Pocos escritores se han atrevido a desafiar el canon impuesto por la tradición
literaria peruana, y han optado al igual que Martín Adán, César Vallejo, Jorge
Eduardo Eielson, a quebrar las leyes, los formatos usualmente conocidos y
concebidos en épocas decimonónicas, además de proponer nuevos lenguajes
que fueran puentes para sus innovadoras ideas. En esta estirpe de creadores natos
se encuentra el poeta y novelista Pedro Granados, por sus revolucionarias
propuestas de contar una historia o hacer de ella una suerte de collage,
una simultaneidad de imágenes en un solo discurso poco ortodoxo al que él
denomina “nobloga”, que es una especie de novela pero con la estructura de un blog.
Esta estructura es empleada en su última novela (nobloga) En tiempo real, que
comparte diversos géneros como poesía, narrativa, artículo periodístico, ensayo;
que no funcionan aisladamente sino que se entrelazan en base a un sujeto
común, como Juvenal Agüero (Pedro Granados), un escritor peruano de 51
años, quien luego de varios años de ausencia retorna a su patria, en la que
espera vivir una vida común y corriente. En cierta forma, el argumento roza con
lo cotidiano y nada espectacular, eso se explica por las mismas palabras del
autor, quien no aspira a escribir “grandes temas”, porque precisamente no cree en
esos “mitos”, sino en formularse nuevos métodos de contar una historia, y no
contarla solamente, dejando al lector que haga su parte de reunir y darle sentido
a los textos insertados en la novela. Porque también Pedro Granados comparte ese
vínculo de privilegiar las formas, y no tanto el contenido, con el escritor francés
Raymond Queneau en sus Ejercicios de estilo, obra que llega al paroxismo en
cuanto al tema que explota, pero con diversos tipos de discursos. Sin duda la
última obra Pedro Granados es un metatexto, al cual emplea vasos comunicantes
con sus novelas anteriores (Un chin de amor y Prepucio carmesí), y de esta manera
va creando su propio universo, donde se mezclan personajes reales con ficticios,
hechos imaginados con sucedidos verdaderamente, siendo como espejos reflejando
realidades ocultas, rostros semejantes, a la manera de Jorge Luis Borges; y por
cierto en el libro se habla de las semejanzas que tienen Juvenal Agüero con Juan
Dahlman del cuento de “El sur” del escritor argentino. En tiempo real, es un
logro para su autor y para el bien de nuestra literatura, que exige ser leído y
releído cuantas veces sea necesario, porque cada lectura nos arroja nuevas inter-
pretaciones y abre una nueva brecha para la discusión sobre los nuevos discursos
que están predominando en esta era de la posmodernidad, ya que de por sí, la obra
comentada, está dentro de esa etapa por mérito propio.
Correo
Huancayo, sábado 1 de diciembre del 2007