Archivo por meses: julio 2016

  Son and Duty/ Indran Amirthanayagam

Frank

Frankétienne, Pedro e Indran en Port-au-Prince

He is his own man now;

decides for himself what

to download on his phone,

how much family he can

take, and when, before retiring

 

to his summer Floridian pad

where he can spread brushes

and palette on the desk and

fingers on piano keys

in the living room. My son

 

who writes grand, detailed

stories via email and schedules

his day to include 30 minutes

to eat, bed by 10, and

thou shalt not to alcohol,

 

who saw his grand dad

in his cups, whose dad

drove, a maniac, through

early infancy, “Mummy:

Daddy. Car. Boom, Boom.”

 

In retrospect I  did not

realize the injury I would

leave in memory. He is

quick to advise me to leave

my phone on the side

 

and not to eat and drive.

He drives himself now,

and acknowledges

in philosophy the exception

that proves the rule

 

as he sips water or juice

when in need, practical

and careful, devoted

and marking his own

path as artist and man,

 

painter of dreams, pianist,

bearer of father’s genes

in a profile identical

to his half sister’s,

writing this poem down.

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Cartagena de Indias

Cartagena

Aquí me tienes
otra vez disponible
al poema.
Sentado en un lugar ideal
esperando el poema.
Un lugar ideal y tranquilo
entre el ir y venir de la gente
y el poema no viene.
En este sábado por la tarde
en pleno centro de Cartagena
el poema no viene.
Entre la calle del Porvenir
Y la calle de la Soledad
no viene el poema.
Y larga y poderosa es la tromba
y la trompa del deseo.
Y total es la sinceridad.
Y auténtica la zozobra.
Y contenida la desesperación.
Y el poema no viene.
Muy alto es el cielo sobre esta ciudad,
vasto el mar
y anchísimo el continente.
Más fácil es hacer poemas sobre el exilio
en los Estados Unidos;
mucho más fácil la elocuencia de una ciudad
como Buenos Aires o Madrid.
E incluso ahora que estoy con una maravillosa mujer
–la más linda de todas, la más misteriosa,
la más cartagenera– ignoro si ella es precisamente
una llave.
Todavía no sé si es necesaria una llave
para entrar a Cartagena.
Quizá el muy alto aire
y el muy vasto mar nos hablen
–a escondidas–
entre algunas de estas estrechas calles.
Quizá Pedro Claver se anime
a interpretarnos la soledad y el porvenir de su gente
(pienso en Pedro Claver –enfermo y ya gastado–
observando atentamente la bahía).
Tal vez algún día un andino del Perú
sea asimismo caribe.
Es muy fácil hacer poemas sobre el exilio
en los Estados Unidos,
muy fácil predecir el deterioro
y la posterior destrucción.
Pero escribir algo digno sobre Cartagena
no es tan fácil. No es tan predecible.
Bocachica es la pobre
y Bocagrande –lógico– es la rica,
y aquí se ubican los burdeles. Pero,
a la orden estoy.
Con mi corazón andino y mi deseo africano.
Alto cielo y vasto mar de la costa
por ahí me voy a encontrarlos.

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República Dominicana en la 21a FIL Lima

Caribe Diccionario

-lunes 25 de julio a las 5 de la tarde en el auditorio Ciro Alegría: Presentación del libro: El Caribe: sus intelectuales, sus culturas, sus artistas, su historia, sus tradiciones populares de Pedro Ureña Rib . Participan: Roberto Reyes Tarazona y Pedro Granados. Organiza: Embajada de República Dominicana.

-viernes 29 de julio a las 7 de la noche en el auditorio José María Arguedas: Conferencia: «El Caribe diverso: entre culturas criollizadas y culturas mosaico». Participa: El Excelentísimo Señor, Rafael Julián, Embajador de la República Dominicana en Perú y los escritores Roberto Reyes Tarazona y Pedro Granados.

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Pedro Zulen & César Vallejo

zulen

Decíamos en una reseña a un libro anterior –Pablo Quintanilla, César Escajadillo y Richard Antonio Orozco (eds.) Pensamientoy acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX (Lima: IRA, 2009)– que éste se proponía: “reconstruir y analizar las dos tradiciones filosóficas que tuvieron mayor influencia en el desarrollo de la filosofía peruana a comienzos del siglo XX: el espiritualismo francés y el pragmatismo estadounidense, concentrándose en la recepción que hubo en el Perú de Henri Bergson y de William James”; y, agregábamos también allí, que aquel libro alimentaba: “el campo de la crítica a la producción literaria de aquellos años. En concreto […] para una lectura de la poesía de la época; en particular, para un acercamiento vivo –por actual– a uno de los poemarios más complejos o difíciles de la lengua, Trilce (1922)”; y especificábamos: “qué pertinente podría ser hablar –en términos de Bergson– de dos yo, uno superficial y otro profundo, en la poesía de Vallejo (algo que ahora mismo obsesiona, aunque con otros presupuestos, a un estudioso como Stephen Hart). O, no menos, aquello de que “el conocimiento es colectivo por naturaleza” (Pierce) y no atributo de la conciencia individual; y, por lo tanto, la justicia también (“Masa”). Asimismo su corolario, “el individuo, si es algo, es parte de un todo sin el cual no tendría sentido”. En fin, estos eran algunos de los conceptos que ventilábamos allí, aunque, al mismo tiempo, quedaran como esperando una continuación; la cual, en el caso del libro que pasamos a reseñar [Rubén Quiroz, Pablo Quintanilla y Joel Rojas (eds.) Pedro S. Zulen. Escritos reunidos (Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2015) 698 pp.], deseamos satisfacer.

Lo primero de todo, en cuanto al interés que Zulen (1889-1925) en tanto poeta –publicado por Dora Mayer– pudiera haber despertado en Vallejo, sería nulo; creemos que, Rubén Quiroz, también se queda corto cuando enfatiza: “En su corta existencia [Zulen] exploró asimismo el género lírico, bien es cierto que anclado en las maneras modernistas” (25). Egurenismo y rancio romanticismo, añadiríamos nosotros. Muy a contracorriente –e impotente acaso– frente a lo que el mismo Zulen informa sobre la obra de un nietszchiano Bergson en la “Introducción” a su tesis de 1920, La filosofía de lo inexpresable. Bosquejo de una interpretación y una crítica de la filosofía de Bergson: “Bergson quiere sustraer la mente de un mundo estático, formal, encasillado, mundo de irrealidad, artificio o insuficiencia interior, y colocarla en la primitividad y plenitud de la vida, en el impulso instintivo y creador que esta lleva en sí” (37). Es decir, y en realidad, Zulen no supera o anda imantado todavía a su filósofo estudiado. Por más que, en aquel libro de 1920, asimismo argumente: “El bergsonismo queda así reducido a un ilusionismo psicológico, a un espejismo de la duración real, que en cuanto quiere constituir un sistema filosófico, no avanza más que el agrietado racionalismo […] La novedad del platonismo bergsoniano consiste solamente en establecer que el platonismo, ilegítimo si la Idea es cosa o relación, deviene legítimo si ella es duración […] Intuir es platonizar” (55). Y aquello es así porque, como bien argumenta Pablo Quintanilla en la “Presentación” del segundo libro de Pedro Zulen —Del neohegelianismo al neorrealismo [atomistas lógicos]. Estudio de las corrientes filosóficas en Inglaterra y los Estados Unidos desde la introducción de Hegel hasta la actual reacción neorrealista (1924)–, citamos: “Zulen no se despega por completo de la influencia de Bergson, como se ve en la defensa que hace, en Del neohegelianismo al neorrealismo, de un cierto hegelianismo leído desde la obra de Royce [“El pensamiento es para las cosas y todas las cosas son para el pensamiento, en el vivimos y en él nos movemos”], así como en el duro cuestionamiento que realiza del materialismo [como del materialismo histórico de José Carlos Mariátegui o Víctor Raúl Haya de la Torre] que él cree encontrar entre los neorrealistas” (61). En pocas palabras, sintetiza Quintanilla: “Quizás la crítica más puntual que podría hacérsele a nuestro autor no es el abrazar el concepto de espíritu [cercano a Spinoza, es decir, al panteísmo o al panenteísmo] ni utilizarlo en su filosofía, sino el no explicarlo conceptualmente con más claridad, dado que lo emplea como una pieza principal en su filosofía y le sirve para elaborar cuestionamientos a posiciones filosóficas y psicológicas” (66)

Obvio, César Vallejo no compartiría estas incertidumbres o dubitaciones zulenianas. Por un lado, ya en su tesis de “Bachiller en Filosofía y Letras” de 1915 (El Romanticismo en la poesía castellana), echó mano –más bien– de la noción positivista o naturalista de un Hippolyte Taine; desde la cual se analizaban las obras artísticas y literarias considerándolas como el resultado de la raza, el ambiente y el momento. Aunque, a decir verdad, aquí Vallejo desde ya ensayando unos larvarios estudios culturales o perspectiva intercultural: “He then went on to evaluate the rol played by ‘elementos extranjeros’ (foreign elements), and here he marshalled the main points about Italian, English, German, anf French literatura and their influence on Spanish literaure” [Stephen Hart, César Vallejo. A literary biography (Croydon, Great Britain: Támesis, 2013) 18]. Obvio, esto no impidió una gran amplitud de miras por parte del autor de Los heraldos negros (1918); ya que justamente en este su primer poemario se aclimata todavía y también se rinde homenaje –junto a la Biblia, Darwin o la cultura andina– a ciertas lecturas poéticas que podríamos considerar “espiritualistas” o incluso “bergsonianas”, tipo José María Eguren (muy admirado y difundido por Pedro Zulen) o Julio Herrera y Reissig. Por otro lado, y sólo para circunscribirnos a la poesía de César Vallejo elaborada y publicada antes de su viaje a Europa (1923), Trilce (1922) elaboraría su propia y radical crítica a la metafísica occidental –sin acaso dejar de permanecer bíblico– permitiendo que aflore a través de sus poemas un elaborado, consistente y no menos incluyente mito de Inkarrí [Pedro Granados, Trilce: Húmeros para bailar (Lima: VASINFIN, 2014)]; en la catadura “bergsoniana” de César Vallejo, su: “experiencia inmediata, absoluta, concreta” (101). En otras palabras, aquellos remanentes trascendentalistas –todavía presentes en Los heraldos negros— se hacen en Trilce del todo inmanentistas; aunque no necesariamente materialistas y dialécticos, como en general la crítica apunta sobre la poesía de su etapa europea o póstuma (Poemas humanos).

En conclusión, creemos que Vallejo, en Trilce, fue mucho más allá que Zulen. No sólo en lo tocante a superar el dualismo de este último, tal como lo nos lo presenta Joel Rojas en estos mismo Escritos reunidos: “En Zulen de hecho encontramos una visión dualista de la nación peruana: el indígena y el criollo [la cual] acusa limitaciones en la concepción de la heterogeneidad. Así, nuestro autor [un tanto como José Carlos Mariátegui] no aboga por las minorías chinas y afroperuanas, históricamente explotadas tanto como el indio” (161). Sino que, además, fue mucho más allá en el desmontaje y aporte –semióticos– del tiempo que a ambos les tocó vivir. Prueba irrefutable de ello, en este caso específico, no es tanto la filosofía o el pensamiento; sino, desde la doctrina de Pierce (“acción” o pragmatismo), la constituye finalmente la poesía que, en la misma época, uno y otro pusieron en práctica.

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Fotos en el Juan Parra del Riego

Cilloniz.Pedro

En “ausencia del vate”, como inexplicablemente informó La República o Pedro Escribano, anoche se presentaron los libros de Antonio Cillóniz en el auditorio Juan Parra del Riego de Barranco.  El poeta leyó magníficamente pasajes de su obra, y todos los asistentes quedamos felices y contentos.  En la foto: Antonio, Teófilo Gutiérrez (editor) y un servidor.

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Antonio Cillóniz y el “estilo tardío”

Cillóniz en Barranco

La frase (“estilo tardío”) viene de Theodor W. Adorno y, una vez asumida, figuró en el título del libro póstumo de Edward Said, Sobre el estilo tardío: Música y literatura a contracorriente (2006).  Entendámonos, tal como lo expone Blas Matamoro: “No se trata de obras de viejos, a veces repetitivas y seniles. Tampoco de lo que se hace antes de silenciarse en una vejez taciturna. Lo tardío es creador y responde a una visualización de la muerte, cercana y personal. La propia vida aparece como una tierra extraña, lugar de exilio”.  Además, y en el caso particular de la poesía de Antonio Cillóniz, también se cumple otras de las condiciones de aquel estilo, acaso paradójica; dice Said: “no puede ser el resultado directo del envejecimiento o la muerte porque el estilo no es una criatura mortal, y las obras de arte no tienen una vida orgánica que perder”.  Ergo, y en sustancia, la poesía de Cillóniz siempre cultivó aquel estilo.  Lo cual explica, en profundidad, que su obra y su persona –ya sea en el Perú o en España o en cualquier otro lugar– se hayan percibido radicalmente extemporáneas o extra-generacionales.  Muy a pesar de que, también es el caso de esta poesía, lo tardío tenga sus “aspectos alegres, así como trágicos” (Michael Wood).  Cito, de “Mañanas de primavera”, Tomo I de sus obras completas:

Así

este oficio que me permite estar

vivo entre los muertos,

me obliga a estar

muerto entre los vivos.

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Breve teatro para leer: poesía dominicana reciente

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El poeta y académico peruano Pedro Granados, con la agudeza crítica que lo caracteriza, enjuicia de manera muy novedosa la más reciente poesía dominicana y sus actores principales: los escritores de la generación del 80 y sus seguidores y contradictores. En Breve teatro para leer la poesía dominicana reciente, Granados clasifica y contextualiza estéticamente las nuevas corrientes de la poesía dominicana de las últimas décadas. Sin lugar a dudas, la mirada del crítico peruano constituye un esfuerzo de incalculable valor. Las recuperaciones esteticistas o neorrománticas de los poetas del César Vallejo y la difusión que ha tenido su obra es analizada aquí, sin que le falte la chispa política, sin que podamos ponernos de acuerdo en la totalidad de sus juicios.

Sobresalen en la baza del análisis las figuras de Alexis Gómez-Rosa, José Mármol, Soledad Álvarez, Homero Pumarol y otros escritores de los ochenta y noventa, como Plinio Chahín, Ylonka Nacidit-Perdomo, Basilio Belliard, Adrián Javier, León Félix Batista, Médar Serrata, Manuel García-Cartagena, y tantos otros que realizan una literatura que apura el paso entre la tradición y las rupturas estéticas. Creo que es este un libro que amerita una lectura pausada, porque es un esfuerzo genuino de un investigador literario, académico, que ha puesto sus ojos y oídos en la producción literaria dominicana, a la vez que refuerza una mirada nueva de esta poesía desde afuera (como lo hicieran Baeza Flores, Manuel Ugarte, María Prosdocimi de Rivera y otros).

Miguel Ángel Fornerín

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