El recorrido de Myra Jara, en La destrucción es blanca (2015), aparece enmarcado entre este texto liminar, dedicado a Carlo Bordini:
PIENSO EN UNA MUJER que besa un hombre
el hombre es un anciano alto y macizo
en su barba blanca he depositado mariposas puras
esas mariposas tienen pies de agua, piel de agua
y el final mismo del poemario donde un amado, denominado “Carlo”, se tornó:
”un perro blanco caminando en mi alma…
en la nube no tendrá ni edad ni sexo
será un cielo casado con una niña” (“Carlo un día”)
Es decir, sublimado o no, ennoblecido o no, nos hallamos ante un elocuente encuadre constituido por poemas de amor –de secular y multicultural tradición– entre una joven y un “hombre anciano alto y macizo”; propiamente, diríamos, el de una princesa y, como mínimo, el chamán de la tribu o, nada menos, aquel “dios parapléjico” que la autora convoca en el poema “Infancia: “Tengo que hablar con alguien, pero tiene que ser un/ dios” (“Infancia“)
Sin embargo, qué ocurre entre este “dios” y el sujeto poético; lo que encontramos en el mesocarpio de La destrucción es blanca van a ser gestos entre narcisistas, destructivo/ auto-destructivos y, más bien, carentes en absoluto de amor.
… Cuando hay pánico él me mira, él
me mira. Es un hombre viejo y suave que se mueve. Se
equivoca, se resbala. Cae en la habitación todos los días.
Voy a su habitación a obsesionarme. Estar obsesionada
en su habitación es imperfecto. (“También cuando”)
lo más importante que una persona puede hacer
por mí es limpiar…
los limpiadores están llenos de instinto
(“Aquí sólo llegan”)
El movimiento es blanco
la destrucción es blanca. (“Me interesan”)
¿La destrucción a la que somete la autora a “Carlo” es blanca, o a la inversa?
Este pantano en “mí” que, en un primer vistazo, semeja un resplandeciente estuario; estas ideas fijas embozadas tras un cuento de hadas; esta “suave” manipulación van a reincidir en Catedral Italiana, poemario multilingüe de 2023, aunque con el añadido que incluso ira a relajarse aquí el rigor en el cuidado de la fabulación:
en mi vida todo es una caída. los poemas son caídas, el abismo. esa es la belleza que he podido almacenar en treinta años; una vez caí por años, caer es imitar a los pétalos, o las arenas (https://formavera.com/2023/07/04/catedral-italiana-myra-jara-toledo/)
Efectivamente, la poesía de Myra Jara, con lo difundida que está o estuvo a nivel internacional, no amerita –aunque parecerían brotarle a sus textos algunas yemas o muñones– socializar una red que podría serle afín: la auto-fruición de los primeros poemas de Magdalena Chocano, la indeterminación fetal de los gemelos en Cuarto mundo (Damiela Eltit) o la inteligencia emocional de una Alejandra Pizarnik; para no referirnos, asimismo, al glamour de una Ana Rossetti o los audaces y hechizados hallazgos metafóricos De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall. Tampoco nos esmeraríamos en dedicarle un Aprendizaje de la limpieza. Nada de eso.
Ahora, y como siempre, el “problema” no es del autor o de la autora que publica un libro; lo es, en primerísimo lugar, de la institución literaria que levanta la figura –a nivel local y, luego, a través sus contactos, overseas— y la mantiene a puro aire comprimido para que flote. En este sentido, cabe encontremos a la madre del cordero que parió La destrucción es blanca, primer libro de Myra Jara. En el Perú, porque en principio este poemario surge en este país, habría que situarnos en el debate ideológico-político/ literario-artístico y generacional, aunque todavía en pañales en el Perú, del cual aquel poemario es mero síntoma (reiterativo). Pero este tema es un tanto más vasto para desarrollarlo aquí, prometemos retomarlo en una próxima oportunidad. P.G.
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