Saludamos la “madurez” de Isis Aquino; la intensidad de los versos de Valentín Amaro; y la lascivia, trocada en hostia consagrada, de Pedro Antonio Valdéz. Al primero de los nombrados, nuestra conocida poeta “erranticista” de comienzos del 2000, la encontramos esta vez acertando con unos poemas completos, contundentes y “antologables” entre la mejor poesía dominicana actual:
Ñ
Deja ya de definirte
a ti y a lo que haces
piensa
Que esta ciudad estuvo aquí antes que tú
Y será siempre
Y fue un monstruo que devoró lomas y cañadas
Y riachuelos antes de estar tan triste
Deja de definirte
solo piensa que eres otro
otro más que come y lee letreros
otro igual y distinto,
porque el otro siempre es alguien que no eres
¡El mundo no gira en torno a los poetas!
(eso ya lo sabemos)
Piensa que el universo es vasto
y tus átomos son muchos
y no sabes la mitad de lo que pasa en lo que cambia el semáforo
o acaba una canción
…que eres una cosa con neuronas y lecturas
Vallejo, Proust y Artaud
no se sientan a una mesa en el infierno
para hablar de ti y tus vulgares tragedias
No gastes más papel recordando a nadie
La gloria son tres líneas en un libro de texto de bachillerato
Y no cabemos todos
Piensa.
¿Quién soy yo o eres tú
para que le pongan tu biografía de tarea a los muchachos?
Lo que hay es ser feliz a toda costa
reescribir los diccionarios del olvido
porque no todos los viernes son de fiesta
y no todos los lugares comunes
son malos lugares.
(De: Esto no es una antología: Palabras que sangran. Colectivo El Arañazo. Santo Domingo, RD: Ediciones Ferilibro, 2012, 146-147)
Por su parte Valentín Amaro, El ave rasga su memoria (Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2014), demuestra que se puede escribir con los sentimientos a modo de una llama quemante que burile directamente el papel. Es decir, que el acomodo o lo acomodaticio del estilo, la palabra exacta o el calculado refrenamiento no parecieran ser requisitos obligatorios a la hora de escribir:
Oda a Gaspar Hernández (Fragmento)
¡Pueblo mío, dulce pesar en mi costado!
/…/
por Banje,
por José el loco,
por el té de María Bubulo mientras esperaba al Flaco
para ir a Santo Domingo
por Billo que tuvo un solo jumo en su vida,
por Kerubín corriéndole a las llamas,
por mi hermano Luis Amaro vestido de Bombero,
por Blaki que me enseñó a jugar y soñar,
por la negra de quien no recuerdo el nombre
y me enseñó el arte de amar en el río,
por mis visiones en Lomeyerba, El Jobo y Ojo de agua,
por el amor que le tuve a Margarita Polanco
y que tampoco dije,
por los tigueres en la esquina de Chua,
/…/
por los Padraz en polvo que me dio Torres
para matarme las lombrices
Por último, Pedro Antonio Valdez —El arte de singar (Santo Domingo, RD: Ediciones Hojarasca, 2016)– nos confirma que un consagrado narrador también puede escribir poesía o, mejor dicho, que si se es un buen narrador se es también necesariamente un buen poeta. Obvio, El arte de singar es un poemario que no se anda con rodeos a la hora de hablar del amor; es decir, en el más espiritual y elevado de los sentidos:
Grado 0
Singar es la forma pura
de estar juntos.
Aplastar la lejanía,
transfigurarla en sal
río abajo bajo el fuego.
Singar es dar tijera al siglo,
reducir la distancia al grado 0.