Muy sugestiva, por cercana y palpable, la presencia del mar en esta poesía. Y, a su vez, también como pensamiento o un estado de la mente que lo socorre todo; antes que nada a la vida del sujeto poético y sus versos. Abstracción como presencia, y no a la inversa, tal como por lo regular suele ocurrir en la reflexión llevada a la poesía. El freno lo pone el mar, no nosotros, de allí la red, los hilos comunitarios y propiciatorios que alcanza a activar Sedevich. Lección, discreta por cierto, para todos aquellos que quieren hacer filosofía con la poesía; hoy por hoy, sobre todo, que no se ve con claridad hacia dónde apunta el compromiso, a qué nos deberíamos jugar la existencia (conscientes o informados, más que nunca, de su fragilidad y brevedad). “Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes/ docentes!”, dice Vallejo en Trilce LXIX. De otro modo, la cosa (la poesía filosófica) no nos mola; pinta banal, disforzada e, incluso, político-ideológicamente de muy mala leche. PG.
Carina Sedevich nació en Santa Fe de la Vera Cruz en 1972 y vive desde su infancia en Villa María, Córdoba, Argentina. Es autora de los libros La violencia de los nombres (1998), Nosotros No (2000), Cosas dentro de otra cosa (2000), Como segando un cariño oscuro (Argentina|España, 2012), Incombustible (Argentina|España, 2013), Escribió Dickinson (2014), Klimt (España|Argentina, 2015), Gibraltar (2015), Un cardo ruso (Argentina, 2016|Brasil, 2019), Cuadernos de Lolog (2017), Lavar a la madre (2017), Los budas y otros poemas (2017), Lejanas bengalas estallan (2018), Flor cineraria (2019), Grandes metales oscilantes crujen (2019) y Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder (2020).