Hay instantes en que la poesía busca la coherencia que olvidó, la congruencia con lo cierto que voló de sus manos. Instantes que semejan a aquél en que uno de los Dictadores de mi pobre Patria enunció ante una audiencia ni siquiera asombrada: “La Democracia no se come”.
En esas instancias, felizmente sobreviven en algunos seres alados (no por ello menos plenos del sentir de la realidad) que rescatan lo rescatable, que dan, como el loco herido de lejanía en Puerto Rico. Ellos son quienes continúan tramando la esencia – me atrevería a decir inconsútil. Lo atonizante, y, a la vez, lo lógico, es que ni ellos logren impedir la guerra, los Biafras, los Congos, el fango piocéanico, el abandono.
Pero pueda que, algún día, vayamos a una Cultura con paz y sin liendres ni adolescentes equivocados, pues una droga puede ser también una arma – de autodestrucción o de heterodestrucción.
Luis Hernández, Obra poética completa. Lima: Punto y Trama (“El sol lila”), 1983. p. 236


