En el último capítulo, titulado “Ciencia y poesía”, escribe la autora:
“Morir es difícil, y también lo es ser médico: presenciar cada día el sufrimiento y la finitud, y tomar conciencia una y otra vez de los límites de la ciencia y de la propia habilidad […] Para asumir esa ardua responsabilidad los médicos necesitan ayuda. En mi caso, como espero haber demostrado, la principal ayuda procede de los escritores en general y de los poetas en particular”.
Y luego:
“Los poetas hacen el mismo trabajo de unir lo personal y lo universal […] Aclarar sin simplificar. Es casi exactamente lo opuesto al don de la ciencia, que es buscar comprender mediante la simplificación. La complementariedad de poesía y ciencia es asombrosa: ambas tienen la capacidad de enriquecer a la otra”.
Más sobre el tema:
William Carlos Williams: poesía y medicina (“Lamento”, “Destrucción Total”) – por Pablo Ingberg