En el presente trabajo hemos partido, de modo no gratuito, con Julio Ortega; desde la perspectiva actual, consideramos que -entre los otros poetas de su generación, llámense estos Antonio Cisneros o Rodolfo Hinostroza- es el que se ha distraído menos con el “británico modo”. Consideramos además que éste, y aceleradamente, una vez superadas la parafernalia política de época y una vez mejor informado el lector, sólo va quedando en sus huesos. Lo mismo, obviamente, sucede con el performance textual de los de Hora Zero y, sus epígonos, un grupo como Kloaka y Cia. Como una suerte de indagación en la honda continuidad de la poesía peruana, la tesis de Martín Adán se perfila como un hito; o, al menos, es un corte oblicuo en el corazón mismo del más influyente, después de César Vallejo, de los poetas peruanos contemporáneos. Nuestro texto no se propuso sino dar un paso más, actualizar una tarea, no por aparentemente arbitraria, menos brillante y entendida. Es con los 80, le corresponde el mérito a esta variopinta promoción, donde las fuerzas barrocas adquieren nuevos bríos en el Perú y, justamente, a partir de la poesía conceptista/ coloquial del autor de Diario de poeta. Claro está, en un neobarroco que, asimismo, ha ido incorporando otros gustos de moda y, es lo más remarcable, otros gestos de estilo hasta hacerse casi irreconocible canónicamente.