[El lapicero verde que se encontró mi hermano Germán]
El lapicero verde que se encontró mi hermano Germán
sirve también para que le escriba un poema.
El me enseñó a ver la hora en un despertador malogrado,
y terminó preguntándome la hora.
Luego me enseñó a multiplicar,
y también se olvidó de multiplicar.
Después me obligó a emplear un lenguaje particular
para comunicarme con él.
Son de nosotros estos recuerdos.
A él pertenecen el lapicero y el poema.
Pedro Granados, El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin American Books, 1989)
Germán Paulino Granados Agüero. Mi hermano mayor y segundo padre. Maestro en la fabricación de caleidoscopios caseros… cono de cartón sellado con papel cometa, ahora diría a imitación del cuenco generoso de sus propias manos; y de su talento con la talla de madera humana. Filósofo autodidacta, anti-poeta con poesía, y obrero. Le hallo, a la suya, significativas conexiones con la práctica docente de Joseph Jacotot, el Maestro ignorante de Jacques Rancière. Poema, “El lapicero verde que se encontró mi hermano Germán”, que llamó mucho la atención de mi amigo Cesáreo Martínez: -“un poema sobre alguien que olvida lo que enseña, no jodas”. Ahora que estoy de profesor contratado –para los EE.GG. de la UNMSM– intermitentemente lo recuerdo y acaso incluso intento emularlo; pero sin su bondad ni su invariable alegría.
Hace mucho que no leía una creación que me dejara desarmado, en estado de contemplación, destrozado. Espero el retorno de la sencillez, de los juegos infantiles, de la edad sin memoria. Gracias, Pedro, por escribir este poema.
Muchas gracias, amigo Javier. Va un abrazo, Pedro.