Archivo de la categoría: Narrativa

Narrativa

VALLEJÓLOGOS VII

Tu poesía parece estar en un diálogo con Arguedas y con Vallejo. ¿Es así? ¿Cómo?

Fundamentalmente con Vallejo, a través de un paulatino descubrimiento poético que se toca con uno también intelectual, de modo un tanto más consciente en los últimos veinte años. Lapso de mi tesis de doctorado que le dediqué, junto con poemarios y ponencias; las cuales, estas últimas, por lo general van a contracorriente del modo usual con que hasta ahora se recepciona al autor de Trilce.  Ejemplos de esto: “Trilce, muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007), Trilce: húmeros para bailar (2014) y Trilce/Teatro: guión, personajes y público (2017). Pero no me considero, en tanto poeta, un vallejólogo ni, mucho menos, un vallejómano; tengo voluntad de estilo y ambición personal que me hacen, tal como la pregunta, dialogar con él y no meramente imitarlo.

El sol juega un papel protagónico en varios de tus poemas. Alumbra descubriendo los espacios oscuros. Lo mismo desempeña “tu/la” mirada. ¿Hay una analogía entre el sol y el ojo?

La mirada (2022) no alude a un ojo ni a dos o mas; es mas bien una cualidad o acontecimiento. Por ejemplo, en El zorro de arriba y el zorro de abajo, son dos zorros que juntan sus rostros y, por ende, sus ojos, los cuales constituyen cuatro entonces, aunque ensayan una sola mirada milenaria dirigida a Chimbote.  Instancia que implica experiencia, y no solo una idea o pensamiento. La mirada se parece a una epifanía y a una anagnórisis porque, en última instancia, aquélla es gozosa. Un mito cumplido; y no solo una utopía o algo abstractamente por venir.

En uno de los poemas de este libro, el hablante se pregunta “dónde está la poesía”. ¿Para ti es esto mejor que preguntarse “qué es la poesía”?

Exacto. Qué es introduce apropiación y corte sincrónico; de algo que no tiene propietario y es algo semejante a un fenómeno continuo y ubicuo. No existe o, por el contrario, existe; no es antes ni después; no implica una disciplina, premio o ascesis; todo va depender de la perspectiva con la que se observa.  Aquí resuena el budismo zen; las propias teorías actuales del multinaturalismo, aquello de que entre nosotros y los animales mayores compartimos un alma (cultura) en común y lo que nos diferencia son sólo los cuerpos; un propio catecismo renovado –desde que la creación continúa, no ha cesado–; etc. ¿Y qué podríamos hacer? No nos queda sino echar mano de lo que tenemos más cerca para orientarnos e intentar explicar nuestra experiencia de ella, de lo que por un mero formalismo denominamos poesía.

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VALLEJÓLOGOS VI

Saturnino

Cohete de tubérculo

Mandíbula al cuadrado

Apuras el látigo

Que desde niño te zurrara

No el de tus progenitores

Sino el de la naturaleza

Descabezado amigote

Miope a Vallejo aunque cuentes

Con escrúpulo sus sílabas

Y  por doquier vayas almidonado

Serás siempre y para siempre

El crítico insignificante el truhán

Jorobado que trama a escondidas

Entre las cuerdas de la tramoya

Créditos y réditos

A mí no me engañas bicéfalo

Matador de las musas

Empapélate bien el hocico

Y encurte mejor los sesos

Antes de hablar de Vallejo

O querer vértelas conmigo

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VALLEJÓLOGOS IV

Participaste en el homenaje de la revista Mar con Soroche de Chile del centenario de “Trilce”, ¿qué te ha parecido esa experiencia?

-Hablas de la revista Mar con soroche, que alimenta nuestro amigo Andrés Ajens; homenaje (Sien en Trilce) en el cual participé, en cuanto presidente en funciones, a nombre de Vallejo sin Fronteras Instituto (VASINFIN). La experiencia, y publicación de un dossier con muy buena acogida, muy interesante ya que refleja los matices diversos de la recepción actual de la obra de César Vallejo; fueron 77 colaboradores de acuerdo a los 77 poemas del poemario de 1922. La mayoría optó por el p#rformance, muy pocos por el ensayo tradicional, aunque este debía ser necesariamente breve. Todo lo cual me parece que da una medida de la vitalidad de la obra del peruano. Aunque, claro, subterráneamente la gran mayoría de convidados privilegió, digamos, una lectura o punto de vista posmoderno del asunto: ligero, arbitrario o contingente, lúdico; frente a los que defendemos, aunque parezca escandaloso tratándose de un escritor supuestamente vanguardista, una lectura “correcta” y de raigambre no cosmopolita, sino más bien amerindia de aquel libro. Perspectiva, la de VASINFIN, que alcanza poco a poco mayor atención e interés y se refleja, ahora mismo, incluso en el criterio de la traducción de Trilce al italiano por parte de Lorenzo Mari (Argolibri, 2021). Algunas de estas ideas, y para el contexto de la literatura en portuñol, las hemos expuesto en un ensayo reciente, “César Vallejo en español selvagem y portunhol trasatlántico” (http://sibila.com.br/critica/cesar-vallejo-en-espanol-selvagem-y-portunhol-trasatlantico/13205). En suma, disentir, tener ideas distintas y hasta opuestas me parece un signo de salud y no de muerte; aunque, por cierto, algunas ideas y no otras tengan mayor respaldo de la institución literaria en funciones.

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VALLEJÓLOGOS III

César Vallejo y su derecho a meter la pata

Así viene este título, César Vallejo y su derecho a meter la pata (Lima: Editorial Leo, 2010), entre jocoso, ponderado y muy amenamente escrito del psiquiatra y reconocido vallejista, Max Silva Tuesta. El suyo es un breve compendio de ensayos y, el último, a su modo una continuación de una reciente novela suya: “La yapa”. Sin embargo, para el asunto que nos convoca, creemos que lo más sabroso y no menos bien documentado, entre todos estos opúsculos, es su hoja clínica respecto a las más de cincuenta erratas (64 en total) que percibe dicho autor en la edición en cuatro volúmenes, por parte del Dr. Ricardo Silva Santisteban, de la Poesía Completa (Lima: PUCP, 1997) de César Vallejo. Reiteramos lo de hoja clínica porque, Max Silva Tuesta, achacará aquellos descuidos de Silva-Santisteban, a que éste se halla entre: “los que no lo quieren bien o de los que se dan el lujo de decir que Vallejo no es santo de su devoción […] Y ahí están los resultados de esa mala querencia: no sólo todo ese torrencial de erratas que he puesto al descubierto, sino ciertos conceptos vertidos sesgadamente refiriéndose al poemario Los heraldos negros” (40). Se refiere el autor de este opúsculo, en esta última demanda, a cierto –creemos justificado– tufillo de soberbia o flagrante ceguera en el prólogo a dicha Poesía completa que con talante ceñudo Max Silva Tuesta va ventilando, citamos: “En esta primera [etapa] fue bastante haberse elevado de lo ramplón, lo pedestre y lo pomposo a una poesía original, genuina y personal” [Silva Santisteban, Vol.I, p. 64 ].

Sin embargo, entre toda la escrupulosa tabla de erratas por amputación o por sustitución que se publican aquí, el título de “César Vallejo y su derecho a meter la pata” alude a una particularmente sugestiva. Citamos:
“Ricardo Silva-Santisteban, por lo demás, no sólo es teratógrafo. Peca también de faltoso, como cuando, mismo académico de látigo, le increpa a Vallejo por: No saber tildar el adverbio de cantidad ‘mas’ y, más bien, tilda [r] la conjunción adversativa ‘mas’. Aquellos acentos ectópicos se encuentran en Los heraldos negros (1918), es cierto; pero hay otros acentos más importantes que RSS los borró del mapa poético […] Vallejo comienza a acentuar ser (sér) desde su primer poemario”. Y continúa nuestro psiquiatra: “Ante tanto reproche endilgado con tan mala entraña, como el de RSS, César Vallejo tiene que haber escrito este reclamo suyo, cuatro años después en Trilce (1922): sí, pues, su derecho a meter la pata ¡carajo! Lo del carajo es mío, por supuesto” (39).

Y decimos particularmente sugestiva porque pone sobre el tapete, la verdad que toda lectura siempre lo hace, dos modos radicalmente distintos, pero no sé si inconciliables, de acercarse a la poesía del autor de Trilce. Uno supuestamente más académico, aunque pareciera no necesariamente riguroso, donde sobre-imponemos nuestra autoridad o nuestros gustos. Y otro acaso más intuitivo o no profesional que comunica un margen mayor de libertad y un grado más arriba de empatía o fervor con esta obra; pero que, a pesar de asistirle la razón, no deja tampoco de ser soberbio o autoritario. Frutos de nuestra educación en el Perú. En todo caso, pensamos que nadie puede intentar pasarse de listo con Vallejo; no existen lecturas unívocas o unidimensionales de su obra; lo que parece error u omisión, probablemente no lo sea. Y sobre todo, y sin duda para mí, y sobre todos los poetas peruanos de todas las épocas, es el único verdaderamente universal hasta la fecha.

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VALLEJÓLOGOS II

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LA MECHA

(César Vallejo en Valencia: Congreso de Escritores Antifascistas, 1937)

Con el rabillo
A contracorriente
Arañas el flash.

Rodeado de antifascistas.
Húmedo y cóncavo para el pan.
Desfondado ante las palabras
Y sin pelar el diente

Sorprendido
En plena cultura
Occidental

Aunque tu cabeza sean dos:
Es lo que no muestra
Esta fotografía.
Como a la Sudamérica
De tu sien izquierda
Corresponde el África
Blanco oscura
De la otra cien.

Como al diablo sucede
Alguien que llora
Es tímido y acaso sonríe.

Última cena de América.
Y la primera de este mundo
Multifásico en tres cuerdas
En tres alas impúdicas
Que arrastran y vuelan también.

Vallejo enfermo
Vallejo sano

Miga que ya se ha hecho grande

Vallejo
Izquierdo
Quemado
Paralizado
O erecto

En la línea mortal
Del equilibrio.

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El Caribe y los Andes

Portada: Christian Bendayán

“Un chin de amor no es una novela decimonónica con un inicio y un final. A mí me interesa decir las cosas veladamente, pero lo más directo posible. Y, sobre todo, que haya ritmo. Concibo el trabajo novelístico como un poema, que si es posible atrape al lector inmediatamente, y que éste no pueda dejar el libro.

Es una obra cosmopolita, y muy caribeña en el sentido de que para mí, a diferencia de otros países de habla hispana, hace tiempo que en el Caribe viven en la post-modernidad. Esto me fascina, no sólo su vitalidad y su erotismo, que es maravilloso, sino que es un territorio increíble e inteligente, que ha soportado tanto colonialismo y permanece siendo el mismo.

La primera parte, Prepucio carmesí la escribí en el verano de 1998 en Boston, no hacía otra cosa que escribir y corregir. En Un chin de amor, la continuación, fue escrita cinco años después, y como la primera tuvo una distribución muy particular por Internet, estaba muy restringida su circulación. Entonces decidí publicar las dos juntas. En la primera hay una recurrencia del Perú, pero también hay otros países. La segunda parte es mucho de República Dominicana. Los términos muy sudamericanos deben funcionar en el lector de acuerdo al contexto, hay una conexión subconsciente que me dice cómo debo interpretar esas palabras.

Es una novela pionera que trata de vincular dos realidades culturales aparentemente tan disímiles como la andina y la caribeña. Es la primera vez que se hace una que intenta a través de varias historias tratar de juntar ambas cuencas culturales. Elegí eso como un homenaje y un compromiso con este país, me siento dominicano, como un puente entre ambos países. El titulo se debe a una bachata de Chicho Severino –”Millonario”- que dice “Tan sólo quiero que me des un chin, un chin chin de amor”.

No he sido un turista típico, conozco sitios insólitos hasta para un dominicano citadino. Toda obra que valga la pena debe provocar un debate, no como un libro muerto, para que la gente no acepte todo lo que se le propone.

No persigo un fin moralizante. Soy lo más distante posible a un escritor moralista o que hace novelas de tesis. Yo me muestro en mis contradicciones, en mi fragilidad, en mi intelecto, más bien curioso, que palpa diferentes posibilidades.

En realidad no sólo temáticamente la novela suscita muchas respuestas, sino formalmente es una especie de aglutinado de muchos subgéneros literarios. Se combinan la narración, la entrevista periodística, el monólogo interior y la poesía, no como adorno sino como un capítulo dentro de la novela, porque no encontré otra manera de decirlo.

Quizás esa mezcla de narración y reflexión la marca mi forma de ser: un escritor y un escolar, soy maestro de literatura. No es nada fácil, porque lo peor que puede ocurrir es que me vuelva un profesor-poeta, y no soy eso por la gracia de Dios. Soy ambas cosas, distintas, que existen por encima de mi voluntad”.  P.G.

Domingo 21 de agosto del 2005 actualizado el sabado 20 de agosto del 2005 a las 8:14 PM

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VALLEJÓLOGOS I

(Nueva nobloga*)

-Sinceramente, hay que ser muy gilipollas para actuar de esta manera, enviando correos a todo el mundo y creando confusión para vender un puto libro que a nadie interesa.  Si vuelves a enviarme un correo te empapelo con abogados. No me conoces y no sabes hasta dónde puedo llegar. Eres un tipo indigno y miserable.

Presumía Juvenal que su relación con España, bueno, con seguridad hasta antes de 2000 (agudizada la migración latinomaeircana, la propia crisis de España y, por ende, exacerbada la xenofobia ibérica), siempre fue positiva.  Tanto en el amor, la poesía y el estudio.  En 1988 asistió becado al curso para “Profesor de Lengua y Literatura Española” (Instituto de Cooperación Iberoamericana).  Su “tesina” de Master of Arts para Brown University (1993), “El mar como tema estructurante en la Fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora”, la asesoró el distinguido profesor gallego, Antonio Carreño.  Aprendió mucho de este trabajo y creo, asimismo, le permitió aportar al campo de los estudios del barroco.  Tan es así que Luis Jaime Cisneros, luego de publicarse su ensayo en la revista Lexis (1994), lo convocó a ofrecer un curso sobre “Barroco Hispanoamericano” para la Maestría en Literatura de la PUCP. El 2016 le fue otorgado el Prêmio Mario González  (Associação Brasileira de Hispanistas) por su  ensayo “Trilce/ Teatro: guión, personajes y público”.  Y, volviendo a España, no es menos de ambas orillas el “Tributo a Trilce con motivo de su 100 aniversario” que, para el año 2022,  Juvenal preparara junto a la Fonoteca de Poesía.  Y, así, pordríamos continuar con otros ejemplos que desmienten la malísima leche del correo de más arriba.  Entonces, la pregunta se cae de madura, qué es lo que le hubo ardido tan fuerte a aquel cabreadísimo tío.

(Continuará)

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AGÜEROS PARA ARMAR

Micro novela del 2020, publicada por entregas a través de este blog. La décima, luego de Prepucio carmesí (2000), la primera novela del siglo XXI –escrita por un migrante peruano– trasandina, archipiélica o multinaturalista. Sin melancolias ni con el espíritu –típico o, peor todavía, profesional– de un sujeto andino damnificado. Post-exótica y post-indigenista (Indigenismos 1 y 2); la cual, como también en el caso de Agüeros para armar, apostó más bien por la complejidad desde el origen, por la opacidad.

AGÜEROS PARA ARMAR (Nobloga I al X)

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El pratí

Desde antes del desayuno, se puso a hablar en pratí y no regresó más. -Kas ves ta guru guru, -bo coró coró, fueron algunas de las frases o glosolalias a las que mi mujer había echado mano. En un principio, este lenguaje fue difícil incluso para Mique, nuestro tan inquieto perro, que había pasado una noche particularmente agitada con los cohetes y cohetecillos de alguna festividad en el radio de un kilómetro o más de nuestra, aunque pequeña, cómoda casa. Desde hace un año habitábamos en Lagunas, distrito de Mocupe en Lambayeque. Los lugareños nos identificaban como aquella pareja que vivía en la huaca o la huaquilla porque, sin soslayar las pálidas huellas de un intenso huaqueo en la zona, vivíamos un tanto en plano alto, sobre una discreta loma desde donde se podía escuchar con claridad el mar y percibir, un tanto a lo lejos, si las olas lucían verdes, azules o con el denso color de la tierra. Entre mi esposa y yo, el pratí era nuestro lenguaje íntimo –aquel que no sale del estrecho cubículo de la cuita o del amor–, la cual de un momento a otro se levantara de la cama y se pusiera a dicharachear en ese idioma era lo que llamaba la atención. Para ir sin rodeos, ni Mique, nuestro perro, ni yo entendíamos algo más allá de darle bola al asunto. -ves to que mi, –aru aru; eran algunas otras frases arrojadas por ahí, algunas de las cuales yo podía seguir y con pudor responder; aunque en lo íntimo experimentara la zozobra de la revelación de un secreto, de algo privado hecho público. Sin embargo, traté de continuar el plan que ya nos habíamos trazado para esa mañana. Un par de días atrás acordamos que el viernes, luego del desayuno, daríamos una caminata –de unos cuarenta minutos, más o menos– hasta la bocana; hermoso estuario que junta al río Zaña con las siempre insomnes aguas del mar de Lagunas. En realidad, aunque meses ya viviendo en la zona, era recién nuestra segunda visita a aquella bocana; la primera fue siguiendo las voces del pueblo que ya nos habían hablado de aquel lugar, mítico por sus enormes langostinos. Sin embargo, ni procuramos ni fuimos hasta allí preparados para capturar algunos de estos sabrosos bichos. Sólo seguiamos el rastro de la arena mojada por la prendida marea, de las piedras vomitadas la noche anterior por el mar, del viento que continuaba dándole alas a aquellas íntimas confidencias de mi querida esposa . -tura manu, -socio lele, -nana guanaba, entre algunas otras, aunque ahora de un modo más continuo y enfático; es decir, más público, sonoro y claro mientras nos íbamos aproximando a aquel luminoso y sereno estuario. Ante cuya orilla mi esposa de pronto se detuvo y nos juntó, a Mique y a mí, muy cerca suyo. Formábamos los tres, ahora reunidos con todo el cercano y lejano entorno, una abigarrada multitud donde la luz del sol junto con el aliento de las olas nos atravesaban como si de una puerta abierta se tratara. -Owababa, -yiyu enoku, -a veces sale a caminar, -esta mujer se halla siempre entre las oquedades de la orilla, pero a veces quiere salir a caminar.

© Pedro Granados, 2023

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