Pedro Granados & Juan Javier Rivera Andía
I. ACERCA DE LA ESCRITURA
Juan Javier: Comencemos con una pregunta inevitable e imprescindible, quizá importantísima: ¿Cómo llegaste a la poesía en un barrio obrero de una capital del llamado “tercer mundo”?
Pedro: Mi recordado hermano Germán, el “Chovi”, tan alérgico al sentido común; y, además, obrero. Desde siempre, cada vez que le exponía cosas demasiado articuladas él decía que no me entendía; pero una vez que fragmentaba mi discurso y liberaba mi lenguaje valiéndome de onomatopeyas y de glosolalias, se le iluminaba el rostro y decía que me entendía perfectamente. “Sellones”, era el epíteto con que motejaba literalmente a toda la sociedad; es decir, adocenados, domesticados y predecibles. Era extraordinario tallador e inventor tardío. Educador por naturaleza aunque no por vocación. Germán creo ser yo mismo ahora. Mi hermano no me ha enseñado nada, pues, sólo me ha hecho, sin proponérselo, mucho su propia persona.
También me enseñó a leer poesía, de modo paralelo y aún antes que Germán, mi propia madre; por aquello de saber retirarse, incluso en medio de la reducida habitación que compartíamos, y ponerse a escribir; jamás leí lo que escribía, pero aquella necesidad y fervor que obedecía su cuerpo cuando se retiraba eran de por sí mágicos para mí, por no decir poéticos. Niña de alta cuna andina, de un pueblito pobre por cierto, venida a trabajar codo a codo con su marido en el mercado de Chacra Colorada. Niña educada en el arte del bolillo y la lúcida caligrafía. Elegida, desde los doce años, para hacer bien morir a las personas ancianas o enfermas de su comunidad. Hija de una madre hermosa que era abogada autodidacta y sabía tañer la guitarra de doce cuerdas. Niña prematuramente huérfana de padre que, en aquel trance, hizo un pacto secreto con el Señor Crucificado de Lampa, y por la que me he dado el lujo de ser poeta.
Interrogatorio completo:
https://triplov.com/Agulha-Revista-de-Cultura/2008/Pedro-Granados/index.htm