Una canción charra en Puebla
Un huevo prehistórico
Un meteorito, más bien.
Recién nacido
La vida se me va
Y no podré protestar ni
Evitar
Que me traigan otra vez por aquí.
Desde el recuerdo de alguien
Desde la memoria de mí.
La vida no me interesa
Aunque el cansancio cotidiano
Pareciera dictármelo.
Ni ansioso espero a la muerte.
Chulapa de Las Vistillas
Abalorios de mis negras
De La República Dominicana de Haití.
Alguien tuvo que hacerlo,
Es todo.
Alguno hubo de zambullirse
Desde tercer piso más alto del mundo
Y no morir, si no de a pocos.
Bello, nacer; menos
Volverse viejo e infame
Y escéptico.
Ante tanto huevo prehistórico
Y alarde dominical
Y doble rabadilla e inflada pechuga
Y tarde insolente de empanada
Y refrita escenografía.
Pero no añoro volver. Que tal lisura!
Ni el beso de Dios
En mi mejilla
Me salvaría de tamaño aburrimiento.
De Soledad impura (Poemas 2003 – 2008)
Textil fruto del 2004, nuestro año “mexicano”: Se editó, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), nuestra tesis nada más presentada en 2003 para Boston University (Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo); aunque esto no signifique que dicha publicación circulara mínimamente por las librerías. De hecho, la edición de la Pontificia Universidad Católica del Perú –mismo título, mismo año– hizo a nuestro trabajo un tanto más conocido. El 2004, también, Alforja nos consideró y antologó en su número dedicado a los “Poetas de Perú“. Acaso está demás decir que, en aquella época, Alforja –dirigida por José Vicente Anaya y José Ángel Leyva– era la revista de poesía más importante de México. Asimismo, en Puebla ofrecí algún taller en la Casa del Escritor; participé en la Facultad de Letras, invitado por el profesor Alejandro Palma, a conversar sobre Rodolfo Hinostroza; y acudí, aquel mismo año, a su Festival Internacional de Poesía (FIPP). Posteriormente a este año he representado al Perú en el Festival Internacional de Letras Jaime Sabines (Chiapas, 2010); he publicado en el Periódico de Poesía (UNAM, 2018); y varias veces he visitado y publicado mis poemas en La Cartonera de Cuernavaca. Aquel mismo lugar, la BUAP, donde volví de motu proprio (es decir, con mis propios recursos ) y luego de varios años (2018), invitado a conversar allí sobre César Vallejo. En esta última oportunidad estuve, junto al cuate guerrerense Edgar Artaud Jarry, los minutos suficientes para desear escapar de allí; el desdén por la poesía, por César Vallejo y por este servidor me comninaban a ello. En general, debo reconocer que la “tómbola” en México me resulta inasible; me refiero a sus plazas, sobre todo durante los fines de semana, colmadas de intensos colores y de harta comida; pero donde nadie se divierte porque pareciera ser la mismísima Catrina mil veces multiplicada y comprando lo que se le antoje. Tal como, y hasta hoy mismo, me son inasibles la inmensa mayoría de los poetas de México. Inexistentes por vocación, aunque lo suficientemente retorcidos y argollados para –a ojos del incauto o del extranjero– parecer estar vivos o poseer algún cuerpo. Remanencias del hechizado Octavio Paz. Vocación, por lo inexistente, que en los últimos años ni el ostentoso performance del chileno Bolaño ha logrado conjurar. PG
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