Búsqueda
Deambulo buscando
esa tierra.
¿Dónde estará?
El fondo del río
hurgo
haber si lo encuentro.
En el chisporroteo de la luz de la luciérnaga
me agazapo también,
buscando
y jamás la encontré.
En el temblor
del aleteo de la perdiz me sumergí
buscándola.
El sol cae implacable sobre mí,
y la busco
y la sigo buscando
y jamás la encontré.
Los cantos rodados trizan mi piel
Mis pies sangran a borbotones.
Dónde estará
esa tierra,
la tierra sin mal.
¿Será que la niebla,
la cubre?
Jeheka
Aguyguy, aheka
pe yvy.
Mamópoku oime.
Ysyry ruguaitépe
apovyvy
jahechápa ajuhu.
Ysoindy rata pirirípe
añemi
aheka
ha mamópa ajuhu.
Añapymi ynambu
perere ryapu ryrýipe
aheka.
Che ári opa kuarahy,
ha aheka ahekavérö aheka
ha mamópa ajuhu.
Itakuruvi che pire ombo’i.
Che py huguy syry tyky.
Mamópoku oime
pe yvy,
yvy maräne’ÿ.
Tatatïme poku
oime
reñemi.
Feliciano Acosta (Concepción, Paraguay, 1943). Junto con Susy Delgado (San Lorenzo, Paraguay, 1949) –aunque esta consideración es casi ya un lugar común– son los mejores poetas vivos del Paraguay; obvio, en guaraní y en español. Ambos tienen algo profundo qué decir, por esto y por su sofisticado arte verbal, ambos son muy buenos escritores. Lejos de alambicamientos –espúreamente neobarrocos– y cierta depresión generalizada y sin salidas –al menos que no sea, sorprendentemente en la actual poesía urbano-paraguaya, por la puerta del jirón y cultura Kuilca de Lima-Perú– estos poetas escriben sin complejos provincianos y de cara al mundo. No caen, al menos en mi entender, en la etno-poesía, felizmente. Esta agenda teórico-utópica-oportunista en sus obras, acaso incluso de modo más transparente en el caso de Acosta, cede su lugar a una persona sensible y fervorosa; pero, y esto paradójicamente va a su favor, tan desubicada en el mundo contemporáneo como cada uno de nosotros.