Archivo por meses: julio 2021

El poeta más odiado

Tengo una cantidad innumerable de enemigos literarios; de izquierda y de derecha; del submundo  y del cielo.  Los cuales no cambiarán de opinión  sobre mi obra porque de hacerlo, a estas alturas, significaría admitir que estuvieron despistados en el juicio o, peor aún, actuaron con hartísima mala fe.  Es más, ya que para el que escribe poesía por lo menos la mitad del asunto estriba en ser un crítico con olfato; aquello sería admitir que fueron poetas mediocres y, por lo tanto, en este aspecto  también existieron  en vano.

Es un milagro que haya persistido en la poesía sin grupete de amigos; sin ser líder de nadie; y sin que me hayan fagocitado como requisito previo  para algún  halago.  Es más, me entero, que los poetas de la corte imponen ciertas condiciones para asistir a los festivales  si también yo voy a asistir.  Sucede, exactamente lo mismo, si acaso alguien planea  incluirme en alguna antología.

Mi invisibilidad, asimismo, constituye prueba irrefutable de que la poesía (la crítica) de los últimos cuarenta-cincuenta años en el Perú propiamente ha desaparecido; aunque no por esto sea menos activa, influyente  o decisoria.  Invisibilidad al cuadrado, para ser más precisos, porque los extranjeros que leen la literatura de este país andino se apoyan a su vez en lo que les informan o seleccionan los ineptos o, más bien,  monitoreados lectores locales.   Bola de nieve, entonces, intrascendente y, desde ya, extinta.  Cómo se podría justificar pues, aquí, toda aquella legión de los que aludo.  Que todo lo hicieron por alimentar lo mejor posible a sus vástagos, vale; que sus progenitores fueron militares y que a ellos, tampoco, nadie va a pisarles el poncho, salve; que cierta iglesia católica y cierta oligarquía  les aseguraron su puesto en un periódico o en alguna universidad, allá ellos; que mientras más ignoraban incluso mucho mejor les iba, es lo usual; que en el intento de manipular a todos lograron finalmente manipularse a sí mismos, también es lo usual; que ignoraban mayormente, que no sabían, pase.  Pero que de ninguna manera pudieron con Juvenal Agüero, justo de esto trata esta novela*.

De aquello y de lo que diría acaso un joven crítico profesional –o una joven crítica que entenderá todo primero en inglés– allá por los años 2050, si no, antes.  Un crítico de estos precoces y sabiondos, a veces de sonoro apellido, e incluso algo simpáticos, a los que martirizó su papá.  Y que por esta razón se afirman, a como dé lugar, en aquello que ignoran.  Y se empecinan, a la par de la institución que los ampara o los financia, en hacer escuchar su preciosa voz,  absolutamente inofensiva, de puro malestar estomacal. Que cómo no reparamos en Juvenal Agüero  mucho más temprano; de lo ciegos que andaban los grupos de poder y sus instituciones, etc., etc., etc.  Mejor nos anticipamos a todos ellos y desde ya rechazamos sus discursos, en conjunto y el de cada uno por separado, que nosotros lo decimos desde ya y mejor.  Antes que el largo brazo del remolino nos alcance o que la piedra sea muy gorda y alta sobre el río.  Ahora que estamos todos reunidos todavía aquí.  Habrase visto. »Leer más

Llanto por Óscar Arnulfo Romero/ Alan Smith Soto

(cantata para asesino y coros)

(coro femenino)

Me han matado, dijo

en el segundo que siguió a la bala

un hombre que no temió a la muerte,

la que mata y no vence

la que arrastra su enorme pata material

hasta perder su propio rastro.

Te tendieron de espaldas

en tu sangre,

pero te fuiste de pie, de ala, de viento.

***

(coro mixto)

Fatal abono, su sangre derramada

sobre las losas, las perdidas calles,

los campos de maíz salvadoreño

y el patio donde un niño sueña lejos

el mismo sueño que soñó el santo.

Ofreciste la mano al que caía

al odio mismo, a la tarde, lejos,

su golondrina lenta.

Santo Romero, pero no el milagro

con que cumplía su trámite

la causa fue de su alma de hombre bueno

del gran valor que recibió del cielo

amor y fe unidos, hermanado

ejemplo muy sencillo, santo, santo.

***

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Poesía y administración Castillo

El grupo La república continuará reproduciendo su canon poético; mientras el de El comercio, incluso más, porque en tanto medio constituye hasta hoy amplia mayoría.  Las mujeres estarán cada vez más empoderadas, en esto también de la poesía.  Y los hombres, sin absolutamente nada que decir, no les quedará otra que imitar a las mujeres.  Y ambos, por cierto, querrán ser cada día un poquito más argentinos o, inequívocamente, porteños: tan inteligentes como indigentes.  Las instituciones culturales, dispuestas a promover el gusto por la lectura, reclutarán muchísimos más cuenta-cuenteros; como si no bastaran para ello los congresistas o la pléyade de abogados sumados, ávidamente, a nuestra amplia pantalla.  Aquellos que viven de la literatura, siempre una capilla mosca por diligente, adoptarán el disfraz que sea necesario para no trabajar y continuar viajando y dizque representando al Perú.  Sin embargo, tal como se manipula y pastorea el voto electoral, justamente para lograr este cometido, La república y El comercio a la larga constituyen lo mismo; no podría perpetuarse uno sin el otro.  Tal como el tan aguileño Hildebrandt o el simpático y recientemente desaparecido, Marco Aurelio Denegri, destacan en tanto y en cuanto llevan el agua para su molino; el de yo sé más que tú, el de bárbaros versus civilizados, el de tozudamente entender las Humanidades en tanto libros.   ¿Legado todo esto de Alan García o de los Fujimori?  Pues no, este refuerzo escolar (así entendemos por aquí la poesía) viene de muy antes y tiene para mucho rato.  Aunque queremos creer, no decimos avizorar, que la poesía es un Castillo; pero dentro o a pesar del propio Castillo.  Desconocida en el ambiente, inclusive más impensada y que Castillo, sin querer queriendo, ahora mismo va animando.  La idea de unas Humanidades entendidas como pueblos, y no únicamente como libros; como simétricas a la naturaleza, y no sólo como las narrativas que el especialista, o mal pensado, sabrá destramar.  La gente de siempre o la que se sume a este previsible nuevo gobierno, en el bicentenario de la independencia del Perú, no será inmediatamente otra o distinta con el nuevo presidente.  Aunque deberíamos contar siempre, también, con la astucia de la poesía; sólo ella podrá hacernos mejores.

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Javier Sologuren: elogio de las putas

Javier Sologuren. 'Vida continua' ", por Carlos Germán Belli | En Prosa y en Verso

-Si hubiera sabido que era putañero, jamás lo hubiera leído, nos dijo una tarde en el Cuzco Rodolfo Hinostroza.  En concreto, en Ran Huaylla, mientras nos disponíamos a beber una infusión o algo más fuerte, no recordamos esto con claridad, en los pagos de nuestro amigo Vladimir Herrera.

Poeta motejado de “puro”, en el Perú, respecto a aquellos “sociales” de su misma generación: Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Pablo Guevara, entre otros.  Como si dedicarse, en sus versos, al cuidado de la naturaleza y ser militante de una perspectiva simétrica de la existencia fuese cuestión de “puros”.  Poeta sin crítica, todavía; salvo, acaso, Roberto Paoli, Anna Soncini y otro poeta compañero de ruta, Jorge Eduardo Eielson.  La ética nos tiene realmente jodidos, cogidos de la vulva o de los cojones de nuestra imaginación.  Ética, puritanismo, cedazo previo sea de estirpe comunista o capitalista, en esto coinciden ambas maneras de ponernos diariamente la máscara.  Y es por este motivo que el pensamiento o la poesía constituyen siempre una excepción; algo que de modo invariable aceptamos o digerimos a posteriori. Mientras, en el aquí y el ahora, seguimos contando, hasta el hartazgo, las sílabas métricas de los versos del autor de Vida continua, reparando en su rica intertextualidad o en la confluencia allí de varias lenguas o culturas (oriente y occidente).  En pocas palabras, insistiendo en reconstruir el archivo de tan caro secreto profesional.  Cuando lo suyo  fueron precisamente las putas, como en el caso de Arguedas, Vallejo y paramos de enumerar.  Aunque la estirpe de la búsqueda –y encuentro– en los burdeles de Sologuren fuera un tanto distinta al de la catadura trágica, en  Arguedas, o al del entusiasmo siempre adolescente en Vallejo.  El puterío de Javier Sologuren fue el de encontrar el yin para el yang de esta existencia; el de toparse con la compacta obscuridad justo detrás o más arriba que esta luz.  Las putas constituyeron la terracota, imprescindible, de cada una de las lúcidas cuentas de su poesía; por ejemplo, de Estancias (1960).  Terracota previa a su aguda inteligencia, a la metamorfosis, al fuego abarcador y abrasador de Sologuren por todo lo que viviera.

–Los que dividen son aquellos denominados poetas “sociales”, nos dijo una vez, no recordamos ya si en Los Ángeles (de Chosica) o si en su casa de Jesús María.  Pero el tiempo, el cual constituye asimismo otro yin y yang, le ha dado toda la razón o le va otorgando su merecido reconocimiento.  Cómo es posible en un país de pobres, bicentenariamente colonizados, manipulados hacia los clips de la Tele y la pornografía de la Internet, ser meramente poetas “sociales”.

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Una guerra de sueños/ Manuel García Cartagena

Desocupado lector:

Te presento mi novela más reciente. La escribí lentamente, acumulando rabia durante los últimos trece o catorce años, pero solo pude terminarla el año pasado, en la playa de Cabarete, mientras huía junto a mi mujer y nuestra niña más pequeña de los humos del vertedero de Duquesa que ahogaban toda la capital. Está dedicada a mis padres, ambos fallecidos, lo cual es otro factor que me ayudó a desencadenar a Prometeo: se trata de una novela radical, apocalíptica y pospandémica, macerada a lo largo de 16 años de ostracismo y exclusión, viendo como se cualquierizaban todos los órdenes de lo real-dominicano. La novela se para y se defiende sola: me representa, pero sobre todo por su escritura. Como sé que eres sensible a la ironía, al cinismo, a la sátira y al humor sardónico, te la presento. Ningún otro escritor dominicano contemporáneo pondrá sus pies por mucho tiempo allí donde piso en esta novela, lo cual no es para nada motivo de orgullo. Antes al contrario, le agrega varias toneladas al peso de esa cruz llamada el “ser dominicano”. Recibe un abrazo fraterno ahora que en el Caribe nos preparamos para recibir la primera tormenta de agua y viento del 2021 [el pleonasmo es de rigor en casos como este].

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