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Ensayo

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS SABERES, HERVORES Y DESPEDIDAS (Índice)

José María Arguedas utilizó el término “hervores” para referirse a la complejidad de los encuentros culturales, marcados por la migración masiva, en una sociedad desigual y conflictiva como la peruana. Lo usó como estrategia metodológica y creativa que traspasaba barreras disciplinarias. Por tanto, saberes y “hervores” en el presente libro aluden a la interacción dinámica entre el sujeto y el objeto estudio. Privilegian, además, un enfoque que recupera la cosmovisión andina y la perspectiva interdisciplinaria. A este enfoque particular le sumamos el tema de las despedidas que anticipan la separación y la ausencia y que, tanto en las obras como en la vida del propio Arguedas, tienen un significado especial para entender los casos de viaje y muerte.Este libro reúne un conjunto de textos que con rigor y precisión examina la actualidad, modernidad y vigencia de las propuestas arguedianas en la construcción del Perú con el que soñó. El tiempo de su preparación nos permitió decantar ideas, juntar nuevas voces y, sobre todo, repensar nuestra deteriorada realidad nacional a través de las obras de Arguedas. Por eso mismo, ahora, que por obra del azar el libro sale a luz como un grito de esperanza en momentos de duelo nacional, nos preguntamos si finalmente, en el Perú, estamos saliendo de un ciclo de falsos wiraqochas y entrando en otro nuevo, que se abre con el canto prometedor de la calandria, tal como lo había anticipado Arguedas en su última despedida. (Julio Noriega)

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Poesía española del siglo XX al XXI: Cierto Vallejo

El presente artículo es relectura y meditación de uno anterior, “Desde otra margen: la última poesía española”, ensayo-crónica publicado en Babab (2003), el cual en su momento levantara roncha. Pero no constituye propiamente su reescritura; sino, con cierta información adicional sobre poemarios posteriores (para nada exhaustiva, lo sentimos), algo así como una puesta en escena mental o cuadro sinóptico del asunto. Una visión un tanto más abstracta de lo que fuera, en la provocación publicada en aquel número de Babab, básicamente nuestro testimonio de lo sucedido, en poesía, cuando vivíamos en Madrid hacia finales de los 80′. P.G.

https://www.researchgate.net/publication/369072058_Poesia_espanola_del_siglo_XX_al_XXI_Cierto_Vallejo

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César Vallejo y la ‘estética del trabajo’/ Daniel Moreno Hernández

César Vallejo (1892-1938) figura en la literatura universal como uno de los escritores más importantes de Hispanoamérica. Entre autores como Rubén Darío, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Nicolás Guillen u Octavio Paz, César Vallejo continúa siendo referente de estudios literarios debido a su innovación estética y extraordinaria producción artística, una producción que desde su lectura plantea dificultades cronológicas, pues buena parte de ella fue publicada con posterioridad a la muerte del escritor. Este es el caso de Hacia el reino de los Sciris, Poemas en prosa, Poemas humanos, Contra el secreto profesional y El arte y la revolución. Mitificado como un poeta religioso o un existencialista cristiano, otras veces como un escritor atormentado y contradictorio –antagónico de las vanguardias artísticas o marxista heterodoxo–, lo cierto es que aproximarse a la obra de César Vallejo implica un desafío que difícilmente concede cómodas valoraciones, puesto que además de abarcar cualesquiera géneros literarios (narrativa, poesía, teatro), la producción artística del escritor se inició en las postrimerías del modernismo hispanoamericano y durante una etapa modernizadora en el Perú. A grandes rasgos, es posible situar la obra de Vallejo en un periodo histórico de entreguerras e ideologías que transformaron decididamente el rol del arte y del artista del siglo XX. Este hecho es de por sí interesante y ha sido abordado desde múltiples perspectivas. A partir de trabajos biográficos cuya aportación ha favorecido al conocimiento de la vida intelectual de Vallejo –como son las contribuciones de Georgette de Vallejo, Thomas Merton, André Coyné, Xavier Abril, Juan Larrea o hasta análisis cuyo eje central gira en torno a la temática del escritor –grupo al cual se suscriben Alberto Escobar, Nöel Salomón, Roberto Paoli, Américo Ferrari, José Miguel Oviedo, Cintio Vitier o Stephen Hart–. De igual forma también es posible encontrar otro tipo de estudios enfocados a la poética vallejiana –desde Los heraldos negros hasta España, aparta de mí este cáliz–, conjunto donde figuran Saúl Yurkievich, Julio Ortega, James Higgings, George Lambie, Walter Mignolo y Pedro Granados.

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Escalas melografiadas no 57 Congresso de Americanistas

Nome do GT: Transversalidades entre Ciências Humanas e Ciências Sociais III Coordenação: Perla Surriable (Universidad Nacional de Jujuy, Argentina)Mañana (Presencial, Local: Edifício CEPE Engenharias, Sala 14)

17.07 (lunes), Turno/Dia, 11h-13h

MUROS MELOGRAFIADOS (ppt)

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Carlos Quenaya: “Boca del fruto”

Aunque este nuevo poemario de Carlos Quenaya, trocado en Palabras del pequeño novelista (Lima: Cuarto de Espera Editores, 2023), se resuelve o alcanza su ápice hacia el final de la segunda tercera parte del volumen:

Olor del mundo

Juguete de los labios

Olor del cielo en la nariz

Aire que derribó la frente

Sonajero de los límites

Tiempo puro al orinar

Copa celeste y párpado

(hojas redonditas)

Cuerpo enclenque y joyas

Piel de ensueño

Piel adherente en el mar dormido

Sumido en el lecho de la arena que susurra

Vuelvo al agua del sonido

Poemas briznas prismas

Clavado entre lo ausente como un rayo.

De modo calculado, y no menos certero, el autor nos conduce hacia un segundo final, el cual coincide, propiamente, con los últimos versos del libro:

Nunca olvidaré —piensa

La postración y la carcajada

El vigor sexual, la estupidez

La mirada ávida y la música de la radio

La melancolía anticipada de una vida a la par insulsa y promisoria

La maduración de la voz, la conciencia oscura del cuerpo

El extrañamiento, la rutina

El desayuno tibio en el estómago

El deseo fogoso de terminar y encontrar algún secreto enterrado

[en mí

La sorpresa de mi propia pasión

El sistema nervioso

ridículo y sexual

La flacura extrema e incalculable.

De manera semejante a lo que sucedía en Ciudad Trilce (2009) de Christian Vera Osuna (Bolivia, 1976) donde, aunque no se le asumía del todo, se intuía una salida a la cárcel del lenguaje: “En la faz latente de Ciudad Trilce indomables parvas atraviesan la porosidad metálica del cielo, del lenguaje”; en cambio, con semejante lucidez en ambos hacia lo construido en nosotros y el mundo, Carlos Quenaya abre y despliega en este nuevo libro la propia sorpresa y gozo de su multinaturalismo.  Versos ditirámbicos, en suma, pero no en encomio de Dionisios; sino en loor de encontrarse y reconciliarse con una cotidianeidad, de por sí, y acaso por excelencia, incluyente y multidimensional.  Esto último, de algún modo, ya se venía venir en el proceso de lo que han sido sus poemarios anteriores: en la persecución de la verdad con la mente, iluminarse, más bien, con las mentiras del cuerpo y las chácharas de la naturaleza.  Si Barthes llegó a fugar de la caverna, pero retornó a ella por amor a la doxa; Quenaya dibuja algo análogo, aunque desde un taller más humilde o a tono con su destino sudamericano.  Un taller donde se nos permite entrar y percatarnos que allí no son sólo los humanos, sino los objetos y espacios inanimados los que poseen una propia identidad y agenda y hacen cosas con el lenguaje (¿piensan?).  Son varios los pasajes, en Palabras del pequeño novelista, donde estos discretos partos ocurren; pequeñas frases como conceptualmente a la inversa, a modo de la sintaxis criolla del habla de la selva peruana:

En la erizada noche.

Fantásticos destellos surcan la pulpa del jabón

Y en su pecho anida la música más antigua

 

He comprendido la alteración del ser

Boca del fruto

 

Alzo mi cuerpo

Contra lo oscuro encaramado en un pozo

 

En un lugar extraño irradio el nombre

Y me duele la sal de los extremos labios

Tocado por la música

con mi cuerpo escribo

En el corte transversal que constituye toda lectura, hemos trazado también aquí nuestra propia hipotenusa.  Que este poemario podría haber sido algo más breve, probablemente; que acaso no sean imprescindibles las referencias de la enciclopedia, podría ser; que se cuelan algunos lugares comunes, a quién no.  Sin embargo, en el parnaso de la reciente poesía del Perú, qué duda cabe, la presencia de Carlos Quenaya por su ambición, inteligencia y entrega a su arte se ha tornado imprescindible.

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Vallejo, Arguedas y la mirada

Tal como lo comentaba por correo con el poeta Carlos Llaza, en ocasión de la publicación de La mirada (Buenos Aires: BAP, 2020), autor de la “Presentación” del libro, este poemario se correspondería o dialogaría estrechamente con un artículo largo titulado, Vallejo en Arguedas: ahora y siempre”*.  Ensayo donde concluyo que, finalmente, contra lecturas políticamente correctas o incorrectas de su obra, J.M. Arguedas en el Zorro de arriba y el zorro de abajo – y ante Chimbote– es un ser que mira él mismo, y no sólo  aquellos zorros hechos uno, convertido en un “ceque”: prolongación sagrada de un punto de visión que viene desde el Koricancha.  Es decir, que de viejo estoy llegando a una etapa o situación, involuntaria o no consciente, en que la crítica va comulgando espontáneamente con la poesía, y viceversa.  Aunque, para completar el panorama, debemos añadir que aquel poemario también remitiría a una anécdota, y muy poderosa.  En concreto, a un relato o confidencia que nos hiciera nuestra madre en relación al asesinato de su padre, autoridad política recién nombrada por el gobierno de Augusto B. Leguía y acabadita de llegar a Cangallo (Ayacucho).  Época muy convulsa en todo el territorio nacional el paso de pardistas a leguiístas –años veinte del siglo pasado–, y en particular en la región de la sierra, tanto norte como sur.  Mi abuelo fue víctima de una venganza orquestada por un par de hermanos latifundistas locales.  Bueno, mi madre –la cual presintió la muerte de Demetrio Agüero, así se llamaba su padre– se fue derecho a casa de una tía que guardaba las llaves de la iglesia de Lampa (Ayacucho), pueblo donde vivía con su madre, las tomó, y no se detuvo hasta estar ante el Cristo cuyos ojos celestes, casi cerrados,  intempestivamente se abrieron para consolarla y darle ánimo.  Mi madre estaba en sus siete años y, cuando vinieron a darle la noticia, ella más bien  consoló a tío Moisés, quien la trató de mijita mientras la cargaba muy en alto.

Por lo tanto, plasmación de algo real y reiterativo, fruto de una anécdota o un sueño, no sólo ha sido Roxosol (2018), sino también La mirada; en este último caso, de uno de los relatos fundacionales de este apiñado pechito.  Pero, ojo, “mirada” entendida en tanto y en cuanto acto desmesurado, máxima empatía,  socorro extremo.

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POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX AL XXI: CIERTO VALLEJO

Vallejo en España, para que una vez superadas la “poesía de la experiencia” y la “poesía de la conciencia” y la “poesía de la chocolatina”, etc., percibamos todo aquello como desde otra margen, la de nuestro propio ser simétrico –aunque en archipiélago– para, de manera simultánea, permitamos filtrarse a borbotones toda esa oralidad y poesía –a cada paso y a cada minuto y a cada lectura de los clásicos– cuya lectura enamoró siempre a César Abraham Vallejo Mendoza.

https://www.omni-bus.com/n71/Csar%20Vallejo%20%20Pedro%20Granados.html

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VALLEJO EN ARGUEDAS: AHORA Y SIEMPRE

VALLEJO EN ARGUEDAS: AHORA Y SIEMPRE

Pedro Granados, PhD. – VASINFIN

Resumen: En este artículo se estudian los motivos por los cuales, para José María Arguedas, César Vallejo constituye el «más grande poeta del Perú» (1938) y, asimismo, «el principio y el fin» (1969); y cómo estos testimonios y homenajes se reflejan en el derrotero de la obra arguediana. Para tal fin, se teorizó sobre las diferentes nociones de las Humanidades (en tanto libros, pueblos, narrativas y posantropocentrismo) que aclimata César Vallejo en su obra; las mismas que, aunque de modo oscilante, se ventilan también en la obra de Arguedas. Asimismo, y por primera vez respecto a la obra de ambos autores, se cotejaron los aportes de los filósofos del Nuevo Realismo (Meillassoux, Bennet, Gabriel, Ferraris, entre otros). Se concluyó que, sobre todo la crítica, aunque con cierta complicidad del propio Arguedas, ha confinado la recepción de esta obra a un solo modo de leerla. Sin embargo, en El zorro de arriba y el zorro de abajo (1969), pero no únicamente aquí, Arguedas prevé y alienta —conectada siempre a las propuestas de la obra de Vallejo— otras maneras no menos válidas de leer también su propia obra, ahora y hacia el futuro.

Palabras clave: Arguedas y Vallejo; Arguedas y el Nuevo Realismo; Arguedas y la crítica.

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La tradición del viaje a solas/ Marco Antonio Murillo (Yucatán, 1986)

Poeta “peruano” en tanto Catulo  también emigró y se aposentó –hasta hoy mismo– en esta vasta tierra de promisión; con seguridad esto ocurrió desde los años sesenta del siglo pasado (Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza, entre muchos otros).  Es un caso semejante a otro poeta “peruano”, un tanto anterior, el paceño Humberto Quino (1950) respeto de Hora Zero.  Fino, acertado, púdico (incluso los poetas infrarrealistas lo son); y con estos recursos retóricos (mucha retórica) a veces logra levantar una/algunas imágenes inolvidables.  Es decir, sin proponérselo, a veces este mago realiza un auténtico acto de magia; huido de su propio “archivo de huellas digitales” (Eduardo Chirinos).  Ya no más Neruda ni Ginsberg ni otras citas eruditas o papel moneda que a la larga nada dicen, más bien lastran.  Tal como sucede en el poema “The Emily Dickinson´s herbarium” (algo largo para copiarlo entero aquí), aunque citamos un fragmento:

O acaso afuera de la habitación, lejos

de una mesa dispuesta para la soledad,

las hierbas, las plantas y los árboles

sin más fruto que la muerte de la tarde,

nada dicen

de esta vida, sólo crecen esperando

a que las estaciones o las pisadas

de algún animal digan algo por ellos.

Marco Antonio Murillo hace extrañar, porque justo a través de estos versos se entrevé la posibilidad, a los poetas mexicanos trocados en animales escribientes.  Ya no más contemporáneos ni estridentistas ni infras, queriendo todos escribir a la manera de o en contra de Octavio Paz.  Aquello debería interesarles un colmillo, o más bien no, bueno, si se percatan que los traen.  Una caspa, más bien; tan sólo un algo de lodo sobre las patas. P.G.

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