Juvenal Agüero trae mucha poesía desde la República Dominicana. Asistió como convidado a la última FILRD, en Santo Domingo, apenas llegó –y luego de registrarse en el hotel– tomó su colectivo y se fue derecho al parque Independencia, por la entrada de la calle El Conde. Limbo que se aprende de modo palpable y sencillo –flores en el fango– que no precisa de explicaciones ni mayores alambicamientos teológicos.
-“Baje con cuidado Doña, Madre, tranquila que no hay apuro”, recita el chofer de la guagua. La señora mayor, india y alta, tambaleante inicia su descenso.
-“¡Con cuidado que de esos repuestos ya no vienen!”, sentencia alto e impertérrito el sudoroso cobrador.
Poesía también, con su perdón, en el arte de mamarte el huevo; lentamente, desde el sótano al piso más alto. Y que no se diga nada de sus manos y de aquellos sus finos y tan consertados dedos picando como peces. Poesía también en los libros, por supuesto, pero hacia el cabo de la lista. Sin embargo, la poesía culta dominicana, para qué, ha mejorado un chin. Pero un chin enorme y sustancial. Prueba de ello es que, acaso contra todo pronóstico, y aunque dedicada al Perú, hayan invitado a Juvenal Agüero a la Feria del Libro de este año. Cuando en su propio país, por aquello de que para Agüero la crítica no es amiguismo ni oportunismo, jamás entraría en la lista de aquel sutano: un muñeco de madera, más bien alto y fofo, a través del cual mueven sus hilos otros muñecotes incluso mucho más despintados que él: de tan manipulables y anacrónicos.
Entre los poetas más jóvenes [Luis Reynaldo Pérez (comp.), Material inflamable. 30 poetas dominicanos del siglo XXI (Santo Domingo, RD: Editora Nacional, 2014)] el verso que más le gustó a Juvenal, en medio de toda aquella antología, fue uno de Natacha Baltle:
“Afuera, una niña lame su paleta balanceando el panorama”
Pero claro, así como una golondrina no hace un verano, el poeta mejor presentado allí por aquel joven compilador no es Batle (1984), sino Ariadna Vásquez Germán (1977). Y le alegró mucho a Juvenal Agüero coincidir en esto con Luis Reynaldo Pérez (dicho sea de paso, ¿de dónde sale aquello de “Poesía Neotestimonial” en su prólogo?). Obviamente, entre los treinta antologados, junto con Natacha y Ariadna, hay por lo menos cuatro más que justifican su inclusión allí. Uno desconocido para Juvenal como Johan Mijaíl Castillo (1990); y los otros, por cierto, confirmando su buena poesía: Homero Pumarol (1971), Néstor E. Rodríguez (1971) e Isis Aquino (1986). El primero de estos tres últimos sin adaptar todavía del todo su talento al poema de más de diez versos que, en alguna otra oportunidad, Juvenal ya le celebrara. En general, luce particularmente cansado Pumarol, como si no diera la talla o no llegara al nivel de flotación que convoca Material inflamable. Sin embargo, “Este poema” lo redime: “De vez en cuando vuelvo a leer este poema./ Me gusta, es corto y fácil de olvidar./ No tiene asunto, anda rápido, no tiene tiempo./ Uno llega al final buscando otra cosa”. Por su parte, Néstor E. Rodríguez e Isis Aquino, militantes en poéticas antípodas una de la otra (como decir Jorge Guillén versus Charles Bukowski), le otorgan una cumplida y necesaria variedad temático-estilística a esta muestra.
Y por el contrario, le extraña o le entristece a Juvenal –tanto como celebra la inclusión y la gravitación de Ariadna Vásquez Germán en la actual poesía de la media isla– no encontrar allí al líder o ex-líder de los “Erranticistas”, Glaem Parls. Este último, en el perfil de otro poeta dominicano anterior y considerado, prejuiciosamente, “no letrado” –y ahora de modo oportunista enaltecido por doquier–, Carlos Rodríguez. Juvenal Agüero considera que Glaem Parls es todo un hito en la poesía dominicana reciente; aquél de “Generación de los 80: “¡Una historia para principiantes de vuelo!/ 55555555555/ 555555/ 555/ 5rriente”. Paren y súbanse de una vez a esta ola que luego será ridículo o, por lo menos, resultará de nuevo extemporáneo.
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