Nuestro año “mexicano” (2004). Se editó, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), nuestra tesis nada más presentada en 2003 para Boston University (Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo); aunque esto no signifique que dicha publicación circulara mínimamente por las librerías. De hecho, la edición de la Pontificia Universidad Católica del Perú –mismo título, mismo año– hizo a nuestro trabajo un tanto más conocido. El 2004, también, Alforja nos consideró y antologó en su número dedicado a los “Poetas de Perú“. Acaso está demás decir que, en aquella época, Alforja –dirigida por José Vicente Anaya (▲) y José Ángel Leyva (▼)– era la revista de poesía más importante de México. Asimismo, en Puebla ofrecí algún taller en la Casa del Escritor; donde, a modo de primicia, presenté un work in progress, ¿La poesía mexicana descansa en Paz?. Asimismo, participé en la Facultad de Letras, invitado por el profesor Alejandro Palma, a conversar sobre Rodolfo Hinostroza; y acudí, aquel mismo año, a su Festival Internacional de Poesía (FIPP). Posteriormente a este año he representado al Perú en el Festival Internacional de Letras Jaime Sabines (Chiapas, 2010); he publicado en el Periódico de Poesía (UNAM, 2018); y varias veces he visitado y publicado mis poemas en La Cartonera de Cuernavaca. Aquel mismo lugar, la BUAP, donde volví de motu proprio (es decir, con mis propios recursos ) y luego de varios años (2018), invitado a conversar allí sobre César Vallejo. En esta última oportunidad estuve, junto al cuate guerrerense Edgar Artaud Jarry, los minutos suficientes para desear escapar de allí; el desdén por la poesía, por César Vallejo y por este servidor me conminaron a ello. Aquel fulano, Alejandro Palma, era otro o acaso el mismo, recién me cercioraba de ello. En general, debo reconocer que la “tómbola” en México me resulta inasible; me refiero a sus plazas, sobre todo durante los fines de semana, colmadas de intensos colores y de harta comida; pero donde nadie se divierte porque pareciera ser la mismísima Catrina mil veces multiplicada y comprando, a paso algo torpe o mecánico aunque no menos obsesivo, todo lo que se le antoja. Tal como, y hasta hoy mismo, me son inasibles la inmensa mayoría de los poetas de México. Inexistentes por vocación, aunque lo suficientemente retorcidos y argollados para –a ojos del incauto o del extranjero– parecer estar vivos o poseer algún cuerpo. Remanencias del hechizado Octavio Paz. Vocación, por lo inexistente, que en los últimos años ni el ostentoso performance del chileno Bolaño ha logrado conjurar. PG
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