicidad), ecología e incluso una construcción cultural filantrópica como la del multiculturalismo; además de ensayar un desmontaje semiótico generalizado: “giro lingüístico”, “giro visual”, etc. Ante este panorama, es recién hasta la poesía de la denominada generación de los años 80 (ejemplos, Magdalena Chocano o este autor) y, también, la de dos poetas contemporáneos y al mismo tiempo marginales de Hora Zero (años70) como José Watanabe y Vladimir Herrera, cuando la mediación conceptual vía el “giro ontológico”[2] o el multinaturalismo –y, no menos, la extraordinaria irradiación de Trilce— se ha tornado tan marcadamente relevante e influyente en toda nuestra región: “Vallejo en español selvagem y portunhol trasatlántico” (Granados 2017b). (P.G.)
[1] Según la cual: “se afirma la unidad (‘universalidad’) de un espíritu cósmico versus la diversidad (o ‘particularidad’) de los cuerpos naturales” (Rizo-Patrón).
[2] “Las aproximaciones ontológicas críticas [ni “naturalismo” ni “constructivismo”] están unidas en su cuestionamiento de la capacidad de la ontología moderna de la sustancia cartesiana—la visión de que el mundo está dividido en dos tipos de sustancias, materia extendida y pensamiento—para explicar plenamente el mundo material. Fundamentalmente, la metafísica alternativa consiste en ontologías relacionales. Más que hechas de objetos discretos o piezas de materia, todas las cosas están constituidas por sus relaciones. […] Un nuevo lenguaje intenta imaginar la compleja topología de estas realidades relacionales, incluyendo la “red” de Latour (2005), la “malla” de Ingold (2007, 2012) y la “mezcla” o “enredo” de Barad” (Alberti 2017). Y, no menos, el “multinaturalismo” (1996); aunque: “Es revelador que el objetivo de Viveiros de Castro –sistematizar el pensamiento amerindio en una metafísica tal que pueda tener un efecto recíproco sobre el pensamiento antropológico y la metafísica “naturalista” u occidental—rara vez es citado. Como tal, mucha de la ontología social y la nueva arqueología animista omiten la postura crítica de la obra de Viveiros de Castro” [Aunque esto ya lo curé desde la obra de un poeta “amerindio” como Javier Sologuren, y sustenté en la PUCP ya en 1987]. (Alberti 2017)
Referencias
Alberti, Benjamin. “Arqueología de la ontología”, en: Annual Review of Anthropology, 2016, 45: 163-179. Traducción Andrés Laguens, octubre 2017. [Web]
Granados, Pedro. Trilce/Teatro: guión, personajes y público. Brasil: ABH, 2017a.
———– “Vallejo en español selvagem y portunhol trasatlántico”. Sibila, 2017b
———–| “Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana”. Lexis, 2007.
———- “Estancias, síntesis de imágenes aéreas en la poesía de Javier Sologuren (1942-1960)” Tesis Bachiller, PUCP, Lima-Perú, 1987.
———– Vía expresa. Lima: INC, 1986.
Rebaza, Luis. La construcción de un artista peruano contemporáneo. Lima: PUCP, 2000.
Rizo-Patrón, Rosemary “Multinaturalismo e interculturalidad en el horizonte del mundo de la vida” [Web].
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