No sigo a un fantasma,
aunque éste tenga mucho dinero
y hable en lenguas.
Tampoco me prendo fuego por Kloaka,
abrase visto.
Ni por un doctor que deplorando
lo conversacional,
optó por hablar en difícil.
A las poetas mujeres las sigo buscando,
indesmayablemente.
A los hijos de El Comercio, a los loquitos por encargo,
a los poetas-editores, a los poetas-profesores
sabios en aburrimiento,
a los calculadoramente feministas,
a los poetas-comentaristas políticos.
A cada uno de ellos
me los he ido pasando por el forro.
Como a los que dejaron de estudiar
o se vendieron como baratijas.
Y creyeron que así nomás era ser poeta
y así nomás era la poesía.
(Publicado con algún otro título y en algún otro lugar)