Edgar Artaud Jarry
Llamó Jorge
“ya voy” -contesto
tomo las llaves y
subo al auto
enfilo hacia la vía rápida
la noche es oscura
veo a una chica
caminando
muuuy lentamente
en el carril izquierdo
de alta velocidad
desacelero
y miro a la chica
puede morir atropellada
no sé qué hacer
puedo pasar de largo
puedo detenerme
puedo bajar del auto
puedo ir detrás
con los focos de alarma
encendidos
puedo llevármela a casa
puedo mirar su cara triste
puedo ir a la cocina
y tomar el pan de molde
partir el tomate
queso, jamón?
puedo meterla enmedio de las
rebanadas de pan de molde
y comérmela.
* (Dr. Edgar Altamirano Carmona, México 1953).
De Golpeándome la cabeza (en preparación: Cartonera, México). Libro maravilloso, el de un sujeto sencillo, aparentemente uno de tantos, pero soberano, elegante ante la vida y la muerte. De esta actitud fundamental brotan la sabiduría y el humor de estos poemas; para no hablar de la carpintería de los mismos, en su aparente simplicidad también, plenos de guiños cultos, lecturas de todo tipo, meditaciones extraordinarias y, sobre todo, cotidiano arte de vivir. De vivir a duo, a trío, en la polifonía misma de la curiosidad por todo y el interés entrañable por todos los demás. Semejante de su lugar y de su tiempo, estos últimos se animan a entrar de verdad en su poesía: inolvidables su mujer, sus amigos y los lugares por donde discurre el yo poético, a veces también un tanto hechizado. Edgar ha cocinado en su marmita con paciencia y, en el interín, se ha cocinando a sí mismo con lentitud. Hasta convertir su obra en el oro que es hoy dentro de la poesía mexicana e hispanoamericana, a mi entender, llena de fuegos fatuos (montados –de la noche a la mañana– por la editorial de moda, subidos a empujones al vagón de la popularidad). Nada de esto ocurre con este libro, felizmente, porque a la poesía –contra lo que pretenden taimados o ingenuos– no se le puede engañar