Archivo por meses: mayo 2008

CHICAGO/ Frank Báez

A Diógenes Lamarche

te miras en espejos, en vitrinas,
tomas pastillas, te quedas en calzoncillos
escuchando la lluvia que cae en la oscuridad,
te cortas las uñas, te afeitas, le tienes miedo
a los terroristas, a andar borracho, al Sida, al cáncer,
al hígado, al tiempo, al reloj que avanza,
las manos que sostienen este lapicero
cada vez son más viejas, los huesos crujen
y los dientes castañean y este pelo
lo arrastrará el viento al igual que arrastra las hojas
que caen de los árboles, cocinas, espías vecinas,
despiertas en una habitación desconocida
sin nadie a tu lado, cantas solo, se te congelan las manos,
esperas en una parada sentado, de pie en un ascensor, en un cine,
peces se te meten por los oídos y se te salen por las narices,
no tienes dinero para taxis, no tienes teléfono,
eres un madero flotando en el lago, te duermes
en el último vagón del metro, el alba helada te encuentra
en porches fumando o avanzando por barrios polacos,
por 95th Dan Ryan, por Oak Park, por Belmont,
frente a la escultura de Picasso,
por librerías, gasolineras, rascacielos,
debajo de puentes, muelles,
playas, callejones, círculos del infierno,
escaleras eléctricas, miradores,

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Para Lastenia, i.m.

www.geocities.com/hectorlmges/ave.jpg

Madre, tú que eres el aliento mismo,
el agua de la fuente.
Se partió todo. Se partieron.
Fallamos. Pisamos el palito
innumerables veces.
Tú que eres la voz y la mirada.
Y la promesa.
Espántanos estos diablos, vamos.
Esta mediocre ficción.
Tú que eres la quilla allá,
el orgulloso velero.
Sálvanos de la muerte y de la vida.
De esta muerte y de esta vida.
Ave abierta, desplegada.
Tú que evitas nos volvamos
irremediablemente intratables.
Madre, tú que eres el sueño
y el consuelo. Y la dicha.
Y las palabras.

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Análisis de “España, aparta de mí este cáliz”

www.ucm.es

Niños del mundo
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos lágrimas terrestes;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!
¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!
¡Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
Niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!
¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es de noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestes,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—
salid, niños del mundo; id a buscarla!…

Para empezar, el poema XV es una composición circular. La frase preposicional del primer verso («Niños del mundo») está incluida en el último verso: «salid, niños del mundo; id a buscarla…!». En realidad, el sustantivo «niños», solo o integrando aquella frase preposicional, está situado sistemáticamente —de modo explícito o implícito—en todo este poema. Lo que de antemano deseamos recalcar es que aquellos son «niños del mundo» o «hijos de los guerreros» (v. 28), y no los auténticos de la «madre España» todavía. Es decir, son desde ya —y más aún si «cae España»— huérfanos de una «madre» a la que un padre —virtual viudo— tiene irremediablemente que sustituir. Estos papeles, o cambios de papeles en este poema polifónico, se expresan precisamente a través de las diversas voces puestas en juego en el texto.

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