La bohemia de Vallejo en Trilce no es la de Ricardo Palma (romántica o “profunda”… de intelectuales y artistas) ni tampoco modernista o meramente anti-burguesa. Es, precisa y paradójicamente, aquélla contra la cual nos advierte el prologuista; es decir, incorporaría “el desarreglo placentero en la farándula y la jarana criolla” (16). Sino que a esta compleja e intensa marinera limeña de enjundia mestiza y afro-peruana –materiales impuros, híbridos, bastardos… todo el proceso de modernización de la capital del Perú en los años 20 del siglo pasado– se le añade la fuerza incluyente del mito vivo de Inkarrí. Sin desarreglo, exceso e incluso perversión no existiría Trilce; todo esto forma parte de la amalgama a ser transmutada en esa alquimia de inversiones y metamorfosis que es el poemario de 1922. Obra o periodo artístico vallejano que, es cierto, no se hallaría en “búsqueda del sentido” (1923-1927) –a ser éste encontrado, para González Vigil, recién en los denominados Poemas humanos (1928-1938)– porque sentido existe ya pleno en Trilce; incluso en su aspecto de futuridad. Un presente y un porvenir sin holismos en automático o políticamente correctos; un ciudadano tanto sano (Martha Nussbaum) como insano (Juan Duchesne Winter); unas humanidades que son literatura, pero simultáneamente también multiplicidad y heterogeneidad de personas concretas. Ya en Trilce, y no sólo en sus Poemas humanos, a Vallejo: “no le importan los códigos o las convenciones del contrato social, sino la justicia, la libertad y la dignidad de un hombre verdaderamente humano” (30). Todo esto expresado a través de un envolvente y contagiante performance; retablos –cada uno de los poemas de Trilce y también el conjunto– de danza, música y canto.
Por lo tanto, tampoco: “Al alejarse del hogar y el medio andino, César padeció una inserción dolorosa y conflictiva en las urbes costeñas (Trujillo y Lima, básicamente), ante una ˈcultura occidentalˈ sin los valores andinos… esto lo han señalado James Higgins, José Cerna y Jorge Guzmán [y Bernardo Ignacio Massoia, según el mismo prologuista]” (35). Esto último resulta exagerado o, por lo menos, acaso sea cierto sólo parcialmente (en Los heraldos negros); pero en Trilce de ninguna manera… el sujeto poético llega a Lima, pero gana “un sueldo de cinco soles” (Trilce XIV). Es decir, más bien en el exilio se halla multidimensional y como multiplicada al cubo su compañía y protección; henchido de sol, pues, y de modo muy productivo. En medio tanto de lo afro-limeño, como después en las etapas iluminista y revolucionaria de su experiencia europea: francesa y soviética, respectivamente.