Navegando entre mis archivos, cuarentena por medio, di con estos poemas de mi antiguo ex alumno de algún taller en EE. GG. Letras de la PUCP (no recuerdo las fechas exactas). Luego, al curiosear por la Net para ver qué hubo de su vida, me doy con la grata sorpresa que –era de esperarse– ha llevado a buen puerto varias iniciativas artísticas, entre literarias y antropológicas, y que no ha menguado su dinamismo ni su exultante creatividad. Por ejemplo, que ganó unos importantes juegos florales de poesía en el Perú; que ha publicado varias novelas; que ha liderado un muy interesante proyecto integrador de las artes a nivel de la región (Cuaderno azul); que cultiva o cultivaba un blog desafiante: “la muerte miente”; o que tiene a su cargo, ahora mismo, la primera escuela de ukulele en su país. Creo, aunque acaso el propio Daniel una vez los vea publicados me desmienta, que estos poemas son inéditos (los pasé yo mismo, tal como estaban, de word al pdf). Entre el fervor por Luis Hernández Camarero, lo que en poesía se hallaba de moda en Lima por aquellos años, y su don para mirar y escribir entre pliegues; el legado de estos poemas no es el absurdo, sino, más bien, algo así como una alegría venidera. Y, por esto mismo, por el afán de compartir dicha primicia –hecha carne ya en nuestro poeta– es que ha necesitado difundirla, repartirla, socializarla por doquier y a través de distintos soportes. De este modo, desde la lógica del derroche y el gozo, o de unas ciencias sociales a la altura de estas vivencias, es que podemos entender su acertado tránsito o ida y vuelta de la literatura a la antropología. P. G.
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