Se nos estaba pasando celebrar, aunque en temporada tan poco celebrativa, los 13 años de existencia de nuestro blog (16/6/2007). Pensamos que hemos cumplido, con nosotros mismos y con el público que en estos años se ha acercado a esta página. En una entrada anterior, más bien “antigua”, declaraba que los tenía a todos y cada uno de ustedes “chequeados”; en realidad, esto último era para aludir o inquietar a los unknown. Para nosotros esta categoría de visitante oscila, ya que desde chiquitos hemos sido quisquillosos, entre algo más que anónimo y algo poco menos que fisgón, pilatos y hasta enemigo. Disculpen mis cuates, pero así se mueve este pechito. Mejor dicho, se movía, porque a estas alturas conozco perfectamente de quiénes se trata; y, a nuestra edad, al menos la del calendario, nos tiene sin mayor cuidado. Todos somos, más allá de las lucecitas que brillan sobre el localizador de la Internet, una bola de desconocidos; en primer lugar, para nosotros mismos. Aparte de seres frágiles y harto efímeros; sino preguntémosle al que hoy por hoy lleva puesta la corona del mundo. “La Pandemia literaria”, con este lema reseñamos un libro reciente de Julio Ortega, uno de nuestros más caros maestros junto con Germán Paulino –mi “hermano ignorante”, en términos de Jacques Rancière–, y allí constatamos que en nuestro blog no hemos hecho otra cosa que ponerle su sano epitafio a todo, tanto a autores como a obras literarias (cada uno ya en esta existencia tiene su merecido), pero jamás a la poesía. La que no figura necesariamente, o por lo general escasea, en la literatura (Luis Cernuda dixit) porque aquélla es libre, aleatoria, oscilante, democrática, leve, extraterrestre, y un largo etcétera y no distingue entre géneros (al menos entre los literarios o históricos) y, por lo tanto, no le podríamos colgar epitafio alguno. Honor a la poesía entonces, con mala o buena suerte, con covit o sin covit, con blog o sin él. Quisquilloso, o no, me hallaré siempre honrado con la visita de cada uno de ustedes. Muchas gracias. Y abajo copio el enlace, a manera de un modesto presente por la ocasión, de Poeta sin enchufe; nuestra más reciente “nobloga”, para variar, entre andina y caribeña o viceversa.