Entre José Mármol (República Dominicana, que lo transcribió), José Luis Vega (Puerto Rico) y Pedro Granados (Perú) durante la novena edición de la Feria del Libro y Encuentro de Escritores y Artistas Latinoamericanos, en Providence, Rhode Island (EE.UU.), del 26 al 29 de octubre de 1998.
JOSÉ MÁRMOL.- Cuando estamos frente al público, se presentan siempre preguntas un tanto temerarias. Como por ejemplo esa que reza: cómo define usted la poesía y de qué modo se inscribe su obra, desde sus inicios, en esa acepción? Cómo responderían ustedes a esa pregunta soberbia?
JOSÉ LUIS VEGA.- José Mármol ha empezado con la gran pregunta. Creo que la obra de un escritor va evolucionando, y esa evolución implica, por supuesto, una evolución también de lo que para uno es la poesía. Empecé a escribir muy joven, siendo prácticamente un adolescente. Cometí un error juvenil frecuente, que consiste en publicar un libro con esos poemas de adolescencia. Ese libro se titula Comienzo del canto. En ese momento se tiene una concepción bastante ingenua acerca de lo que es la poesía; se la ve, sobre todo, como expresión de sentimientos; o bien, expresión de una emotividad. Luego se va poniendo uno en sintonía con lo que está sucediendo en la circunstancia histórica e inmediata de su país, y así va cambiando su visión sobre la poesía y la obra. Mi actividad literaria verdadera comienza en torno a la fundación de una revista literaria que se llamó Ventana, que data de 1972. Quienes hacían esa revista iniciamos la reacción contra los modos de la poesía social en Puerto Rico, encabezados por el grupo Guajana, cuyos postulados estéticos habían prevalecido en el país por espacio de una década. Iván Silén por un lado, los poetas de Ventana por otro, sin que nos pusiéramos de acuerdo, iniciamos una corriente crítica y denunciamos el cansancio y el agotamiento de ese discurso enraizado en los años 60. Pusimos el acento en la búsqueda de una apertura, si quieres temática, que implicaba que en poesía se podía hablar de todo y no sólo sobre los problemas sociales y situaciones críticas nacionales, y pusimos también el acento en el lenguaje poético. Se quiso afirmar, en definitiva, que escribir bien era una manera eficiente de servirle al país; más allá de las consignas políticas y de los discursos ideológicos. Desde esta revista empezamos, entonces, a figurar en el escenario literario de Puerto Rico. La revista se mantuvo, llevó a cabo concursos literarios, abrió las puertas a la poesía de otros países latinoamericanos. Es en este momento cuando se define mi idea de la poesía como una apuesta a la sinceridad, y un deseo constante de trabajar el poema como si se tratase de un instrumento de precisión, es decir, trabajarlo con el rigor y la intensidad que el poema mismo requiere.
JOSÉ MÁRMOL.- La realidad pone en evidencia que no existen unos vasos comunicantes eficaces para hacer de la nueva literatura del Caribe de habla hispana, una literatura con presencia significativa en el contexto internacional. A qué se podría atribuir el hecho de que estas literaturas que conforman el Caribe hispánico no interactúan como deberían hacerlo? Acaso no es este un factor que debilita la posibilidad de que ellas incidan favorablemente en el contexto internacional, desde su condición de literaturas un tanto regionales?
JOSÉ LUIS VEGA.- Creo que fundamentalmente se debe a una falta de voluntad real de los creadores. Se podrían aducir dificultades materiales, carencia de una tradición investigativa, pobreza de los mercados y demás. Sin embargo, en el pasado hubo esa comunicación de que tú hablabas, entre las literaturas del Caribe. Curiosamente, en las décadas del 30 y del 40 había más afinidad y más comunicación entre nuestras literaturas que la que hay hoy día. En lo concerniente a Puerto Rico, lo que ha dificultado ese diálogo entre nuestras letras es la tendencia del mundo académico puertorriqueño a orientarse al mundo norteamericano, como también a orientarse hacia tendencias literarias que de alguna manera están en el circuito de la resonancia del éxito. Esto no permite buscar al texto callado, al escritor que está en su país haciendo lo suyo. Porque la actividad literaria en Puerto Rico tiene una base académica, se vincula mucho con las investigaciones que se hacen en la universidad para la obtención de grados. Estas cosas que he venido planteando quizá no identifican, equivocadamente, por supuesto, el proceso literario dominicano como un objeto de estudio capaz de disparar al nuevo estudiante hacia sus objetivos de éxito inmediato.
JOSÉ MÁRMOL.- Pedro, se podría decir que ocurre más o menos lo mismo entre las literaturas del cono Sur, o acaso hay una notable diferencia, hay mayores niveles de interconexión, de intercambio de reflexiones estéticas y discursivas?
PEDRO GRANADOS.- Creo que el fenómeno es muy parecido. También allí hay una autarquía muy grande… El ecuatoriano lee al ecuatoriano, el peruano lee al peruano, el brasilero al brasilero… Y habría que tener cómplices, en términos literales, o bien gente muy cercana, cuando no ir a esos países para enterarse, finalmente, de qué tratan esas literaturas vecinas. Hay algunos festivales que están nucleando y permitiendo que nos conozcamos un poco mejor. Por ejemplo, el Festival de Poesía en Medellín, que ya lleva algunos años, y que sin restringirse al ámbito del cono Sur, dado que es un festival, incluso, multilingue, agrupa y cohesiona a los poetas y a los estudiosos. Estuve allí en 1993 y pude compartir con Alfonso Romano de Sant’Anna, de Brasil; estaba Jorge Enrique Adoum, de Ecuador; muchos poetas jóvenes de México, Colombia y otros países. Pero, en sentido general, nuestras literaturas permanecen cada una en su coto, lo que contribuye a agravar el problema del desconocimiento mutuo.
JOSÉ MÁRMOL.- Me parece que deberíamos pensar en que del mismo modo que se han estructurado programas y grupos de trabajo para constituir bloques regionales comerciales o de mercados, pues, habría que hacerlo con la cultura, y particularmente con la literatura, haciendo a nuestros distintos países, a nuestras instituciones académicas, a nuestros artistas e intelectuales y sus diferentes formas de asociación u organización partícipes de un proyecto común, sin menoscabo, por supuesto, de la singularidad o especificidad…
PEDRO GRANADOS.- Sí, claro, sin duda… Pero, a veces no sé si los poetas sean las gentes más indicadas para llevar a cabo esa labor. Parecería que estamos pensando, acaso, en un poeta que sea capaz de escribir bien y que además sea un buen relacionista público y administrador cultural, que pueda vender ese producto que se llama poesía latinoamericana actual. Ojalá que fuera así. Tal vez debamos animar a la gente que ha tenido éxito en esa suerte de empresas, y que de algún modo ha allanado el camino. Igualmente, animar a gente con capacidad ejecutiva para organizar encuentros, foros de poesía de distintos países, y demás. Porque, si los poetas nos ponemos a emprender esas acciones, no estoy tan seguro de que tengamos la idoneidad y que el éxito esté garantizado, no lo sé.
JOSÉ MÁRMOL.- En ese orden habrían de jugar un rol más decisivo las instituciones académicas, los institutos de cultura y de enseñanza de lenguas…
PEDRO GRANADOS.- Sí, es así. Eso podría ayudar.
JOSÉ LUIS VEGA.- El problema es, sin embargo, que esas instituciones tienen unos intereses muy marcados. Intereses que casi redundan en perjuicio de la poesía. Hay en ellas, más bien, unos intereses que enfatizan lo genérico. Por ejemplo, dar preeminencia a la narrativa y al testimonio. Hay unas marcas y pautas de contenido que tienen que ver, particularmente, con exaltar lo étnico; o bien, dar preferencia sexual, es decir, anteponer el feminismo como ideología. Se da una focalización de los intereses de las investigaciones y creaciones, que condicionan a los estudiantes y a los lectores a trabajar sólo con esos enfoques.
JOSÉ MÁRMOL.- En el caso particular de la poesía peruana, Pedro, que reconocemos es una de las de mayor riqueza y tradición en el contexto latinoamericano, tendría aún hoy validez el criterio según el cual es una poesía que históricamente se bifurca, al tener por un lado la vertiente encabezada por Eguren, y por otro la encabezada por Vallejo?
PEDRO GRANADOS.- A grandes rasgos y viéndolo didácticamente diría que es cierta esa especie de bifurcación de la poesía peruana. Es una división realmente gozosa, porque produce interesantes resultados. Es mucho más difícil acercarse, digamos, sin malicia o manipulación a ambos poetas. Los egurenianos son a veces personas o grupos que se declaran apolíticos, inodoros, incoloros e insípidos, pero, son todo lo contrario, pues su poesía va cónsono con una ideología espúrea. Y son, además, pésimos poetas. Y los vallejianos, o los que se dicen o quisieran ser, de verdad, vallejianos hacen una poesía chatamente social, panfletaria, simplista, altisonante y supuestamente testimonial. Estos poetas, muy coyunturales o inmediatistas, también ocultan intereses. Hay, en verdad, estos parámetros, Eguren-Vallejo, pero, siempre está también la aventura individual, solitaria de un auténtico creador.
JOSÉ MÁRMOL.- Hoy día trabajas la poesía latinoamericana correspondiente al decenio de los 80. Qué persigues con tu estudio doctoral? Qué consideras particularmente importante en ese período de escritura poética en Latinoamérica?
PEDRO GRANADOS.- El lugar común establecido por los que han estudiado y observado la poesía de los 80 en nuestra cultura es la dispersión. Es decir, descubren que no hay un canon común, que hay bastantes estilos, voces diferentes. Creo que la poesía de los 80 tiene un gran reto hacia el futuro, que consiste en encontrar la intensidad. Otra cosa es, que a partir de ese decenio tenemos en Latinoamérica poetas más inteligentes, tal vez por el contacto con el mundo académico. Pero, lo terrible es que la poesía no es sólo inteligencia. Falta una suerte de riesgo, de aventura personal, de intensidad que no sé de dónde viene, pero que estoy convencido es lo que le da el rasgo distintivo a una poética y a un poeta. De repente, si repasamos una antología como la de Julio Ortega sobre poetas actuales y del futuro, vemos que se ha progresado, por ejemplo, en el rasgo de mutua lectura. Por ejemplo, un argentino cita a Changó, que no tiene nada que ver con su cultura; se practica una lectura bastante puntual y a la vez amplia de los autores clásicos. No, sin embargo, que en ocasiones te encuentras con poetas jóvenes que son perfectamente intercambiables. Por qué esa homogeneidad? Por qué esa suerte de estandarización del imaginario? Y en efecto, estos interrogantes son los que me preocupan de aquí hacia el futuro. Quisiera volver a reclamarle al poeta una dosis de aventura personal, de intensidad más allá de la mera información o del mero manejo del marco racional de lo que es su oficio, de lo que son sus fisuras. Esto me apuesta, claro. Y es una puesta vinculada al hecho de estar solo. Soy un outsider de la literatura peruana. Nunca he estado ni creo en los grupos ni en la revistas, aunque colabore con estas últimas. En lo que menos creo es en los talleres, aunque, paradójicamente, me dé cuenta de la utilidad de los talleres, sobre todo, por mi interés en la fantasía, por mi interés en rescatar y subrayar ese sesgo personal entre la gente que está joven.
JOSÉ MÁRMOL.- Cómo ves, José Luis, la poesía puertorriqueña proyectada hacia el próximo milenio. Se dan situaciones paralelas a las indicadas por Pedro Granados?
JOSÉ LUIS VEGA.- Concuerdo con lo que ha dicho Pedro. Tengo esa misma percepción de la poesía hispanoamericana en este momento. Este hecho se traduce, en mi caso, en una dificultad de lectura; vas rebotando de texto en texto y no logras encontrar una voz que te cautive, que te conmueva. Y esto es grave, sobre todo, en poesía. Siempre es difícil hablar de la literatura de su propio país, pues, te ganas el estigma de paternalista. Pero, en efecto, en la poesía más inmediata o actual se nota esa tendencia a la dispersión; una especie de código que no quiere ser código. Claro, todo esto se resuelve llamándolo postmodernidad, un saco donde todo más o menos cabe. Creo que en estos momentos hay una crisis en el proceso poético hispanoamericano, de la cual saldremos, aunque yo no sepa muy bien cómo ni por qué camino. Las pocas revistas que se producen en Puerto Rico a partir de la década del 80 tienen una característica interesante, y es que no editorializan. De ahí que a veces uno se pregunte si esa falta de editorialización se debe a una autoinhibición consciente que quiere frenar el discurso hegemónico, monológico, paternalista. O si se debe, sencillamente a que no hay nada que decir. Habría, pues, que intentar reflexionar sobre esto.
JOSÉ MÁRMOL.- No será que la poesía de los 80 refleja una postura rebelde, que proclama una entronización del individuo en el discurso, contra los discursos grupales, corporativos o colectivos en que descansó la poesía de los años 60 y 70? Acaso no es este hecho una rebelión interesante, que va en favor de la obra de arte, en favor de la libertad del artista, que hace de la poesía, en este caso particular, un discurso contra el poder establecido?
PEDRO GRANADOS.- Sí, podría plantearse así. Pero, a veces la rebeldía no es tal, sino, confirmación de intereses existentes. Se trata, por ejemplo, de escribir ya no en consonancia con una ideología, sino con un mercado, y darse a conocer en ese mercado a como dé lugar. En términos ideales, podríamos hablar de una suerte de atomización por ideología individualista. Pero, la inflación que hay en los lenguajes, en el imaginario, en la fantasía parecen indicarnos que esa rebeldía individualista no existe, ni mucho menos. Hay, más bien, una especie de intercambiabilidad y de masificación de la poesía y los poetas. Esto es muy grave…
JOSÉ MÁRMOL.- Claro, porque ese hecho va contra la posibilidad de encontrar voces individuales auténticas, acentos personales en el lenguaje poético, que permitan su renovación y expansión… Ya no se trata de un discurso poético colectivo, pero tampoco se trata de un discurso poético particular o personalmente auténtico, original…
JOSÉ LUIS VEGA.- Las principales avenidas de esta pluralidad discursiva están controladas desde los centros hegemónicos de donde emanaron el discurso feminista, el discurso étnico, el del cuerpo y todos estos modismos del habla académica contemporánea. De manera que esa aparente libertad, cuando tú la examinas a fondo, adviertes que está más controlada, más restringida de lo que a simple vista pudiera parecer. Ello está, además, completamente reñido con esa autenticidad de la que hemos venido hablando, con la sinceridad, la emoción auténtica… Este es el horizonte que tiene el poeta que adviene en este momento a la creación poética.
JOSÉ MÁRMOL.- Si bien es cierto que los jóvenes poetas de hoy son, para decirlo con palabras de Pedro Granados, “más inteligentes”, es decir, que tienen y disponen de una mayor posibilidad y cantidad de conocimientos, incluso, de procedimientos académicos propiamente dichos, no lo es menos que de frente al hecho poético concreto, que es, fundamentalmente, un acto de creación por y mediante la palabra, esas avasallantes cantidades de información no siempre se traducen en buena y sólida formación. Acaso no representa un peligro para la poesía del futuro inmediato el que ese peso informativo y académico le cercenen la posibilidad y necesidad de un contacto fértil y fresco con el lenguaje oral, con el habla ordinaria y cotidiana de la gente? Recuerdo que T.S. Eliot veía en esto último la más promisoria vertiente del desarrollo futuro de la poesía, algo así como volver a la oralidad…
PEDRO GRANADOS.- Hay dos poetas que me llegan, de inmediato, a la memoria y que me gustan mucho. Ambos son poetas suicidas. Son ellos, Luis Hernández Camarero, en el Perú, y Raúl Gómez, en Colombia. Ambos son poetas que caben en el viejo parámetro de poetas malditos, y que vivieron sus vidas cargándose de riesgos y procurando estar al día, y sin embargo, muy cercanos a lo coloquial en sus lenguajes poéticos. Pero si reparamos en su background, ambos eran poetas con una curiosidad intelectual muy viva, extremadamente melómanos y demás. Para mí constituye un misterio encontrar un poeta que, de verdad, te conmueva y al mismo tiempo sea dueño de una palabra disidente. Es una extrañísima fórmula, para lo cual, de antemano, no hay fórmula. El arte está siempre contra la vida y contra la corriente. El poeta no hace nada con querer ganar la carrera a la vida, pues, ella, la misma vida te toma, te agarra por el pelo y te deja seco como si fueras un árbol de algarrobo. La poesía tiene y requiere de una forma de trato muy particular. Esto sólo a veces deviene en el favor de que podamos escribir nosotros un buen poema.