Olgaides Ribeiro de Olivença, era el nombre de la minina que Juvenal Agüero estaba reservando para el final; es más, incluso no íbamos a saber nada de ella porque nada pasó, al menos, en términos de las formas de comunicación descritas aquí hasta el momento. Pero si Juvenal tuviera que nacer otra vez, y pudiera elegir un territorio, se iría al Brasil, a Manaus –donde aún ella lo está esperando–, al barrio de Espíritu Santo; para dormir con ella y olvidarse absolutamente de todo, hasta del escribir, entre su peladinha y sus piernas y sus brazos larguísimos, aunque aún algo torpes, recién aparecidos –como la forma que el escultor arrancó de una materia preciosa — de entre el barro alborotado que es siempre la pubertad. Describir a Olgaides rebasa los límites de lo que un simple papel puede contener y, entonces, Juvenal queda simplemente agradecido a ella, eternamente obrigado. Asegura que esta muchacha, nacida en Belem do Pará y criada en Manaus, pertenece al futuro, no al suyo, por cierto, pero sí al del más auténtico Orpheu brasileiro o de cualquier otra nacionalidad.
Archivo por meses: marzo 2008
29/03/08: Sílabas de Alfredo Fressia
28/03/08: Chairo con alguna notable poesía boliviana última
Jorge Campero, Andrés Ajens y un servidor
1. Hace aproximadamente un mes, y por quince días (3 al 18 de febrero), viajé a Bolivia. Llevaba mi novela breve, En tiempo real, y colaboraba con Andrés Ajens en la presentación del número cinco de la revista Mar con soroche. De este modo, llegué a La Paz que es donde se inició esta especie de caravana literaria, pero también estuve en las ciudades de Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. Aquí fui secuestrado sólo unos minutos, felizmente, porque mis policías-secuestradores quizá se amilanaron con un par de nombres locales que les indilgué; aunque fue en Cochabamba, camino nuevamente a La Paz y luego al Perú, donde hurtaron del todo mi billetera (siempre venida a menos, por cierto). En realidad, todos estos fragmentos de episodios hacían sentirnos en casa –y en tiempo real– a Juvenal Agüero (personaje de mi noblogas) y a mí. Experiencias donde se intercalaban, oportunamente, otras de belleza ante el paisaje que visitaba y, por supuesto, de alegría ante la gente que conocía o reencontraba. Entre ésta varios poetas que me obsequiaron, aparte de la amistad, también sus libros. Con algunos de estos últimos, más otros que compré, he cocinado este “chairo” casero con sus rociados pellejitos crocantes de chancho y todo.
2. En este chairo, propongo que Humberto Quino (1950), Jorge Campero (¿1952?), Juan Carlos Quiroga (1962), Benjamín Chávez (1971), tanto como Vilma Tapia (1960) y Jessica Freudenthal (1978) podrían escribir, juntos, un extraordinario poemario apócrifo. Es decir, siendo una marca tan importante en los versos de todos ellos cierta idea de la naturaleza –inspirada, por lo general, desde la urbe–, se vuelve pertinente o entrañable lo ecológico. Por cierto, lo ecológico entendido en sentido muy amplio; aunque rastreado en aquellas obras por las frecuentes referencias a animales y, digamos también, al hábitat humano. Obvio, en Jaguar azul (Campero), en Coitus ergo sun (Quino), en Pequeña librería de viejo (Chávez), en los poemas de Vilma Tapia y, curiosamente también, hasta en los textos de Quiroga y Freudenthal.
26/03/08: Para Charo
No fue un amor a primera vista. Digamos que él era una piedra intrusa sobre el asfalto nuevo. Podía ser arremetida por algún neumático; podía ser recogida por cualquier prudente, o rechazada por un odiador de piedras. Lo cierto es que él tenía el brillo de las piedras, ese brillo.
Ella es bella, y en ese tiempo lo era más todavía; pero no fue un amor a primera vista. Digamos que ella era tierna y olorosa como el lodo, empleando una imagen cercana. Y esto es lo paradójico de toda la historia, ¿qué pasa cuando la piedra y el lodo se encuentran? Literalmente, él se adosó y se sumergió, y ella lo tragó y lo fue tragando como sólo ella podía hacerlo.
¿Qué sucedió después? o ¿qué ocurre ahora? No lo sé. Sólo escucho el estrépito de los autos, sólo siento el vibrar de esta masa resinosa debajo de mí, y percibo las voces, algunas fugaces voces. Estoy ciego, con una costra dura que me cubre todo el cuerpo, y casi sin poder respirar.
22/03/08: TRILCE IV
21/03/08: Para una biografía de César Vallejo/ Edmundo Bendezú
20/03/08: Sobre Trilce/ Pablo Neruda a Carlos Morla Lynch
Mi muy querido amigo, cuánto tengo que agradecerte el envío del libro Trilce. Lo que Bergamín [en el prólogo] me critica me parece justo, pero irremediable: temperamento. El libro de Vallejo me parece seco y espantoso. No veo qué objeto tenga producir una literatura así. Es un libro cruel, literario y estéril. Mi poesía me parece que ampara un poco más de alma en uno, quiere abrir una puerta de salida al corazón.
Batavia, 1 de junio de 1931
19/03/08: Trilce y la cultura afro-peruana
17/03/08: 70 anos da morte do poeta peruano
16/03/08: STUMBLING BETWEEN SEVERAL ENEMIES?
Este volumen, Stumbling between 46 stars (colección de ensayos nuevos y algunos ya pubicados por Stephen Hart), es la primera entrega de una flamante serie de monografías auspiciadas por el Centre of César Vallejo Studies (CCVS) de la University College London, cuyo director y fundador es el profesor Hart, que iniciara sus funciones en setiembre de 2003. Adicionalmente, este volumen incluye un DVD de 11 minutos –con igual título del libro, paráfrasis del poema “Traspié entre dos estrellas”– dirigido por el mismo Stephen Hart y protagonizado por Manuel Arenas, como Vallejo, y Danielle Degaute como su polémica esposa. En este video, en lo fundamental, se recrean desde algunos “poemas de París” el tópico de la muerte del poeta; en realidad, muerte, París, Georgette y el legado de Vallejo –representado por sus autógrafos (1)– parecerían constituir el eje nominal y simbólico de este interesantísimo documento. Autógrafos, como sabemos, cuyas copias constituyeron un hallazgo fundamental y han sido publicadas recientemente por la PUCP (2); pero cuyo destino de los originales mantiene todavía una aureola de misterio. Vallejo, pues, sobre todo en la primera parte de la cinta; y Georgette, copando el foco de la misma en la segunda parte: