En la pescaderia El Tiburon del Mercado de Musa
cuando Fortunato quiere conversar con sus familiares
el habla quechua y ya son pocos los clientes
que entienden aquella lengua privada,
de la familia que alguna vez fue la lengua franca
del reino de los Incas. Sí rindamos homenaje
al Quechua y sus descendientes actuales, y al Maya K’ichi
de aquel otro gran reino de las Américas, el Maya.
Pero hay otros idiomas de los cuales ni siquiera sabemos
sus nombres. Y sus últimos habladores, como Solitario Jorge,
viven todavía entre nosotros. Les pregunto a los lectores:
¿quiénes conocen ahora la lengua de Sumaria o aún el griego
de Sócrates o el inglés de Chaucer? Las lenguas mutan, desaparecen
aún esculpidas en tabletas, o sobreviven como este español
con su abolengo de latin y otras fuentes que no puedo nombrar.
Soy hombre y olvidadizo. Al menos lo que ya fue
nace todavía en la lengua de alguna otra compatriota
entre los siete mil millones del bipedos humano en el planeta.