Fotografía de Marina Herrera
Salvarse por la salsa
Encabúyalo y vuelve y tira.
Como tu paso que al calor
de los muslos de la hembra
va y viene. Sin amordazarla.
Permitiendo que se defienda.
Midiéndola sin medirla.
Un tirabuzón común descorchando
al pasito
las vastas ofrendas de la noche.
Una comunidad donde el error
se supera a punta de ritmo.
Y donde dos son uno:
hollándose y atravesándose
a pesar de las sombras.
©Pedro Granados, 2007
Primero es el ritmo
Primero es el ritmo. Enseguida, como montada sobre él o fundida con él, viene la palabra, el “verbo” (Génesis). Estamos en un momento cultural donde nos hemos extraviado y nos hemos desconectado del ritmo y, por lo tanto, es muy escasa la experiencia de bumerang. El ritmo atraviesa, oscila, envuelve, retorna y crea comunidad. No son las palabras, a las cuales se las lleva el viento. Y no arropan a nadie, empezando por quienes las pronuncian. Ni a cuadrúpedos ni a humanos. Sin embargo, sonámbula, la poesía hoy por hoy empieza por las palabras. Y acaso incluso con la mejor de las intenciones; se trataría de hacer filosofía con ellas. Aunque, con la peor de aquellas mismas, se trataría de establecer con las palabras un decálogo; unas nuevas tablas de auto-ayuda obligatorias para todo el mundo. La auto-ayuda como una nueva ley, sobre todo, post-coronavirus. Algo nada nuevo; sino que ya ha estado ensayándose y gestándose en toda nuestra región como mecanismo de control del imaginario y del deseo: Acción Poética. Poesía sin “patos” (en tanto catarsis y, asimismo, emblemático post-antropocentrismo) y sin “sombra” (Jung). Comer, oler, tocar, deslizarse, sumergirse, ni qué decir hablar, diseñados dentro del más lobotomizado protocolo. El verbo se ha trocado en puro significante o en algo más o menos así. Y la voz nos va resultando extraña en sí misma e incluso indeseable; hoy intentamos, mucho mejor, ser un palimpsesto, la más pulcra imitación de alguien. Toda la distribución de lo sensible (Rancière) contenida en un chip; aquel decálogo en tan acelerada construcción. Lo mismo en los States como en Bolivia. Un grifo que reposa al fondo del patio y que ya, teniendo cada uno agua en casa, ha pasado de cada vez más obscuro a prácticamente invisible.
©Pedro Granados, 2022
SALSA, HISTORIAS LOCALES Y POESÍA DE LA BUENA
Ya que, según los más conspicuos entendidos/as locales, de antemano estamos en una época de “poetas menores” o poesía culta menor, habrá que recurrir a la calle o, de una vez, abandonar del todo la poesía culta. Este es el gran problema, por ejemplo, con nuestros “talleres de creación literaria” o “escritura creativa” en lugares como la PUCP o la UNMSM. Llevan desconectado su discurso; si son eróticos, olvidan lo social; si son sociales, olvidan el cuerpo; si quieren ser voluntariamente chistosos, nadie ríe con ello; si quieren parecer, en suma, espontáneos, la agenda teórica y el canon –inventado por sus profesores– irremediablemente los maniata hasta la insulsez . Que una cosa constituye el arte del refrenamiento y otra, muy distinta, la auto represión. En el presente performance, en cambio, va todo integrado: historia personal, social, política, humor, necesario desafío a las normas. Cada uno de estos ingredientes integrado a los demás y formando como una orquesta de cámara. A través del ritmo –antes que esta o aquella puntual ideología, ética, holística, teoría igualitaria– que mana desde la calle. Ritmo para una orejas que hemos taponeado con cera.
¿0 no?
©Pedro Granados, 2020