Gesto poshumano en su poesía, por parte de César Vallejo: lo supuestamente natural no es mejor o superior a lo artificial; incluso, más bien, todo lo contrario: no existe de antemano privilegio del vehículo natural (los ojos) tal como la opacidad implícita al montaje sería más “nitida” y productiva que una disposición tradicional o “natural”, por ejemplo, de los versos de un poema. Ergo, lo tradicional (incluso la cultura o el folklore) resultaría espúreo si no es intervenido por la tecnología; pero hay que estar a la altura de esta última. El asunto de la “sensibilidad nueva” no consistiría en incorporar un léxico novedoso en los poemas tal como, tampoco, el montaje de por sí lo garantizaría; esto por un lado. Por el otro, y tal como lo elabora Didi-Huberman: “La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira” (Ante el tiempo). Es decir, la imagen sería aquí lo que, a modo de “anteojo”, se hallaría antes del ojo: “detenerse ante el muro no es solamente interrogar al objeto de nuestras miradas. Es detenerse también ante el tiempo. Es interrogar en la historia del arte, al objeto historia, a la historicidad misma” (Didi-Huberman, Ante el tiempo). Juntando ambos puntos, es probable que no haya historia interesante ni poesía interesante excepto por el montaje: Marcel Proust o James Joyce; a lo cual deberíamos adicionar, para restarle arbitrariedad o contingencia al asunto y alcanzar aquella “sensibilidad nueva”: ¿El spiralism de Frankétienne, los “fermentos” de César Vallejo? P.G.