Algunas reflexiones:
Ensayamos allí un estructuralismo sui generis, adaptado para leer poesía –en particular fanopea (Ezra Pound)–, inspirado en Levi-Strauss; y auxiliados por Gastón Bachelard, que nos permitió otorgar movimiento a los discretos elementos –y entre estos mismos– hallados en nuestro análisis Práctica, no el estructuralismo entendido como tediosas y por lo general estériles “arborizaciones”, absolutamente ausente en la academia del Perú de la época. El nuestro fue un ejercicio de inmanencia, a nivel teórico; y de producción de sentido, a nivel metodológico. Lo básico fue iluminar, en los poemas de Javier Sologuren, la lógica de las relaciones, dinámica en sí misma, y predominantemente metonímica. De algún modo, e invitados por el mismo Sologuren, hicimos además que se tocaran budismo zen y perspectivismo (multinaturalismo). Resulta obvio que, al presente, observo mi estudio desde coordenadas académicas más o menos recientes: Descola, Viveiros de Castro, Latour, un rescatado Levi-Strauss… y Spinoza; pero no oportunistas, sino que pueden dialogar y de hecho dialogan con nuestra tesis de 1987. Acaso no está demás mencionar que aquel ejercicio, en el rigor y la imaginación, modeló el sustrato de mi modo de leer poesía; el mismo que hoy por hoy se implementa de una manera un tanto más expeditiva y a la que se añaden, obvio, otros aportes teóricos. Lectura íntima y no menos gozosa, asimismo, que seguimos recomendando como una opción o como antesala a otros modos de leer acaso más sesudos o más graves. Leer estableciendo relaciones metonímicas –lo más justificadas posibles– entre texto y contexto; y sin soslayar el contexto más inmediato que es uno mismo. Entre los estudiosos peruanos, nuestro condiscípulo, Luis Rebaza Soraluz, es el que se ha percatado de la especificidad y, seguimos confiando, virtual productividad de nuestro trabajo; va nuestra simpatía y gratitud por ello.
Pedro Granados, mayo 2017
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